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Liaño (portero suplente de aquella temporada), Campbell,Tino,Sañudo,Suárez, Chiri,Juan Carlos,José Ramón Revilla, Gelucho,Ocenda e Isidro, durante un partido de la temporada 1986-1987.
La liguilla de la muerte
fútbol | ascenso a segunda

La liguilla de la muerte

El Racing se vuelve a encontrar con su verdugo de 1987

Aser Falagán

Jueves, 2 de junio 2016, 17:02

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Manuel Irigoyen (Cádiz, 1933-1998) era un tipo particular. Una especie de hombre lluvia cadista. Un perfecto conseguidor de aquella época a caballo entre la cultura del pelotazo y la del ladrillazo; los tiempos en los que los presidentes imprimían carácter a los equipos muy por encima de los entrenadores. Aquel mandamás de la época de los Gil, los Núñez y los Mendoza consiguió en 1987 que el Cádiz no bajara pese a terminar la Liga en el último puesto, pero a cambio le tocó pagar la cuenta al Racing, que con cuatro puntos más (cuando la victoria valía dos) perdió la categoría. Así fue como el contable y constructor que convirtió el modesto Cádiz en un clásico ochentero y noventero siguió fraguando el mito amarillo.

A base de modestia, épica, equipajes de colorines, rebujitos para las aficiones visitantes y aventuras de Mágico González mágico tanto dentro como fuera del campo, el Cádiz se convirtió en el equipo simpático por excelencia. Pero en la versión 1987 esa configuración por defecto se volvió incompatible con el entorno Racing.

La temporada 1986-1987 fue un monumento a la improvisación. Se ensayó un nuevo sistema con una temporada regular y un triple play off por el título y la clasificación europea, la Copa de la Liga y la permanencia. El engendro nació muerto, pero en plena segunda fase de la competición se decidió ampliar la Liga de 18 a 20 equipos de cara a la temporada siguiente. La consecuencia era sencilla: debía descender el Cádiz, último clasificado, mientras que Racing y Osasuna salvaban, presuntamente, la categoría.

Fue entonces cuando Irigoyen demostró su mano en la Federación de la que era vicepresidente. Argumentando que no se había informado de ese cambio al comienzo de la competición y que por lo tanto el Cádiz se había dejado ir con el farolillo rojo por verse ya descendido, propuso un play off a una sola vuelta entre los tres primeros clasificados: el propio Cádiz, el Racing y el Osasuna. Sorprendentemente la idea cuajó y el presidente del Racing, José Luis Cagigas, aceptó la propuesta con un sentimiento general de que había recibido muchas presiones.

Lo goloso de una taquilla más parecía compensar el agravio a un Racing que afrontó el partido con bastante seguridad, confiado en ser superior a un Cádiz que había dado grandes síntomas de debilidad durante toda la temporada. Así comenzó la que bautizaron como 'Liguilla de la muerte; tres partidos a cara o cruz en los que incluso se tiraron penaltis al final del tiempo reglamentario por si acaso. En previsión de un doble o triple empate que tampoco era tan improbable.

Mal comienzo

El 24 de junio de 1987 la cosa comenzó mal. «Estamos en Segunda. En Pamplona no ganan ni borrachos», decían algunos aficionados al abandonar la grada de los viejos Campos de Sport, a los que apenas les quedaba un año de vida.

El caditano José Manuel Barla fue el otro héroe visitante Irigoyen lo fue más aún de aquel partido. «Recuerdo el gol como si fuera ayer. Pase en largo de Jaro, el Mago regatea y me asiste para que marque». «Cuando recibimos la noticia nos agarramos a ese clavo ardiendo. El presidente estuvo listo y fue el artífice de nuestra permanencia. Ellos se lo tomaron mal», sentencia.

El Racing empezó perdiendo con ese tanto de Barla y remontó en el segundo tiempo con gol de Buckley para ganar después la tanda preventiva de penaltis por 4-3 mientras la chavalería coreaba el nombre de Pedro Alba. Pero aquel resultado se preveía insuficiente, como de hecho ocurrió, máxime con el empate que los gaditanos amarraron en el Ramón de Carranza ante el Osasuna.

Una semana después, El Sadar consumó el desastre. Gracias a sus dos empates el Cádiz ya se había asegurado la permanencia matemática, de modo que Osasuna o Racing estaban abocados a perder la categoría. Sin ningún resultado posible que propiciara un beneficio común no pudo plantearse siquiera uno de esos acuerdos tácitos a los que tan a menudo se llega en el fútbol.

Así fue como un Racing desmadejado y físicamente muy justo llegó a Navarra el 30 de junio. Algunos jugadores como Sañudo, Gelucho y Buckley ya tenían claro que no iban a seguir en Santander y el equipo intentó sin éxito plantar cara a un Osasuna bastante superior que ganó cómodamente con dos goles de Martín Monreal.

Seis años de exilio

El caso es que el Racing inauguró un gris sexenio durante el que no solo bajó a Segunda, sino que cayó por primera vez en su historia a Segunda B, una categoría que se había creado pocos años antes. Mientras, el Cádiz siguió puliendo su fama de equipo afortunado con una serie de agónicas permanencias que al final le convirtieron en un clásico que reunió a un puñado de recordados futbolistas como Carmelo, Kiko o el oriundo cántabro Mami Quevedo.

El mismo año en que el Racing consiguió regresar a Primera los amarillos, que acababan de relevar a Irigoyen como presidente, cayeron a Segunda División cerrando una etapa histórica en Cádiz. Pero en Santander todavía se recuerda aquella Liguilla de la muerte; un playoff que aún indgina a los aficionados de más edad y que incluso suena lejanamente a los jóvenes.

Perro lo que ha quedado grabado a fuego ha sido aquella Liguilla de la muerte, que se interpreta de forma muy diferente según en que bahía se pronuncie su nombre. En Santander con una indignación tan evidente como la cicatriz que dejó, y de la que aún se quedan tanto el presidente del Racing, Manolo Higuera, como el presidente honorario,Tuto Sañudo, dos futbolistas que en aquel momento formaban parte de la plantilla.

Claro que la perspectiva siempre fue muy distinta en Cádiz. «El razonamiento de Irigoyen era lógico. No se pueden cambiar normas tan importantes a mitad de temporada. Nosotros hacemos un equipo para quedar el cuarto por la cola, para mantener la categoría. Es lo mismo ser último que penúltimo o antepenúltimo. Y cuando ya estás descendido no juegas con la misma tensión».El razonamiento es, de nuevo, de Barla, pero no tiene en cuenta el gran pero que el racinguismo puso siempre a la maniobra Porque lo que se hizo fue, precisamente, cambiar las reglas con la competición ya en marcha y permitir que en una temporada en la que solo bajó un equipo éste no fuera el último.

Ahora el Racing tiene la oportunidad de desquitarse o, por el contrario, grabar definitivamente la inscripción de bestia negra del Racing en la camiseta cadista. Pero ya con otra perspectiva: «No es en absoluto una venganza.Son otras circunstancias y otros equipos, y lo de ahora o tiene nada que ver», reflexiona Pedro Alba casi tres décadas después de aquellos últimos partidos que disputó en la máxima categoría. Pero si algo diferencia aquel enfrentamiento del actual es que esos equipos pugnaban por seguir en la élite, mientras que ahora lo hacen por abandonar la categoría de bronce y regresar al fútbol profesional.

Testimonios

Pedro Alba, portero en 1987

«Lo que sigo sintiendo hoy en día, casi treinta años después, es indignación. Lo que ganamos en el campo nos lo quitaron entre el presidente de la Federación y el del Cádiz con la ayuda del Barcelona, que les apoyó. Así nos descendieron a Segunda y aún siento vergüenza», reconoce el entonces portero del Racing: «Ya ni recuerdo las tandas de penaltis. No llegábamos en muy buenas condiciones físicas y eso, ayudado por otras circunstancias, nos descendió».

Tuto Sañudo, central en 1987

«No informaron como debía al presidente y se aprovecharon de las circunstancias», recuerda Tuto Sañudo, central de aquel equipo que no pudo salvar la categoría. «Habíamos quedado mejor en la Liga, pero nos echaron abajo a nosotros», se lamenta el actual presidente honorario, que recuerda la «mala suerte» de los suyos. «Irigoyen era vicepresidente de la Federación Española y nos engañaron. Fue una temporada muy injusta para el Racing».

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