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Mal de altura

Está claro que el ascenso de este año será heroico o no será. Este Racing no es de los que avasallan al rival, de los que hipnotizan a la grada; si acaso, practican el truco del ‘ahora lo ves, ahora no lo ves’

Javier Menéndez Llamazares

Lunes, 20 de febrero 2017, 12:07

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Está claro que el ascenso de este año será heroico o no será. Este Racing no es de los que avasallan al rival, de los que hipnotizan a la grada; si acaso, practican el truco del ahora lo ves, ahora no lo ves. Más bien es un equipo consagrado a los grandes retos, a lograr imposibles, a resucitar cuando nadie lo espera. Un equipo milagro, cuya especialidad es esperar a que los rivales se confíen para asestar entonces el golpe definitivo.

Entre tanto, juega al despiste. Como si ganar con facilidad no tuviera mérito. Después de calentar toda la semana con la estadística del fortín pucelano, nada más arrancar el partido quedó claro que el lobo blanquivioleta no era tan feroz. Bastaron dos zarpazos de Jara para que otra vez un central sacara petróleo de nuestro hombre más en forma. Por fin un córner vuelve a ser un córner, y no el lamento de impotencia a que nos habíamos acostumbrado en los últimos años. Pronto se vería que había más equipo del lado racinguista, y que si la cosa iba de fajarse a golpes la veteranía es un grado. Un manotazo, cuatro hachazos a la tibia, tres conatos de tangana y dos piscinazos después, el futuro sonreía al equipo cántabro, con uno más sobre el campo, a su favor su marcador favorito un rácano cero a uno, pero que vale lo mismo que un cero a cinco y con un triángulo mágico León-Valladolid-Burgos que les ponía líderes en solitario.

Y entonces llegó el mal de altura. Recuperar el primer puesto dieciocho partidos después era un sueño largamente acariciado, y hace tan sólo tres meses se antojaba inalcanzable. Durante casi media hora, la emoción desbordó las gradas, que no podían creerse los goles con los que la Arandina bajaba del pedestal a la Cultural. Pero este equipo no se siente cómodo cuando lo tiene todo a favor.

Que el anexo del Zorrilla se le iba a quedar pequeño al Racing lo sabíamos de sobra; lo que no se esperaba nadie es que le fuera a venir grande el partido. Y mucho menos, cuando estaba dominado. O eso parecía. Sin embargo, todo se iba a torcer. Al menos, desde que saltó al campo Mayoral para recordarnos que, como en la ley de Murphy, si algo puede salirle mal al Racing, le saldrá mal.

Realmente, sería difícil explicar qué hizo mal Viadero. Lo razonable era construir desde la defensa, y esperar la contra definitiva. Sin embargo, ni siquiera el debutante Beovide, que venía a aportar músculo, pudo cortar la sangría de ocasiones que propició un Mayoral que parecía llevar otra velocidad. Y al otro lado de la balanza, los delanteros racinguistas tenían la pólvora mojada. Aquino incluso buscó más el pase que el gol, y cuando lo hizo tampoco anduvo fino. Se echó de menos la savia nueva: ¿no era partido para la velocidad de Óscar y el hambre de Pau Miguélez?

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