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Quique Setién, entrenador del Betis. EFE/Raúl Caro
«Ya sabía que nos iba a tocar el Racing»
Fútbol | Copa del Rey

«Ya sabía que nos iba a tocar el Racing»

El mayor ascendente del racinguismo regresa en pleno éxito con el BetisSergio Canales solo ha estado una vez en los Campos de Sport como visitante

Aser Falagán

Santander

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Jueves, 1 de enero 1970

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«Yo ya sabía que nos iba a tocar el Racing. Ya se lo dije a Esteban Torre y Paco Liaño cuando estuve con ellos en El Sardinero el fin de semana pasado». Bromea. O no. El caso es que Quique Setién volverá a sentarse en un banquillo de los Campos de Sport como visitante. La última vez que lo hizo puso patas arriba el racinguismo. Era entonces entrenador del Lugo, salió a la rueda de prensa de los Campos de Sport, dio una «filípica» y aviso que el club se iba «por el retrete». La ampliación de capital que debía marcar una puesta a cero después de la Era Okupa no funcionaba y la directiva no sabía ya qué más hacer. Setién, entonces aún involucrado con Manolo Higuera y compañía en el grupo de exjugadores que recogió los restos de «la mercantil», que diría Harry, hizo un llamamiento y el racinguismo, el de a pie y las empresas, respondieron. Su sola aportación no hubiera sido suficiente, pero del mismo modo marcó un punto de inflexión para revitalizar una operación al final de mínimos, pero que con el esfuerzo de muchos sirvió para salvar al club.

Su anterior visita fue aún más diferente. Cuando el Lugo militaba en Segunda B y le tocó enfrentarse al Racing B en la Copa Federación. Entonces jugó en las Instalaciones Nando Yosu. Los papeles estaban invertidos. El Sardinero era aún de Primera. Pero una cosa no cambia: Quique Setién es un pope del racinguismo, probablemente su mayor mito vivo. Capaz por sí mismo de despertar expectación e interés en el entorno verdiblanco. Y no en este caso en el del Betis. Por eso la próxima eliminatoria de Copa, en la que el Racing se enfrentará al conjunto andaluz en los Campos de Sport es, es por encima de casi todo, la del regreso de Quique Setién -y de Sergio Canales-. Y eso en un club y un entorno en el que lo que se quería era emparejarse con el Real Madrid o el Barcelona, por aquello del incentivo, la inyección económica y las reminiscencias de la élite. Pero descartados los grandes, las palabras de Tuto Sañudo lo resumen todo: «De lo que quedaba era lo que preferíamos».

La recepción en Sevilla fue diferente. «Estaba deseando que nos tocara el Racing», confiesa Setién. «Ya se lo dije a muchos amigos de Santander. Cuando ha salido el sorteo estaba reunido y me han venido a decir: 'Vaya suerte que tienes'. A Canales le he dicho: '¿Has visto el viaje que te he preparado? A Santander, para que puedas volver a El Sardinero'».

«Estaba deseando que nos tocara el Racing, ya se lo había dicho a muchos amigos»

«Me hubiera gustado que el Racing hubiera avanzado más en la competición, pero ahora le va a costar mucho». Esencia del Flaco. Sus palabras en la rueda de prensa de los viernes, que la casualidad colocó apenas media hora después del sorteo, responden a su personalidad. Un guiño con carga afectiva y carga de profundidad, según toque y se prefiera. Poco más tocaba decir, porque insistir en que Quique Setién es del Racing, que es el Racing, para algunos, constituye una figura retórica. Un pleonasmo, para más señas.

«Vi al Racing en El Sardinero en la última jornada y vi cómo dos exbéticos -Jordi Figueras y Álvaro Cejudo- metían dos grandes goles. Va a ser una eliminatoria complicada, pero espero pasarla», decía reivindicando al Racing aunque consciente de la superioridad de su equipo. Y porque la autoconfianza no es uno de los puntos débiles del santanderino. Para Setién, «evidentemente la diferencia entre los dos equipos es considerable» y «en El Sardinero habrá expectación por recibir a un equipo de Primera División y por el hecho de que el entrenador del rival jugase allí». Un análisis de cirujano. Pero la historia del Flaco y el Racing no tiene nada que ver con la asepsia del quirófano, sino que rezuma pasión.

«Le he dicho a Canales: '¿Has visto el viaje que te he preparado para que puedas jugar en El Sardinero?»

Por mucho que se haya pasado la semana pasada en Liencres, o jugando en la playa en Santander, o viendo al equipo en los Campos de Sport; la nueva sensación en el racinguismo es que vuelve Quique, aunque sea fugazmente, síntoma de la oculta esperanza -salvo entre sus odiadores, que también los tiene- de que volviera a entrenar en Santander. En ese club que periódicamente le echa y al que su entorno siempre le reclama el retorno.

El caso es que Quique Setién (Santander, 1958) concita pasiones en verde y blanco. En cierta ocasión, cuando aún entrenaba al Lugo, le tocó ofrecer una charla en el Ateneo con su amigo Manu Sarabia y con Santiago Segurola. A Sarabia le dio por decir que había sido el mejor jugador del Racing de la historia. Anatema. Un señor mayor le contestó muy educado que Santander había visto jugar a Alsúa. «De los que yo he visto», acotó el vizcaíno conciliador. Pero decenas de personas asentían. La escena es un diagnóstico de lo que significa para el Racing aquel chaval del Perines que debutó aún como juvenil y en un ecosistema muy hostil para él: el fútbol de finales de los setenta y el Racing de Maguregui. En una época, además, en la que brillar desde un pequeño estaba prohibido. En la que sólo iban a la Roja, que no se llamaba así, los futbolistas de los grandes y los demás estaban condenados -en Santander literalmente- al barro.

«El Racing de ahora está muy bien, pero qué se está haciendo para consolidar el proyecto de futuro»

Y aun así brilló Quique. Después se desgració la pierna en Vitoria y estuvo un año sin jugar. Pero volvió y volvió a ser Quique. Había perdido un año, pero ya era casi un mito que se erigió en tal en cuanto pudo tener de nuevo continuidad. Por eso y por su tenaz raigambre en Santander y en su Racing, se resistió a dejar los viejos Campos de Sport hasta comprobar que en aquel oscuro fútbol ochentero no podía brillar más en Santander. Lo suyo -sobre el césped, que sí fuera de él- no era la épica , sino la clarividencia. Y se tuvo que marchar al Atlético de Madrid consciente de que era el único modo de progresar. Dicho y hecho. Sin aún jugar ya estaba convocado para la selección. Era el mismo futbolista, pero con otra camiseta.

Un Mundial de México en el que no hizo migas con Miguel Muñoz le dejó con ganas de fútbol y con una duda: qué hubiera pasado si él y no Eloy llega a lanzar aquel penalti de Puebla. Dos años y medio más, la última etapa muy tormentosa por el enfrentamiento con Jesús Gil , precedieron a la segunda juventud en el Logroñés. Una etapa que pudo no haber existido, pero la directiva verdiblanca le dio un portazo cuando ya quería regresar.

El retorno llegó en 1992, cuando el Flaco volvió a vestir la camiseta del Racing, aunque no ya en los viejos Campos de Sport, sino en el Nuevo Sardinero, como se llamó temporalmente a un estadio, por eso de diferenciar, que ya exhibe orgulloso de nuevo su histórico nombre. Ese que, por cierto, nunca perdió oficialmente.

Tres años y medio, de nuevo con final tormentoso, que lustraron su aura. Porque los dos últimos grandes ascensos del Racing, los de 1993 y 2001, tienen a Quique como protagonista. El primero, con el '10' a la espalda. Con Solaeta, Esteban Torre, Geli y Mutiu como escuderos en un equipo que la Gradona aún jalea. Con Tuto Sañudo guardándole las espaldas. Y el segundo, desde el banquillo, cuando dejó su despacho de director deportivo para echarse de nuevo al prao y rescatar al recién descendido Racing de Gustavo Benítez de la abulia que le arrastraba por la división de plata.

Después llegaron Piterman y otra salida abrupta. Y el veto que sufrió cuando el Gobierno entró en el Racing en una operación de rescate en la que debía ser el faro. Pero un político decidió que no. Y ninguno de los 'Manolos', que así se conoció a ese Racing, le avisó. Lo vio por la tele en la rueda de prensa. Se sintió traicionado y pudo reconducir con el malogrado Manolo Preciado, pero no con Higuera.

Y su frontal oposición a Francisco Pernía. Y el dolor de tener que rechazar una oferta de volver a entrenar al Racing durante la administración concursal. Y su cierre de filas con los exfutbolistas para rescatar a una sociedad en ruinas. Y cómo estalló todo por los aires por la diferencia de modelo. Y durante todo ese tiempo, si algo ha demostrado Quique Setién, por encima de su valía como futbolista y entrenador; y de su pasión por la lectura, la escritura y el ajedrez -por el fútbol, como el valor a los soldados, se le da por hecho-, es su racinguismo.

De momento, y ocurra lo que ocurra en esta eliminatoria, permanecerá vigilante. «Aunque no estoy en el día a día mantengo la comunicación permanente con todo lo que es el Racing, como he tenido que hacer estos últimos años. Y como ya me conocéis, hay cosas en la que uno está de acuerdo y otras que menos. Yo siempre trato de ver al Racing del futuro, y el de ahora está muy bien, pero veremos a ver qué se está haciendo para consolidar el proyecto en el futuro».

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