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Ángel Viadero vivió con intensidad el partido desde su banquillo, aunque su forma de ser, fría y muy discreta, le mantuvo casi asilado. :: fotografías: javier cotera

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Ángel Viadero vivió con intensidad el partido desde su banquillo, aunque su forma de ser, fría y muy discreta, le mantuvo casi asilado. :: fotografías: javier cotera Javier Cotera
Frío Ambiente

La soledad del corredor de fondo

Ángel Viadero, aislado del entorno, vivió el partido de pie en su banquillo sin apenas hablar con nadie

Marcos Menocal

Santander

Lunes, 15 de enero 2018, 19:13

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Chandal, zapatillas y guantes. Cómodo. Tres cuartos y una botella de agua en la mano. Mimetizado entre la gente. Lo primero, saludar a su colega en el banquillo del Gernika, Javier Luaces. No se escucha ningún silbido ni nada fuera de lo normal. Los Campos de Sport mantienen la pose de otras tardes. «¡No hay más excusas, tenemos que ascender!» canta la grada.

La fina lluvia pone una marcha más y empieza a molestar. En el banquillo, Luaces prefiere no mojarse; Viadero se ajusta el chambergo y aguanta tieso, brazos cruzados y barbilla alta. En el palco no se escucha una palabra. La grada chilla, canta y aplaude; se sacude el frío. El Racing domina. Minuto 13, Aquino lo intenta desde lejos y falla. Silbidos. La lluvia cesa, Luaces se anima y vuelve a salir del banquillo. Fuera, Viadero empapado no se mueve, adelanta una pierna y gira el cuello de vez en cuando.

Los videomarcadores anuncian los resultados de otros campos, pero en El Sardinero no interesan. De repente, César Díaz marca el gol de la tarde y estadio estalla. Aquino se va a la grada a festejar; algún aficionado quiere saltar y lo paran los guardas. Viadero inmóvil, anestesiado. Parece que tiene los brazos cosidos. Apenas se limpia el rostro con al mano. Como si no. No se mueve. En el palco, Pablo Alfaro -entrenador del Mirandés- apunta y el resto lo celebran.

Viadero mantuvo sus sentimientos maniatados; ni protestó alguna decisión arbitral dudosa

La afición se puso nerviosa en la última media hora al ver que su equipo perdonaba en exceso

Los minutos pasan, pero el escenario no cambia. En la Gradona suena de vez en cuando el tambor. Casi sin pilas. Minuto 22, al Racing parece habérsele agotado el arranque inicial, pero el gol de César minimiza los posibles enfados. Viadero sigue igual, ¿será una figura? Si mueve los brazos es para meter las manos a los bolsillos. Poco más. Ni qué decir tiene que no se ha escuchado ni un silbido. Ocasión de Granero y otra más del capitán al larguero; el entrenador las lamenta de la misma manera: brazos cruzados. De pronto: aplausos. Viadero ha respondido la jugada con unas pequeñas palmaditas. Parece que se anima. A Manolo Higuera, en cambio, le quema la silla; se mueve, no para y sus piernas parecen tener electricidad. Dos filas por detrás, Pablo Alfaro sigue apuntando. Se va a quedar sin hojas. Paradón de Carrio a lanzamiento de Oscar. Aplaude todo el palco menos el técnico del Mirandés que es como si fuera un extraño.

A Viadero se le ve como estirarse sobre una pierna como en un escorzo desconcertante. Sus movimientos se limitan a dos pasitos para un lado y otros dos para regresar al sitio de origen; dos palmadas y vuelta a empezar. Parece un autómata que acepta sin reparos lo que ve. Como si hubiese apostado todo y se sentase a ver en dónde se para la ruleta. Minuto 37: Viadero se enfada y mira a su banquillo pidiendo explicaciones. A Aquino le han anulado un gol por fuera de juego y el entrenador ha salido de su estado de inmovilidad. Ha sido la primera vez que el santanderino ha hablado con alguien; más de media hora mudo. En la grada los ánimos se reducen a cánticos que sirven de hilo musical, pero nada de bombonera ni ambiente tenso. Apenas algún aplauso agradecido cuando el Racing se acerca a la portería contraria. El Gernika no debe sentirse incómodo.

Minuto 44, a tan solo uno del descanso. Paradón de Crespo. Se escucha el «¡Uy!» en la grada. Viadero, un pasito adelante y otro atrás. Sin más. Descanso. El míster toma el camino a los vestuario como el atleta de fondo. Solitario.

Arranca la segunda parte sin nada fuera de lo normal. A la grada la apagaron en el entretiempo y apenas se escuchaban las conversaciones de café de puchero del bar. Muy frío. Demasiado. Minuto 47 y César falla lo infalible. Nadie se lo puede creer, era empujarla y gol... Aplausos a medias, miradas incrédulas y el técnico del Racing no descruza los brazos. Si esta ocasión no le hace revolverse es que hoy se ha vacunado contra el nerviosismo. El Racing perdona mucho más de la cuenta y el peligro no firma pactos.

El Sardinero durante diez minutos se ha parecido a una biblioteca; nadie habla. Ni una sola voz. Ni ruido. Anestesia general. Fallo de Granero y fallo de Aquino y un atrevido silbido rompe el sopor. Sólo se rompe el silencio con protestas. El equipo ha dado un paso atrás y se nota, pero nadie parece remediarlo. La misma historia de siempre.

Minuto 64 y el Racing vuelve a fallar lo increíble. El estadio se pone en pie y Viadero se da una vuelta sobre sí mismo al tiempo que alza la mirada. Empieza a pasársele el efecto de la vacuna. Por primera vez se acerca al banquillo y charla con su segundo. En el campo Héber deja escapar otra ocasión y el público ya no se esconde: Silbidos, pitos y mucha intranquilidad. Demasiada. De repente la grada estalla y silba sin compasión. Viadero mueve ficha: Álex García y Sergio Ruiz. A este último le reciben con una sonora ovación que al menos rompe la tensión. Viadero entra en el famoso muro de los maratonianos, los últimos diez minutos, donde la soledad es absoluta. Ahora los pasos son más rápidos y continuos. Piernas inquietas. El miedo futbolístico de los entrenadores que se pega al cuerpo y sólo los marcadores lo curan. Y si encima Córcoles regala una ocasión tras otra, pues... A Higuera se le queda pequeño el sillón del palco. Pablo Alfaro se va, ya sabe lo que tiene que saber: El Racing es inocente. Demasiado.

El final del partido es una sala de espera de dentista. Todos miran al árbitro a ver si dice su nombre, pero con ganas de acabar ya este suplicio. De marcharse. Fin. Viadero se va igual que vino; dándole la mano al rival y para el vestuario. Chao. El equipo aplaude a la afición, que le despide con protestas afónicas. Como queriendo, pero sin querer.

«Los entrenadores siempre vivimos en un match ball»

«Hay veces que hay que vencer. ¿Convencer? Claro que está bien, porque además te da autoestima y te sube el estado de ánimo, pero...», confesó Viadero al finalizar el partido en El Sardinero. El entrenador racinguista mantuvo el mismo tono de otras veces, pese a que la de ayer no era una comparecencia más. La victoria acababa de darle una prórroga más en su cargo. «Los entrenadores siempre vivimos en un match ball. Esto es así, ha sido y será. Lo único de lo que hay que preocuparse es de ganar», recalcó.

Viadero ayer estuvo solo. Quizás más que otras veces, pero tampoco quiso lamentarse por ello. Para él fue algo común: «La presión siempre está ahí. Es algo con lo que hay que contar. De la afición y del ambiente qué voy a decir... Es ejemplar como para quejarnos».

El entrenador, finalmente, terminó haciendo autocrítica: «Hay cosas que hacemos bien y otras mal. Esto es muy largo y todo el mundo tiene altibajos, aún así seguimos cerca de los de arriba pero somos el Racing y tenemos que ganar y mejorar cada semana. Por eso no estamos contentos». La insistencia en las preguntas derivó en que Viadero se sincerara un poco más: «Al equipo le gustaría jugar mejor y divertir a la gente, pero necesitamos ganar. La temporada pasada por estas fechas, luego ya cogimos más ritmo, ganamos muchos partidos como este o peor, y eso es una realidad. En Segunda B no existe tanta distancia entre los de arriba y los de la zona media».

Con respecto al equipo que eligió para jugar ante el Gernika, el técnico argumentó que «tan solo Paco Regalón aparecía como novedad. Es un jugador que nos da muchas garantías por alto y eso hemos hecho. A mí me gustaría tener una alineación que nos supiéramos de memoria, como ya tuvimos, pero ahora no puede ser... hay lesiones, contratiempos».

Momentos antes de que Viadero entrase en la rueda de prensa de El Sardinero lo hizo Javier Luaces, entrenador del Gernika. El colega del cántabro hizo una defensa a ultranza de las virtudes de su amigo. «El Racing tiene un buen entrenador y hay veces que el ambiente genera nerviosismo que no ayuda a los jugadores. Muchas de las ocasiones que hoy (por ayer) fallaron sus futbolistas se deben a ese estado de rpesión. También el Mirandés o el Sporting se juegan lo mismo y no hay tanto ruido», señaló. Siempre es buena una defensa, pero es probable que Luaces no se haya parado a diferencia entre Anduva o Mareo y los Campos de Sport. «Somos el Racing y aceptamos la presión y la responsabilidad». concluyó el cántabro.

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