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Joaquín Achúcarro en un retrato tomado en Gamazo en 2018 con motivo de su presencia en el jurado del Concurso de Piano. roberto ruiz
«Sigo descubriendo emociones en las obras que he tocado toda mi vida»
Joaquín Achúcarro - Pianista

«Sigo descubriendo emociones en las obras que he tocado toda mi vida»

De Festival en Festival, tras regresar de Italia, regresa al FIS con Brahms en el equipaje emocional. La ejecución de una obra supone una improvisación premeditada»

Guillermo Balbona

Santander

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Sábado, 14 de agosto 2021, 07:51

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Los Festivales de Verbier y de Trento han precedido su comparecencia hoy en Santander. En realidad podría ser cualquier otro punto del planeta y cualquier estación. Premio Nacional de Música y académico de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932) interrumpe su ensayo diario, pocas horas después de regresar de Italia, para atender la entrevista.

Lleva más de 60 años interpretando, por ejemplo, a Brahms -le gusta decir que ha pasado más horas con sus sonatas que el propio compositor-. Bajo el epígrafe 'El Brahms joven/El Brahms último', el artista bilbaíno actúa hoy en el Festival Internacional de Santander. Un programa configurado por tres obras del compositor alemán, correspondientes a los primeros y a los últimos años de su carrera: La 'Sonata nº3 del op. 5' refleja el pensamiento de un joven músico de tan solo 20 años, devoto de Schumann. Y tras cinco Intermezzi, abordará la 'Rapsodia nº2, op. 79', cuando Brahms ya sabía que sufría una enfermedad mortal «y escribía piezas pequeñas, pero de una gran profundidad, con mucha emoción contenida».

La impecable y modélica trayectoria de Achúcarro, descrita por el Chicago Sun Times como 'The Consummate Artist', le ha valido la más alta reputación internacional. En 1959 ganó en Inglaterra el Concurso Internacional de Liverpool y desde entonces, mantiene una ininterrumpida actividad concertística internacional que le ha llevado a actuar en más de 60 países y en las mejores salas y teatros del mundo. La revista francesa Diapason, el pasado año, incluyó una de sus grabaciones entre 'Los 100 discos de piano más bellos de todos los tiempos'. Tiene cerrados contratos para los tres próximos años y, en breve, regresa a Dallas para impartir clases.

-Otra gira más por festivales. ¿Cómo ha ido el periplo en plena era covid?

-El problema es todo lo que hay que pasar. Uno tiene que rellenar un papeleo infinito, afrontar pruebas de todo tipo, el palito por la nariz y todo el protocolo muchas veces diferente que debemos atender de festival en festival. Pero la música sigue ahí. Va menos gente porque lógicamente las restricciones obligan a ello pero los auditorios acogen a la gente que sigue de verdad interesada por la música y el piano. Pese al coronavirus lo importante es que hay gente en el mundo a la que le gusta la música.

-Su programa en Santander está vertebrado por Brahms. ¿Es sinónimo de concierto comprometido y arriesgado?

-Todos los programas son comprometidos y arriesgados cuando lo que de verdad quieres es que el público disfrute de la música y cuando tratas de transmitir un mensaje que es el reflejo del compositor.

-Pero, ¿qué caracteriza a Brahms a la hora de la interpretación respecto a otros compositores?

-Brahms es igual que cuando uno se enfrenta a una obra de Bach, de Beethoven o Chopin. Se trata de trasladar en este caso su mensaje, reproducido lo mejor que uno pueda en el piano. Más que diferencias entre compositores, la música es lo que cuenta. Cada compositor respira de una manera. De igual modo que no hay dos personas iguales en el mundo, tampoco hay compositores idénticos. Lo que cuenta son las emociones humanas, las que priman y se reflejan en la composición.

«Estuvimos en Dallas en marzo y nos consideraron héroes o locos. Ahora, volvemos»

-En toda pieza, ¿puede descubrirse algo nuevo pese a haberla interpretado hasta la saciedad?

-Sin duda. Yo sigo descubriendo cosas nuevas en las piezas que he tocado toda la vida. Emociones que no sabías que existían, bellezas de sonido antes inencontrables. No hay una sola manera de tocar una pieza. La partitura es un mapa de carreteras y lo que cuenta es cómo recorres esas carreteras, cómo ver lo importante, cuándo acelerar y cuándo frenar. Puedes conocer las paradas, pero no si en una curva te sales de ella o sale un camión.... Además, todo depende del momento del concierto.

-Y, por el contrario, ¿cómo cambia una obra con el paso del tiempo?

-Bueno la partitura siempre está ahí, la obra escrita permanece. Aunque, por ejemplo, Beethoven escribió muchas veces a sus editores para decir que le gustaría cambiar una cosa y otra porque «no soy tan divino como para ser infalible».

-88 años y prosigue incansable. ¿Algún secreto o todo es cuestión de entrenamiento, disciplina...?

-Justo acabo de dejar el piano para hablar con usted. Uno no puede imaginarse a un deportista sin entrenarse. Cuando hay una actividad musculada a tiempo fijo debe haber entrenamiento. El piano es muy bonito y la música es espiritual, pero a la hora de la verdad te estás enfrentando con tus manos a un sonido. Una actividad muscular en un tiempo predeterminado requiere de una preparación y que sea la mejor posible. Cuenta la hora, el día, el momento, el teatro y, como decía Rachmaninov, «somos esclavos de la acústica».

-¿Sigue estudiando nuevo repertorio?

-Acabo de incorporar un preludio de las variaciones de Mompou sobre un tema de Chopin. Sigo así porque ello mantiene la imaginación activa, aunque también lo hace recuperar una sonata de Mozart. Es todo un universo en el que nos movemos. Nada hay cuadriculado. Tras una música está el qué, cuándo, dónde y de qué manera, una serie de parámetros imprevisibles para los cuales uno tiene que estar preparado. Como el tenista que debe afrontar todo tipo de jugadas, para atrás o adelante de la red, imprevistas. Ante el piano es igual y, sobre todo, saber hasta qué punto el público está contigo en la aventura de tocar.

-¿Uno es consciente de que a veces no basta con tenerlo todo controlado?

-Lo he dicho a menudo, hay pianos aliados, enemigos y traidores. A veces crees que está contigo y en otras ocasiones es claro que no. El piano empieza entonces a verse como un ser vivo.

«Me lo digo a menudo: hay pianos aliados, enemigos y traidores. El piano es como un ser vivo»

-¿El piano en los tiempos del cólera suena diferente?

-La pandemia ha atacado a los pianistas, pilotos, conductores, abogados, médicos, deportistas...Lo cierto es que la música consuela, desde luego, y tiene algo especial, nace del alma humana y va hacia ella.

-¿Ha cambiado nuestra forma de escuchar?

-Sí, desde luego, desde el uso de los altavoces a la grabación, pasando por una sala de auditorio seca, o con acústica más o menos perfecta..., mucho de esto no existía antes y todo se resumía en intentar escuchar el concierto lo mejor que se podía. El material tecnológico lo ha cambiado todo. Y eso puede definir cómo tocamos, no es lo mismo hacerlo en una sala u otra, e igualmente influye la reacción del público o incluso la hora del concierto.

-¿Mantiene su histórico educativo vínculo con Dallas?

-A Dallas (enseña desde hace 30 años en la Universidad Metodista) volvemos en cuanto concluyan los festivales. Ya estuvimos en marzo y nos consideraron héroes. Allí había profesores que vivían a menos de un kilómetro de la universidad e impartían las clases por zoom. Y, sin embargo, Emma (su mujer) y yo nos presentamos allí, in situ, con gran alegría de los alumnos. Hubo una comunicación más profunda de lo habitual por ese factor que algunos definían como heroísmo y otros locura.

-¿Puede generalizarse sobre la evolución técnica en la educación musical?

-No, nunca. Cada alumno es un mundo en sí mismo, un mundo en construcción. Cada uno con su personalidad. Las clases consisten precisamente en tratar de explicar lo que deben entender, lo que están haciendo. Y ellos, después, deben elegir de nuevo.

-Volverá a Santander el próximo año con ocasión del Concurso de Piano Paloma O'Shea. ¿Qué subyace en lo competitivo y con tanta tradición en el caso del piano?

-Actualmente hay concursos de todo, de violín, violonchelo, contrabajo, órgano...Mientras hablamos hay 50 millones de chinos estudiando piano, así de sencillo. Pero es cierto que el piano tiene algo, lo que también se refleja en los concursos.

-En perspectiva, le esperan ya tres años por delante con contratos cerrados. ¿Se marca objetivos?

-Toda nuestra vida estamos buscando una meta. Es bueno mirar hacia atrás para ver el camino recorrido; sin ello, sucede al revés, el horizonte siempre nos parece igual de lejos. En el caso de la pura interpretación y los repertorios, uno estudia una obra no pensando en un concierto determinado, sino para interpretarla lo mejor posible y con la idea de que llegue al mayor número posible de gente.

-¿Todo concierto deja un resquicio para improvisar?

-Esto lo digo como una regla: La ejecución es una improvisación premeditada.

-¿Y qué falta para atraer a los jóvenes? ¿Es cuestión de educación?

-Esa pregunta nos la hacemos todos. No se acaban de interesar. Hay jóvenes que van a los conciertos pero cuando el altavoz, el ritmo, la electrónica arrastran mas jóvenes hay que pensarlo bien. La guitarra, por contra, atrae enormemente.

-¿En esto hay distancias culturales y diferencias entre países?

-En cuestión de países cada vez se parecen más unos a otros. Hubo un tiempo en el que solo podías encontrar algo en un determinado país, pero ahora en cuestión de moda, información...todo resulta igual y ya no sabes en qué país estás. El mundo se ha encogido de tal manera que cada vez nos parecemos más unos a otros.

-¿Cómo se define? ¿Cuál es el lugar en el mundo de Joaquín Achúcarro pianista?

-No me veo preparado para observarme desde fuera, ver diferencias entre mi yo actual y el de las primeras grabaciones, por ejemplo. Solo veo que estamos en un mundo que ha crecido de una manera enorme. Los astrofísicos llevan calculadas cien mil millones de nuevas galaxias. Si uno lo piensa, respecto al pasado, todo supone otra dimensión. Ahora el cuerpo humano se enfrenta al covid y ya hablamos de una química especial... En realidad, estamos en un mundo donde toda causa asombro.

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