Borrar
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden Reuters
La crisis migratoria torpedea la primera rueda de prensa de Biden

La crisis migratoria torpedea la primera rueda de prensa de Biden

El presidente de EE UU, que ha cumplido sus promesas de la vacuna, no recibió ni una pregunta sobre la pandemia

mercedes gallego

Corresponsal. Nueva York

Jueves, 25 de marzo 2021, 19:19

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Si algo no echan de menos los estadounidenses es escuchar a su presidente hablar todos los días. La saturación mediática de Donald Trump ha dado paso a un comedido devenir político, siempre calculado para maximizar el impacto de cada logro sin la crispación anterior. Solo que a Joe Biden se le fue la mano: 64 días de gobierno sin dar ni una sola conferencia de prensa, más que cualquiera de sus quince predecesores en los últimos cien años.

Sus asesores no pensaban que tuviera nada que ganar compareciendo ante el fuego cruzado de los periodistas, pero tanto silencio empezaba a despertar rumores poco halagüeños sobre la falta de reflejos en el presidente de más edad que haya llegado a la Casa Blanca, con 78 años, su facilidad para meter la pata y hasta el supuesto alzhéimer que le achacan los republicanos maledicentes. Frente a esos, Biden lo tenía fácil: «bastaba con no babear», se quejó Ari Fleischer, exportavoz de Bush en la Casa Blanca, que echa en cara a sus correligionarios haber bajado tanto las expectativas.

La primera conferencia de prensa del presidente Biden podía considerarse un éxito por lo que no se dijo: ni una sola pregunta sobre la covid-19. Hace un año la pandemia concentraba la atención de los estadounidenses en al menos tres conferencias de prensa diarias –la del presidente, el gobernador y el alcalde-, por no hablar de las autoridades sanitarias y el famoso doctor Anthony Fauci, que dirige el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas. Hoy el tema no mereció ni una mención de la prensa.

Biden empezó con el anuncio de que doblará la promesa de administrar cien millones de vacunas en sus primeros cien días de gobierno, conseguida el viernes pasado en solo 54 días, por lo que sube el listón a 200 millones de vacunas, el grueso de la población adulta en un país de 330 millones de habitantes. Como las buenas noticias no dan grandes titulares, el estreno con la prensa se concentró en una batería de preguntas sobre la crisis de menores sin acompañar que se abate sobre la frontera.

Había donde hacer sangre, porque la transparencia de la que presume el nuevo gobierno ha permitido grabar las condiciones en las que se hacinan los menores en centros de detención. Las madres centroamericanas han contado que envían solos a sus hijos a cruzar la peligrosa línea porque han oído que no los deportan y los republicanos culpan al nuevo gobierno de haber convertido a EE UU en un imán con su mensaje de benevolencia. Biden tiene otra versión.

«Miren, debería sentirme halagado al oír que viene porque creen que soy una buena persona, pero la realidad no es que vengan por mí, sino porque esta es la temporada más fácil del año para viajar. Pasa todos los años». De hecho, argumenta, en estas mismas fechas de 2019 aumentó un 31%, frente a un 28% este año. Esas son sus estadísticas, pero el propio secretario de Seguridad Doméstica Alejandro Mayorkas ha admitido que están en camino de batir todos los récords, con 15.000 menores en custodia.

El argumento de la temporalidad no liberará a su gobierno de la responsabilidad de atajar un problema central de la campaña electoral. Él mismo consideró «inaceptable» la situación en la que se alojan los menores, no sin aclarar que «la mayoría tienen 16 o 17 años, no son niños de brazos llorando». Con la promesa de estar produciendo camas en todo tipo de instalaciones para agilizar la reubicación de los menores, Biden pidió paciencia para resolver un problema complejo, empeorado por la decisión de Mexico de no aceptar a los deportados de otros países de origen, como hacía durante el gobierno de Trump.

Biden necesita mostrar mano dura para complacer a los que piensan que, pese a lo desagradable que resultaba, la actitud macarra de Trump funcionaba. Los retos internacionales comienzan con Afganistán, donde el mandatario reconoce que será difícil cumplir la fecha de principios de mayo para la retirada de tropas, aunque no cree que sigan allí el año que viene. Continúa con Corea del Norte, que la víspera le desafió con pruebas de misiles en el mar de Japón, y se agudiza con Rusia y China.

A todos les responderá de acuerdo a su enfoque multilateralista, en coordinación con las alianzas que está reviviendo. Le esperaban este jueves tras la conferencia de prensa los representantes de la UE, con los que se reunió de forma virtual para discutir entre otras cosas las «consecuencias» que ha prometido a Pyongyang por sus provocaciones. Pese al estilo intempestivo y caprichoso del dictador coreano, el problema de fondo no es muy distinto del que enfrenta con Rusia y China. «Si os fijáis Rusia ya no habla de comunismo. Se trata de autocracia, el reto es demostrar que la democracia funciona».

Por eso promete a China una relación de «dura competencia» sin ánimos de confrontación, y a Valdimir Putin, a quien no dedicó los elogios que recibió Xi Jinping, un contrapoder fuerte con los mismos valores que atraen a los inmigrantes a la frontera sur.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios