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El rey Felipe VI saluda al líder del Partido Socialista PSOE, Pedro Sánchez (i), en el Palacio de la Zarzuela. Efe

Pedro Sánchez recibe el encargo de Felipe VI de formar Gobierno con la investidura aún muy en el aire

El líder del PSOE anuncia que comenzará los contactos políticos la semana que viene con Casado y Rivera, no solo con Iglesias

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Jueves, 6 de junio 2019, 21:25

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Pedro Sánchez ya es oficialmente el candidato designado por el Rey para la investidura, pero de momento está lejos de contar con el respaldo suficiente como para revalidar el cargo de presidente del Gobierno. Ninguno de los representantes de las fuerzas políticas del Congreso que a lo largo de estos dos días han sido consultados por Felipe VI ha comprometido aún su voto. Es más, según todos ellos, tampoco el secretario general del PSOE ha hecho el más mínimo esfuerzo todavía para saber cuál es su posición. La vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, alegó este jueves que la política española «necesita más liturgias, más formas e incluso tiempos más lentos» y que había que esperar al encargo del jefe del Estado, pero fuentes de su partido admiten que la razón por la que las conversaciones están paradas es otra: primero hay que dejar resuelto el mapa autonómico y municipal.

Los primeros contactos con otras fuerzas políticas se producirán, según anunció el propio presidente del Gobierno en funciones, la semana que viene. Sánchez rompió algunos esquemas al advertir, en una comparecencia nocturna en el Palacio de la Moncloa tras pasar por Zarzuela, que pretende sentarse a hablar, antes que nada, no con sólo con el que había señalado como su socio preferente, el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, sino también con el líder del PP, Pablo Casado y el de Ciudadanos, Albert Rivera porque son, adujo, «los que pueden facilitar o bloquear» su designación.

Ni Casado ni Rivera están dispuestos a dejarle el paso expedito y el líder del PSOE es plenamente consciente de ello, pero su intención es, por un lado, dar una imagen de dirigente centrado y por otra, hacer a ambos partidos responsables de que, llegado el caso, su reelección se produzca gracias a los independentistas, algo que quiere evitar a toda costa para no seguir arrastrando el lastre de la moción de censura. «No hay alternativa –les advirtió–: o gobierna el PSOE o gobierna el PSOE».

Estrategias de comuniciación política al margen, los socialistas tienen ahora el foco en dos comunidades para despejar o terminar de complicar las cosas: Canarias y Navarra. El PSOE compite por el gobierno del archipiélago con CC y esa pugna condiciona el apoyo de las dos diputadas de la formación nacionalista a la investidura. En Navarra, la líder del PSN, María Chivite, pretende convertirse en la próxima presidenta con la abstención no negociada de Bildu. Si Ferraz no lo impide, no sólo no podrá contar con los dos diputados de UPN sino que dará a Ciudadanos la excusa perfecta para mantener su «cordón sanitario».

Dada la posición de Rivera, Sánchez necesita alcanzar un pacto sólido aunque insuficiente (juntos sólo suman 166 diputados, a diez de la mayoría absoluta) con Unidas Podemos. Eso sacaría de la ecuación a CC, que ha considera el entendimiento con Iglesias una líena roja, lo que a su vez redoblaría el valor de los dos diputados de UPN, que el miércoles se abrió a allanar el camino al líder del PSOE «para que el independentismo no mande».

Veto a Bildu

Calvo advirtió este jueves a los socialistas navarros de que se priorizará la gobernabilidad de España sobre lo que pueda ocurrir en cualquier territorio y avisó: «El PSOE tiene unos órganos federales que tienen atribuida en nuestras normas internas la última decisión de algunas cuestiones que son determinantes». Eso significa que la dirección del partido se reserva la imponer su posición al margen de lo que digan los militantes en la consulta que, según los estatutos, habría de celebrarse obligatoriamente tanto si hay un pacto con Geroa Bai, Podemos y Izquierda-Ezkerra como si se produce una abstención para permitir gobernar a Navarra Suma (UPN, Cs, PP).

El caso es que pese a la dureza de estas palabras, Sánchez no ha hecho nada para impedir que Chivite se reúna con las fuerzas políticas con las que aspira a formar un gobierno «de progreso». Le deja hacer. Cortarle el paso puede crearle un problema con otro aliado fundamental, el PNV, que forma parte de Geroa Bai y ya ha mostrado su descontento con la posibilidad de que se deje el Ejecutivo de la comunidad foral a las formaciones de la derecha. Fuentes de la ejecutiva socialista, en todo caso, aseguran que su veto a una fórmula de gobierno que pase por Bildu es firme y descartan que, a la hora de la verdad, los nacionalistas vascos, que tienen seis diputados en el Congreso, voten 'no' a la investidura junto al PP, Ciudadanos y Vox. «No lo harán», insisten.

A Sánchez le bastaría con que la mayor parte de sus potenciales aliados se abstenga. Y la buena noticia del día para él fue que la portavoz de JxCat, Laura Borràs, confirmara que los diputados presos de su formación, suspendidos en sus funciones, no renunciarán al escaño y no serán sustituidos. Eso permite eliminar automáticamente tres votos del 'no', lo que allanaría el camino para una investidura que no dependa del secesionismo.

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