Venganza en el Miera
El puente de Angustina en La Isla fue testigo de la ejecución de Manuel Casar a manos del mítico guerrillero El Cariñoso
daniel fernández
Martes, 23 de mayo 2017, 07:50
Tanto la Guerra Civil como la posterior postguerra y represión fueron momentos muy propicios para que se produjesen numerosos ajustes de cuentas. Malquerencias familiares, el ansia de posesión de propiedades ajenas o simplemente la militancia en bandos enfrentados hizo que antiguos amigos, vecinos o incluso familiares aprovechasen para saldar viejas rencillas.
Este comportamiento también afectó a 'los escondidos', cuya vida, hasta la primavera de 1938, discurrió con relativa tranquilidad e incluso cierta comodidad. A pesar de alguna escaramuza sin consecuencias, las nuevas autoridades estaban más preocupadas en reprimir y depurar responsabilidades hacia los que se habían significado en contra del alzamiento que en perseguir a los huidos. Sin embargo, todo cambió tras la emboscada de la cueva de Mortesante. A partir de ese momento, las autoridades decidieron que no había más solución para acabar con 'los escondidos', que su aniquilación física.
Este hecho dio lugar a una reacción de venganza por parte de El Cariñoso y su grupo contra Manuel Casar, a quien acusaron de delatar su presencia en la cueva. La venganza se llevó a cabo el 4 de noviembre, junto a un puente sobre el río Miera, en el paraje conocido como 'La Isla', junto al pueblo de Angustina. El Cariñoso localizo y disparó cuatro tiros a Manuel Casar causándole la muerte.
La espiral de venganza no acabaría aquí, en febrero de 1940, de nuevo con el Miera de testigo, Norberto Casar (Berto), antiguo amigo de El Cariñoso, y hermano de Manuel, quiso vengar su muerte. Haciéndose el encontradizo y atrayéndole con frases amigables en señal de reconciliación, consiguió que el mítico guerrillero se acercase a él, momento en el que 'Berto' sacó una pistola con intención de dispararle, aunque del arma no salió ningún proyectil. Esto fue aprovechado por El Cariñoso' para irse hacia él e intentar matarle, lo que no llegó a realizar ante las insistentes suplicas de su madre, allí presente.
A pesar de estos hechos el odio había echado raíces y Berto Casar siguió con sus amenazas de consumar, tarde o temprano, su venganza; hasta que meses después harto 'El Cariñoso' de comentarios y amenazas decidió tomarse la justicia por su mano, matando a Berto Casar a tiros.
Con el primer disparo, se consumó la venganza. El resto tan sólo sirvieron para liberar la rabia y el rencor que se había instalado en una sociedad enferma.