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Luis Montes, ayer en Santander, antes del debate sobre la eutanasia en el que participó en la sede de Podemos
"La muerte es un hecho más de la vida en el que debemos tener el derecho a decidir"

"La muerte es un hecho más de la vida en el que debemos tener el derecho a decidir"

Luis Montes. Presidente de la asociación Derecho a Morir Dignamente

José María Gutiérrez

Sábado, 20 de mayo 2017, 07:48

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Médico anestesista ya jubilado y presidente de la asociación Derecho a Morir Dignamente, el nombre de Luis Montes (Salamanca, 1949) está, a su pesar, irremediablemente unido a las acusaciones por sedaciones irregulares a pacientes terminales que se le lanzaron en 2005 desde el Gobierno de la Comunidad de Madrid -presidido por Esperanza Aguirre (PP)- cuando ejercía de coordinador del Servicio de Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés y que le situó al borde del linchamiento moral. Doce años después de ser acusado de aplicar la eutanasia a 400 enfermos y nueve después de haber sido absuelto de todos y cada uno de los cargos, el doctor Montes participó ayer en Santander en un debate sobre la eutanasia organizado por Podemos Santander en su sede de la capital cántabra. En ese marco, Montes volvió a reivindicar una ley de muerte digna que permita a los pacientes disponer de su propia existencia, de nuevo en el centro del debate político tras el rechazo que encontró en el Congreso, hace apenas dos meses, la proposición de ley que presentó Unidos Podemos para regularizar la eutanasia y reformar el artículo 143 del Código Penal en el que se castiga.

¿Por qué un médico tiene que ayudar a morir? ¿Su objetivo no es el contrario?

Cuando fracasa la medicina activa, que es la que consiste en tratar de recuperar el equilibrio de salud que se ha perdido, la otra parte de la medicina, igual de importante, es la de cuidar, acompañar y hacer que el tránsito hacia la muerte sea apacible, no tormentoso. No es nada contradictorio. Todos nos vamos a morir y luchar contra la muerte es un imposible. La preservación de la vida no puede ser el objetivo único de la medicina, sería como luchar por la inmortalidad.

El 'Caso Leganés', en el que recibió gravísimas acusaciones de mala praxis, ¿le ha dejado secuelas?

Fueron acusaciones indignas. Pensar que en un servicio como el de Urgencias, donde trabajan más de 200 personas y por el que pasan todos los médicos, alguien pueda cometer 400 homicidios con sedaciones de larga duración y controlar las voluntades de todos, es inconcebible. Fue una cortina de humo por parte del Gobierno madrileño para plantear la privatización de la sanidad pública, para tirar un gran torpedo a la línea de flotación de la sanidad pública, generando una situación de alarma social a partir de esas muertes por supuesta mala praxis.

¿Le pidió alguien disculpas?

¿Las autoridades de la Comunidad de Madrid? Para un político, y más siendo del PP, pedir disculpas o perdón sería un acto de humildad de tal calibre que era imposible ni planteárselo teniendo en cuenta la soberbia con la que gobiernan. Cuando los tribunales cerraron el caso, dijeron que del doctor Montes no se volvía a hablar, y así ha sido.

Hasta su jubilación, siguió trabajando en el hospital Severo Ochoa. ¿Cómo fue su relación con los compañeros después de toda la polémica? ¿Se sintió apoyado?

El caso me hizo un hombre público cuando no lo era, por lo que cambió mi vida. A nivel profesional siempre se me trató con bastante respeto, no por parte de la dirección y los órganos de gestión de los hospitales, pero sí por los compañeros, que me demostraron respeto, cariño y me arroparon, fueran de mi especialidad o de otra. Fue duro, pero lo hemos pasado.

En la parte positiva, al margen de su absolución, ese conflicto reabrió el debate en España sobre la eutanasia.

Así es. Después del 'Caso Leganés' se abrió el debate de los derechos de salida de la vida, empezaron las mareas blancas en defensa de la sanidad pública...

¿Por qué hay que despenalizar la eutanasia?

Porque los humanos somos propietarios de nuestro destino. La muerte es un hecho más de la vida, de nuestra biografía, que tenemos también que protagonizar. Hay tres formas de poder ejercer esta opción: el suicidio simple, que no lo queremos nadie, porque es una muerte trágica, violenta y en soledad; y las otras dos son el suicidio asistido y la eutanasia, que deben ser legales y estar reconocidas, como sucede en otros países. Y esto es lo que reivindicamos desde la asociación Derecho a Morir Dignamente, el derecho a decidir sobre el final de nuestra vida. La autonomía y la libertad son el primer valor de la Constitución, pero nos las están negando.

¿Quién podría solicitar el derecho al suicidio asistido?

Estamos hablando de una muerte voluntaria, por lo que lo primero es que la persona sea mentalmente competente y la decisión sea propia, no de otros. Además, se tienen que dar dos contextos: que sufra una enfermedad que va a conducir irremediablemente a la muerte y que padezca un intenso sufrimiento físico o psíquico refractario al tratamiento y haya renunciado a los cuidados paliativos. Hay que cambiar el Código Penal y hacer una ley que recoja estas condiciones. Si se dan las garantías suficientes, se evitará además que no haya un abuso de este derecho, que es la principal preocupación de la sociedad y más con la ideología del miedo imperante. Nosotros defendemos una muerte responsable. Todo el mundo está a favor de la vida, pero cuando alguien decide renunciar a ella es porque tiene una situación que no es soportable.

¿Se puede decir que en España hay una demanda social de legalización de la eutanasia?

Hay un clamor popular. Todas las encuestas de opinión que se realizaron desde mucho antes del Código Penal de 1995 ya reflejaban de forma mayoritaria, alrededor del 60%, que los ciudadanos estaban a favor de la legalización; en la encuesta del CIS de 2003, ya éramos un 67% quienes pensábamos así; en la de 2011, el porcentaje creció hasta el 74%; y las ultimas encuestas indican más del 80%. La sociedad, cada vez más laica, tiene claro que quiere tener el derecho a decidir sobre el final de su vida. No hemos decidido la entrada, el nacimiento, porque han decidido por nosotros, pero sí al menos queremos poder decidir la salida.

Entonces, ¿por qué no se aprueba la ley en el Congreso para despenalizarla? ¿Hay cobardía política?

Todavía no salgo de mi asombro, no lo entiendo. La votación de la ley garantista que propuso Unidos Podemos y las confluencias tuvo los votos en contra del PP, previsibles, pero también 122 abstenciones de PSOE y Ciudadanos. ¿No ven lo que pasa en la calle? Me causó un gran estupor, es como estar mirándose al espejo y no ver la realidad, no ver que es una demanda social clarísima.

¿Confía en ver aprobada esta ley alguna vez?

Sí, soy optimista, va a ser más pronto que tarde. A lo largo de esta legislatura seguirá el debate y en ésta o la próxima, si los ciudadanos seguimos pensando que no es bueno el bipartidismo o las mayorías absolutas y la sociedad se sigue repartiendo en las distintas alternativas políticas que existen ahora, creo que se va a llegar a un acuerdo y la ley saldrá para adelante.

¿Cómo le gustaría morir?

No me quiero morir, pero tampoco voy a dejar mi vida en manos de terceros. Si he sido protagonista de mi vida en todos sus capítulos, también lo voy a ser en el último.

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