El alavés y los disparates del 'Ra, ra, ra'
MI SAQUE DE ESQUINA ·
La ignorancia también es fuente creativa. Alrededor de un misterio se abren puertas a las teorías más rocambolescas. Parece que no puede existir algo que ... no tenga un origen documentado. Si se desconoce, se inventa. Ocurre con el popular cántico de ánimo deportivo que todos hemos escuchado alguna vez: 'Alavivo, alabá, alavín, bon, ban'. Hace años, cuando disfrutaba leyendo el libro 'Épica y lírica del fútbol' (1996), de Julián García Candau, descubrí el primer disparate para explicar el origen de este cántico. García Candau, que en su libro se refiere al cántico con el añadido del nombre del equipo propio y la frase «y nadie más», afirmaba que nació en Vitoria en tiempos en que Jacinto Quincoces comenzó a jugar al fútbol, y que el 'A la bi' está compuesto de la contracción de 'Hala Vitoria', con el alabá referido a la provincia de Álava (Araba en euskera).
Más recientemente he leído otra teoría no menos jocosa de otro periodista que, presenciando el partido entre México y Polonia en el último Mundial, evocó su niñez cuando los hinchas mexicanos comenzaron a animar a su selección con el 'Alabí, alabá, alabín, bom-ba, México, México, ganará', argumentando que el cántico procede del árabe: 'Alla;ibín áyya ba;ád allá;ib bón bád', que significa algo así como 'Jugadores, venga ya, el juego va bien'. Este periodista también se atreve a interpretar el 'ra, ra, ra' racinguista que en su criterio también es de origen árabe y significa, 'mira, mira, mira'.
Los buenos aficionados racinguistas conocen bien el origen de este cántico que poco tiene que ver con alaveses y árabes. Su popularidad en España fue introducida en 1925 por un grupo de jóvenes de la peña racinguista El Tirabeque, grupo que se había instalado en la grada recién construida que se ubicó detrás de la portería del norte del campo. Los chavales del Tirabeque alborotaban los momentos del juego con gritos y flamear de pañuelos que avivaban los Campos de Sport con un escandaloso entusiasmo. Cuando el fotógrafo, periodista, árbitro y años después presidente de la Federación Cántabra de Fútbol, Alejandro Quintana, percibió aquel comportamiento y jaleo de gritos nunca oídos en Santander, exclamó dando nombre a la nueva grada que se identificaría para siempre con el grupo del Tirabeque, ya que, a modo de sorpresa, recitó el primero de los versos de Don Juan Tenorio de Zorrilla: «¡Cuán gritan esos malditos!».
La exclamación fue muy celebrada, y aquella grada pasaría a llamarse la Gradona de los Malditos. Ya abundaban entonces las expresiones sonoras tan características de los estadios deportivos. Se protestaba al árbitro con silbidos y se celebraban los goles con exclamaciones y ovaciones, aunque no había más coordinación ni ensayo que la improvisada y sugerida por el desenlace del juego. Pero buscando una mayor homogeneidad, coordinación y estilo para apoyar al Racing, los jóvenes del Tirabeque encontraron la inspiración en México, donde alguno de sus miembros había residido, sugiriendo la propuesta de un rítmico sonido que aún permanece vigente en aquel país. Atraídos por la musicalidad, sencillez y fortaleza final de las notas, con ligeros arreglos y añadiendo el nombre del club, el cántico se presentó en los Campos de Sport en la apertura del Campeonato Regional de Cantabria el 18 de octubre de 1925. El redactor de Palestra, José María Barbosa, destacó el cántico en su crónica y escribió: «El público, primero se sorprendió. Luego le pareció simpática la feliz idea y acabó por escuchar con agrado y complacencia el momento emocionante en que los tirabequistas, puestos en pie, decían con expresión de entereza: ¡Alavivo!, ¡Alabá!/ ¡Alavín! ¡Bon! ¡Ban!/ ¡Racing! ¡Racing!/ ¡Ra! ¡Ra! ¡Ra!».
Fue el periodista Luis Soler, desde su seudónimo de 'Sollerius', quien recordó el 16 de mayo de 1935 en El Cantábrico la llegada del cántico a Santander desde México, señalando a Jesús Lera como el introductor y añadiendo que «Éste, que acababa de regresar de México, enseñó a dichos jóvenes el grito de ánimo que se coreaba por la afición mejicana al equipo del club de España».
Entre las teorías disparatadas que uno puede encontrarse sobre el origen del ra, ra, ra, siempre destacaré por digna, elegante y literaria la que nos dejó el poeta y periodista José del Río Sáinz 'Pick' en uno de sus 'Aire de la calle'. Cuando descubrió su procedencia mexicana escribió: «Ese estribillo insistente y litúrgico, que se clava como la punta envenenada de una flecha en el corazón de los espectadores pacíficos de los grandes 'matchs', nos hacía pensar en el grito ronco y prolongado con que los indios apaches y comanches daban la señal de matanza cuando caían sobre los europeos invasores. En la civilización no era posible encontrar una música así, que hiriera al mismo tiempo el tímpano y la conciencia del adversario. Porque el 'ra, ra, ra' tiene algo del silbido del viento, del mugir del bisonte, del graznido del águila y de la tenacidad».
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