Alta costura

Durante los últimos años, en la intimidad de su casa, en los ratos libres, ha ido confeccionando una serie de vestidos inicialmente para muñecas pero más tarde de un modo autónomo dando rienda suelta a su imaginación creadora sin estar sometida a los gustos de unos posibles clientes. Una selección de sus trabajos son los que ahora nos ofrece.

A Rafi le gustan los diseños de Chanel, Dior o Balenciaga, puede inspirarse ocasionalmente en ellos. Hace suyas las palabras que recoge Florence Delay en su libro Alta costura, de las respuestas en la única entrevista que concedió el genial modisto de Guetaria: «Un buen modisto debe ser arquitecto para los patrones, escultor para la forma, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo para el sentido de la medida». Pero como tantos otros creadores del mundo del arte, todas las referencias que puede tomar las personaliza en busca de un estilo propio que remite a ella misma.

El espectador entendido, mayoritariamente femenino, al visitar la exposición se fijará en la minuciosidad con la que están integrados los diversos elementos de los vestidos, el cuidado de los detalles más inapreciables y la variedad de técnicas empleadas: lorzas a vainica, telas perforadas, bordados Richelier, bodoques, frunce de onda, cordón y bies en cintura, lazos elaborados a festón de uña… Todo un vocabulario específico que remite a una labor de ejecución exquisita que a veces puede pasar inadvertida si no se aproxima uno a los diferentes modelos para verlos de cerca.

El prêt à porter y la ropa de marcas de bajo coste ha ido arrinconando a sastres y modistas. Quedan pocos. Así como tiendas de telas. Heroicos quienes resisten. Rafaela González, Rafi, es una de ellas.