Bien está lo que está bien. Y de rigor y justicia es aplaudirlo. Devoto de las machinas, el cronista se cuadra e inclina la cabeza ... ante un monumento oportunísimo. Evoca el bicentenario de la espantosa batalla naval que tanto nos asustaba de párvulos oírla relatar al maestro de guardapolvo gris armado con amenazante palmeta frente al encerado. La leyenda de la lápida al pie del monumento conmemorativo es elocuentísima: 'Honor a cuantos lucharon y sufrieron / honor y gloria a los que murieron / bicentenario de Trafalgar 1805-2005'.
Bien por el Ayuntamiento. Que tan a la altura de las circunstancias supo estar al plantarlo o dejarlo plantar en el paseo marítimo, junto a la bahía. Justo es también resaltar que dos calles del callejero local recuerdan la desastrosa batalla naval que tuvo lugar el 21 de octubre de 1805 entre la flota británica de Nelson y la española del almirante francés Pierre de Villaneuve. Dos calles céntricas, de solera y amable trato.
1.- Gravina. Por Federico Carlos Gravina (1756-1806), capitán general de la Real Armada Española, todo genio y decisión en el combate, según Napoleón. Herido en la batalla, perdió un brazo y, a consecuencia, la vida. Quien frecuenta la Casa-Museo de Menéndez Pelayo y la Biblioteca Municipal bien conoce la calle que honra su memoria, entre Cisneros y Rubio, pues que por esta tiene acceso.
2.- Alsedo Bustamante. Por el Francisco así apellidado, quien vino al mundo en la casa familiar de Villatorre, plaza Vieja, esquina a Santa Clara y al oeste de la iglesia de la Anunciación. Alcanzada en mal sitio, la nave por el capitaneada se fue al fondo del mar. ¡Triste fin del navío 'El Montañés', costeado en Santander por suscripción popular! ¡Triste fin del capitán y de la tripulación; formada mayormente por marinos montañeses! La calle, por Guevara, San Celedonio y Sevilla, recuerda el naval desastre. De hace casi dos siglos y cuarto.
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