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Santandereando

Sabiduría popular

Viernes, 29 de noviembre 2024, 07:09

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Leído, visto o imaginado, que uno ya no sabe si es general o soldado. Elogio patriotero: la mujer y la sardina ha de ser santanderina. ... O pequeñina, que igualmente rima. Para los pescadores de aguadulce, provistos de botas de goma hasta las ingles y chubasquero de Godofredo: Morena, préstame una pestaña, que voy al río y se me olvidó la caña. Para los que se acodan en la barra y hablan fumando al servicio: Echa vino, montañés, que lo paga Juan de Vargas, el que a los pobres socorre y a los ricos avasalla. Para los que saben más que les han enseñado: El que a Santander vino a tomar un vino, y a Solórzano no vino, ¿a qué coño vino? Que no se enfade la competencia, el nombre del establecimiento puede cambiarse a voluntad: La Cigaleña, Goya, El Atraque, Rampalay, La Conveniente... Y ojito con doblar el codo en demasía que luego hay que metabolizar lo bebido abrazado a una farola para no irse de bruces al puto suelo. Para los que por nada del mundo cambian lo poco propio por lo mucho ajeno: Yo soy así, mis costumbres son estas y no las quiero perder. Soy montañés hasta la entraña. Y si volviera a nacer elegiría nacer en La Montaña. El que espetan los desdeñosos 'Santander, cagar y volver' me lo callo por ofensivo y escatológico. Para los chistosos que saben de cuentas: En Solares, cuatro huevos son dos pares. ¡Y en La Cavada, no te digo nada! Para los positivos: No tengo memoria pero no te olvido. Para dejar huella hay que tener los pies en el suelo. A borrico regalado, cordón dispuesto. Y para los añorantes del fuego del llar y los dichos de la abuela: Si nieva por san Andrés, más nevará después. Y para rematar con regusto cantabruno: Del inviernu de muchu yelu, buena fruta en veranu esperu.

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