En la década de los ochenta comenzaron a extenderse a partir de las grandes ciudades dos lenguajes artísticos, el grafiti y los murales sobre las ... medianeras de los edificios. El grafiti consideran los historiadores de arte que nació en el metro de Nueva York en los sesenta vinculado al hip hop, pero en España es en los años ochenta de la denominada Movida cuando comienza a generalizarse. Madrid fue el epicentro de un modo de expresión juvenil sobre los muros de las ciudades en las que aparecían palabras, frases, dibujos, una combinación de formas y colores intensos y vibrantes. Los jóvenes salvajes estampaban su firma con la misma decisión que de pequeños grabábamos en la corteza de los árboles nuestro nombre o lo escribíamos reiteradamente en el encerado. En algún momento las paredes resultaron insuficientes y cualquier soporte del mobiliario urbano valía como superficie pictórica: bancos, bajos comerciales o vagones de autobús o tren. Cuanto más difícil y arriesgado era el lugar elegido, más valor tenía. Algunos guerrilleros del arte urbano se hicieron legendarios. ¿Se acuerdan del madrileño Muelle? Se dice incluso que fue tentado por una firma comercial como publicidad. Muchos de ellos secretamente ansiaban convertirse en un Keith Haring o un Basquiat, iconos americanos prematuramente desaparecidos que llegaron a triunfar en el ámbito del arte. Hoy mismo Bansky es un misterioso mito codiciado incluso por prestigiosos coleccionistas. Los grandes murales, en cambio, venían a iluminar fachadas con una intención claramente artística intentando borrar las manchas y desconchones leprosos de algunos edificios.
Viendo el hueco que ha quedado al derribarse las viviendas de la calle Carrera y la pared que se ha levantado, milagrosamente vírgenes aún, pensaba en posibles murales bajo una temática concreta, realizados como un proyecto muy meditado. Afortunadamente no sería difícil encontrar quiénes lo podrían llevar a cabo. Desde la Escuela Municipal de Artes a la Escuela de Arte N1 de Reocín. Ideas seguro que no faltarán, tampoco manos ejecutoras con habilidad e imaginación. De paso, alegraríamos un poco una calle maldita. A lo peor en pocos días la encontramos empapelada con propaganda electoral.
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