La Universidad de Cantabria tiene dos centros en Torrelavega. El más antiguo es la Escuela Politécnica de Ingeniería de Minas y Energía, conocida popularmente como ... la Escuela de Minas; el más reciente, la Escuela Universitaria de Fisioterapia. Un campus reducido para las aspiraciones de la ciudad que siempre reivindicó unos estudios universitarios de veterinaria a partir de la importancia cultural y económica de la ganadería en la comarca y contar con el Mercado de Ganados como lugar emblemático y metáfora de la pujanza de este sector. Con ello se conseguiría una descentralización pero también reconocer la importancia de la ciudad y contribuir a su desarrollo social y educativo. Por otro lado, la corta distancia a Santander, donde se encuentran los órganos rectores de la universidad, no encarecerían ni dificultarían la gestión administrativa en exceso, probablemente otras universidades de mayor rango tengan sus edificios más distantes. Malos tiempos ahora con la crisis para insistir y lograr el viejo deseo con tantas infraestructuras pendientes para Torrelavega.
Poca representación universitaria por tanto en la ciudad, sí, pero lo que me resulta más llamativo es la escasa actividad cultural que realiza la Universidad en nuestra ciudad. Recibo todas las semanas la agenda cultural en la que aparecen los diversos actos que organiza a través de sus aulas (cine, música, letras, teatro, exposiciones…) en distintos formatos en espacios de su ámbito y no recuerdo haber visto alguno en la capital del Besaya. No sólo por los propios alumnos que estudian en los mencionados centros universitarios que en su formación necesitan como complemento a su formación científica la humanística, sino también por los vecinos, la Universidad de Cantabria debiera estar más implicada en potenciar sus propuestas culturales en la ciudad. Bien en sus recintos educativos o bien con la colaboración de otras instituciones que les podrían proporcionar espacios más céntricos y cómodos, sería deseable que la presencia de la Universidad no quede reducida a la actividad en las aulas y pueda tener un reflejo en el tejido social contribuyendo a su cohesión y dinamismo. Los cursos de verano no debieran ser la única actividad que desarrolle la universidad anualmente.
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