Insultadores e insultados
ENTRE PARÉNTESIS ·
Nadie negará el dicho, en lo que a los tontos respecta, que cada día que amanece el número de bobos crece, por lo que su ... número es infinito. Y habiendo tanta estupidez, habrá que reconocer que, en el mundo del insulto, corren tanto riesgo los insultados como los insultadores, aunque, como bien dice un refrán castellano, «El remedio de las injurias es su olvido», y pocos remedios encontrará quien se dedica al 'animus insultandi' con ofensas, improperios y agravios que, tarde o temprano, se revuelven contra uno.
El apasionamiento nubla la inteligencia. La pasión del fútbol y su Mundial, además del espectáculo deportivo y la fiebre de reivindicar derechos en países ajenos, nos ha mostrado en las redes sociales un buen ejemplo de ceguera de sensatez con la retahíla de insultos lunfardos de los hinchas argentinos tras la derrota de su selección nacional contra Arabia, ya saben, que si «la concha de tu madre» y «los boludos» de los futbolistas.
Con expresiones menos soeces, pero con las mismas ganas de meter el dedo en el ojo, nuestros políticos también se dedican a insultar para disimular su falta de argumentos y anular los criterios juiciosos de sus votantes, convirtiéndolos en apasionados hinchas con instintos futbolísticos. En este contexto, los insultados e insultadores se dividen en función de su ideología. Los progresistas de izquierda han conseguido estereotipar su insulto hacia los que no piensan como ellos, todos 'fachas' o 'fascistas', mientras que el machismo se arroja a toda crítica que afecte a sus políticas de ¿igualdad?, incluidos jueces que aplican las chapuzas de sus leyes. Pero ¡ay si alguien les insulta a ellos! Entonces aparecen conceptos como violencia verbal, se rasgan las vestiduras en manifestaciones y perfeccionan su estilo de tirar la piedra, esconder la mano y hacerse las víctimas apedreadas. Es la nueva política de comunicación institucional del Gobierno insultador de Sánchez que se escandaliza si lo insultan.
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