Aceite
Tanta lata han dado con la dieta mediterránea, que al final hasta los amigos de lo ajeno se han debido convencer de sus bondades y ... ya han conseguido que el aceite de oliva sea no solo el buque insignia de nuestra gastronomía, sino lo que más se roba en los supermercados. Sí, sí: después de los simpas en gasolineras y restaurantes, ahora la última moda es agenciarte dos garrafas y salir con ellas del establecimiento a toda carrera.
El asunto, por supuesto, tiene su lógica: por una botella que costaba cuatro euros hace un año, ahora te clavan 14. Un 'diez por ciento' que no está muy claro quién se embolsa, pero que al resto nos está arruinando. El bolsillo, y un poco también la vida, porque a ver quién es el españolito que renuncia a su sartén de patatas, a sus huevos con puntilla o al placer de dioses de desayunar pan con aceite.
Así, no es de extrañar que el personal, desesperado, acabe asaltando las estanterías, porque las freidoras de aire serán todo lo maravillas que quieran, pero ¿qué son unas rabas sin su buen olor a fritanga? ¿De verdad vamos a renunciar así a nuestra propia identidad?
El caso es que se guinda tanto aceite que en las tiendas han acabado por ponerle alarma, y pronto lo meterán en vitrinas de seguridad, como el champán y los licores caros. Vamos, que lo mismo en nada se acabará formando un mercado negro que ni los cárteles colombianos. Cualquier día nos encontraremos a camellos por las esquinas, mercando garrafas de cinco litros: ¡Aceite bueno, que se acaba de caer de un camión!
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