Dar vida a los años
Nuestro objetivo no debería ser convertirnos en una especie superlongeva, sino lograr envejecer con buena salud física y mental
Dado el creciente número de personas mayores en todo el mundo, el envejecimiento saludable se ha convertido en un gran desafío global. Hoy en día, ... aproximadamente el 20% de la población española tiene más de 65 años y se prevé que llegue al 33% en 2050. Este grupo es el que más recursos sanitarios consume, fundamentalmente debido a las enfermedades crónicas. Por lo tanto, existe la necesidad de comprender los mecanismos del envejecimiento y de descubrir estrategias que puedan prevenir o retrasar el deterioro asociado a la edad.
En la famosa novela satírica 'Los viajes de Gulliver', al llegar a la isla de Luggnagg, Gulliver descubre la cruel maldición de algunos de sus habitantes: viven eternamente, pero continúan envejeciendo. ¿Qué edad máxima puede alcanzar un ser humano? La respuesta rápida es que nuestro límite está en 122 años, la edad alcanzada por Jeanne Calment, la mujer más longeva de la historia. Pero ¿es posible superar esa edad?
La superlongevidad no es un concepto ajeno a la biología: el tiburón de Groenlandia supera los 400 años, el coral negro vive miles de años y algunos tipos de medusas pueden rejuvenecer. Esta insólita capacidad de invertir el reloj biológico se ha llevado al cine en la genial película 'El curioso caso de Benjamin Button'.
Todos estos modelos son una valiosa fuente de información para entender cómo han evitado durante tanto tiempo el deterioro que acompaña a la vida. Fijémonos en otra especie propia de latitudes árticas: la ballena boreal. Este es el mamífero con mayor supervivencia, más de 200 años, y el segundo animal más grande del planeta. Lo esperable sería que el mayor número de células y de divisiones celulares (cuando se producen las mutaciones en el ADN) en un animal de estas dimensiones se asociara a una mayor incidencia de cáncer y a una menor supervivencia. Esta aparente contradicción se conoce como la paradoja de Peto, descrita en 1977.
Un reciente estudio demuestra que las células de la ballena boreal tienen una mayor capacidad de reparación del ADN y una menor presencia de mutaciones que las células de otros mamíferos. Identifica el papel de la proteína CIRBP, que se activa a bajas temperaturas, en el proceso de reparación. Esta proteína es cien veces más abundante en la ballena boreal que en otros mamíferos, incluido el ser humano. Aumentar la cantidad de CIRBP en otras especies, como la mosca de la fruta, fue suficiente para alargar su vida e incrementar su resistencia al daño en el ADN.
Este trabajo plantea que la longevidad y la ausencia de tumores no dependen tanto de los sistemas que eliminan las células dañadas como de los mecanismos de reparación del ADN, que mantienen su integridad.
Aunque es demasiado pronto para trasladar estos resultados a nuestra especie, una línea de investigación prometedora es averiguar cómo activar CIRBP en el cuerpo humano. Es tentador imaginar que simples cambios en el estilo de vida, como la exposición moderada a bajas temperaturas, podrían tener un efecto protector sobre nuestro genoma. El negocio de la longevidad es uno de los sectores económicos que más crece a nivel mundial. Nos bombardean con soluciones que incluyen suplementos milagrosos, sueros de la juventud y un largo etcétera, al que se suma la incorporación más reciente: la biotecnología antienvejecimiento, con terapias celulares, reprogramación celular o reemplazo de tejidos. Sin embargo, la mayoría carece de evidencias científicas sólidas.
En la archiconocida obra de Tolkien 'El Señor de los Anillos', Gandalf le dice a Frodo: «Solo tú puedes decidir qué hacer con el tiempo que se te ha dado». Nuestro objetivo no debería ser convertirnos en una especie superlongeva, sino lograr envejecer con buena salud física y mental. Y esto, mientras la ciencia no aporte soluciones, depende de nosotros. Intentemos aprender de los estilos de vida en las regiones del mundo con mayor concentración de centenarios, popularizadas con el término 'Blue Zones', donde el sentimiento más natural es la alegría.
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