El lenguaje castrado
En Cuba, los contrarrevolucionarios son bandidos, igual que para Franco los últimos republicanos que se echaron al monte eran simples bandoleros. En algunos ambientes de ... Cataluña, los que huyen de la justicia son honorables exiliados políticos y los que defienden la Constitución son fascistas. También los terroristas se llaman soldados entre los radicales vascos y quien se atreve a llevar una bandera española por esos lares es un franquista provocador, aunque sea para animar a la selección de fútbol. La historia está repleta de casos en los que grupos políticos autoritarios o criminales no sólo pretenden imponer sus ideas, sino que también quieren hacerlo lavándonos el cerebro por medio de la palabra y la escritura, que al fin y al cabo es el instrumento por el que se expresa nuestro pensamiento y se comunica a los demás.
Hace unos años tuve la enriquecedora experiencia de asistir a un curso que me abrió las puertas al conocimiento de cómo se intenta alienar a las personas por medio del lenguaje. La metodología que se aplica en este tipo de cursos nos adoctrinaba a escribir para pensar de otra manera. Se parte de la base de que nuestro pensamiento está contaminado, que somos piezas de un engranaje social culpable y perturbado que es necesario redimir y curar porque al hablar y escribir discriminamos o consideramos inferior al prójimo. Así que a base de intolerancia, imposición y rechazo a planteamientos contrarios que anulaban el debate y la participación, se daban instrucciones de cómo hay que referirse a las cosas y a las personas. Entonces viví una penitencia de reeducación psicológica y conductista a base de repeticiones automatizadas que reconozco que no me duró mucho, porque tras el descanso de la primera sesión, no me volvieron a ver el pelo.
Aunque los intentos de lavarnos el cerebro continúan e incluso parece que triunfan en algunos sectores políticos, he sentido cierto alivio al comprobar que el nuevo libro de estilo de la RAE rechaza el lenguaje inclusivo y permanece firme para que las palabras no sufran castraciones sexistas ni ideológicas y mantengan su esencia libre de bandidos y bandidas.
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