El día del libro
Esta semana tienen lugar una serie de actividades en torno al libro para celebrar el día que a él se dedica. Lecturas, presentaciones de libros, ... conferencias o escenificaciones son algunas de las propuestas a las que nos convoca el hojaldre de papel con palabras, imágenes e ideas que es un libro. Acudiremos a las librerías para regalar o regalarnos alguno sumándonos a la celebración y aprovechando el aliciente del pequeño descuento que se nos ofrece.
En Torrelavega recuerdo las librerías que conocí, hablo de los años sesenta, fueron Antonino y Villegas, imprentas al mismo tiempo. Allí compré mis primeros libros. No olvido especialmente la histórica colección RTV a 25 pesetas con clásicos españoles iniciada con 'La tía Tula' de Unamuno a finales de esa década. Más tarde, abrieron otras: Liceo, Esmeraldo, Campillo y Puntal 2. Los estudiantes acudían a ellas a comprar sus primeros libros para realizar los trabajos que se les pedía en el instituto donde estudiaban. En los últimos años la ciudad ha sufrido la crisis que a nivel internacional han padecido las librerías con el cierre de muchas de ellas. Primero fueron las históricas Antonino y Villegas, más tarde Puntal 2, recientemente Liceo y Esmeraldo. Pese a que se han abierto otras dos, Dlibros y Estvdio, con propuestas dinamizadoras que animen al lector a acercarse, no deja de ser un panorama triste. Es verdad que ahora los comercios ya no son necesariamente específicos a la hora de comprar un producto, hay tiendas que venden de todo, como el pan que lo podemos comprar hasta en una gasolinera, y por lo mismo, un libro se puede adquirir, además de en la clásica librería papelería, en un quiosco, en un centro comercial o internet. Sin embargo, yo siempre he preferido acudir a la librería tradicional, donde conoces al librero y te cuenta las novedades editoriales, te sugiere títulos para regalar si le describes a la persona que va a recibir el libro, comentas la última lectura. Un poco como tu peluquero habitual. En fin. Acabo con una reflexión del novelista Martín Garzo: «La literatura no sólo debe servir para distraernos y hacernos olvidar nuestras preocupaciones; creo que tiene un sentido más hondo, y una de sus funciones es todo lo contrario: confundirnos, hacer que nos planteemos preguntas, volvernos críticos, intensificar nuestra lucidez sobre el mundo. Es una fuente de conocimiento».
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