El gallinero
Las gallinas de Dolores andan cabreadas desde que no pueden salir a la calle ante la amenaza de la gripe aviar. Y lo que diga ... ella, con 93 años y media vida criándolas, va a misa. Lo nota, así que no hay más que hablar. Porque no es lo mismo verlas encerradas que contemplarlas cuando disfrutan de la libertad por su finca de Vioño. Menos mal que las suyas siguen poniendo huevos a diario porque no está siendo lo normal. O si no que se lo digan a Benito, que tiene peor suerte. Sus gallinas de San Felices de Buelna están bastante estresadas y han dejado de poner al no estar sueltas. Deben pensar que no hay como salir del gallinero para darse cuenta de lo que una se pierde cuando hay que volver a meterse en él. Y es que las buenas gallinas, como las de Dolores o Benito, esas que dan esos huevos tan sabrosos, con la yema anaranjada que no te encuentras fácilmente en el súper, son aquellas que buscan el espacio abierto. Lógico. Ahí no se sienten controladas y pueden elegir a dónde ir y qué hacer. ¿Se imaginan?
Qué más quisieran algunos que mantenernos a todos dentro de un gallinero para que fuéramos fácilmente manipulables, abandonáramos el espíritu crítico, cada vez más necesario, y nos creyéramos todo lo que nos cuentan sin poder verificar su contenido. Sí, es cierto, no es sencillo salir del gallinero y menos cuando te lo imponen, pero hay que ser valiente, asumir riesgos y cuestionar a quienes nunca quieren ser cuestionados por mucho miedo que nos metan. Las gallinas de Dolores o de Benito son buen ejemplo de cómo, cuando pueden, buscan ese espacio de libertad. Y ahí, sin duda, es cuando ponen los mejores huevos.
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