Quizás nunca dejaron de serlo, pero las medidas para frenar el covid en Cantabria cada vez parecen tener más motivaciones políticas que sanitarias. Al ... menos es la única explicación para los hechos de la última semana. En plena tormenta de contagios, de aumento de hospitalizados y de frenazo al ritmo de vacunas, el Gobierno regional ha autocriticado sus propias decisiones, se ha desdicho a sí mismo y ha reculado con restricciones que había defendido con rotundidad en menos de 24 horas.
Cuando Cantabria llegó al nivel 3 de alerta y Sanidad anunció el cierre del interior de la hostelería en 19 municipios, el propio presidente regional no tardó ni dos horas en criticar la medida. O al menos en dudar de su eficiencia. Este tipo de desacuerdos antes se discutían en los despachos y no se aireaban públicamente, pero la hostelería se ha convertido en un arma política. Revilla no quiere volver a ser la diana de un sector muy beligerante y, por eso, no le importa poner en tela de juicio las decisiones de su consejero de Sanidad. Pero no es el único. Los hosteleros, hartos de dar un paso adelante y dos atrás, sumado al perjuicio económico con el que cargan desde el inicio de la pandemia, han pedido la cabeza de Miguel Rodríguez. Pero éste, en lugar de poner su cargo a disposición del presidente que lo ha desautorizado en público, ha pasado en pocas horas de defender con rotundidad el cierre de los interiores de los restaurantes a una medida mucho más 'light': los vacunados podrán entrar. Algo que, por cierto, el Ministerio se niega a aprobar debido a serias dudas sobre su legalidad, pese a que otras comunidades también lo están implantando. No hay que ser un adivino para aventurar problemas con el control de los accesos a los locales y con la intervención de los jueces más pronto que tarde.
Quizás, Sanidad debería plantearse que cada ola de contagios tiene sus propias características, y que las medidas que funcionaban hace un año puede que ahora no tengan impacto real en la contención del virus. Para eso está la información que facilitan los rastreadores. Para tomar decisiones que salven vidas, sí, eso lo primero, pero teniendo en cuenta la crisis económica que sufren miles de negocios en la región. Esa mezcla es la que debe conducir la toma de decisiones del Gobierno, no el miedo a perder votos o a que te muevan la silla.
Pero el problema ya no son solo las motivaciones y la fiabilidad de las medidas, sino cuándo se están tomando. Sanidad ha esperado hasta sufrir una incidencia de más de 700 casos y más de 110 hospitalizados para imponer restricciones más severas. No existe prevención real, solo parches para aparentar que hay alguien a los mandos.
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