Hace unos días he visto el libro que ha escrito Jorge Rodríguez de Rivera sobre nuestro querido pintor torrelaveguense Eduardo Pisano. Más de ... trescientas páginas en las que se hace una aproximación a su vida y a su obra. Con rigor y amenidad, el trabajo resume su biografía desde los años de infancia y adolescencia hasta su muerte. Apoyándose en una abundante selección fotográfica, el autor va describiendo los diferentes episodios de una vida nómada y bohemia, entre la necesidad y la pasión por la pintura.
Nómada por las trágicas circunstancias que le hicieron irse de España al terminar la Guerra Civil hasta residir en la bohemia del Montparnasse parisino. Como tantos otros españoles. Ahora mismo, en la sala de exposiciones de la Universidad de Cantabria, hay dos obras suyas en la muestra 'Exilio exterior. Exilio interior', junto a la de otros artistas cántabros que asimismo tuvieron que salir del país hacia los campos de refugiados franceses.
Su vuelta a Torrelavega en 1953, su implicación en la vida cultural de nuestra ciudad (recordemos su eterna reivindicación de una Escuela de Arte), los homenajes que recibió como reconocimiento a su trayectoria artística, son evocadas en la primera parte de este más que interesante libro. En la segunda, las exposiciones individuales y colectivas, la reproducción de carteles y catálogos, de sus lienzos de payasos, Cristos, procesiones, desnudos, flores y autorretratos, las conferencias y actos que se han realizado en torno a su figura en los últimos años, incluida la donación de cuadros de Eric Licoys, editor del libro e hijo de André Licoys, mecenas de Pisano, y que ha servido para formar la muestra permanente en la Casa de Cultura, completan las páginas de este estudio. El libro cuenta con el prólogo del prestigioso crítico de arte Juan Manuel Bonet, quien escribe: «Gracias a Jorge Rodríguez de la Rivera por haber escrito esta importante biografía, que nos ayuda a conocer un poco mejor el atrayente pintor que fue Pisano». Yo añado que su lectura nos devuelve la imagen que recordamos cuando venía periódicamente por Torrelavega, la de un Eduardo socarrón, con la gabardina sobre los hombros, su cigarro, su bonhomía y su sonrisa. El libro está escrito en francés. Esperemos que pronto sea traducido.
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