A la tercera ¿va la vencida?
Podemos juzgar la sinrazón de un partido que amenaza de esta manera a su socio de Gobierno, pero no podemos escandalizarnos ni sorprendernos de que ocurra. La memoria, en política, es un arma contra las exageraciones
En política hay pocas cosas que ocurran por primera vez y no hay nada que suceda por casualidad. El PSOE cántabro culpa ahora al PRC de romper el bipartito si no sostiene a Sánchez en el Congreso. Un anuncio que nos ha puesto a todos en vilo esperando su desenlace. Me pregunto si merece la pena cuando, quizás, el final es demasiado previsible. Podemos juzgar la sinrazón de un partido que amenaza de esta manera a su socio de Gobierno, pero no podemos escandalizarnos ni sorprendernos de que ocurra. La memoria, en política, es un arma contra las exageraciones. Por muy apocalíptico que se nos venda un temporal, a veces solo es una tormenta de verano. Ni es la primera vez que la sociedad PSOE-PRC se tambalea ni esta tensión entre ambos nace de un día para otro. Y nunca ha pasado nada porque los dos partidos se necesitan. Uno, el dinero; el otro, los focos.
Hace casi una década el AVE casi se lleva por delante al Gobierno de Cantabria: Zapatero anunció rebajas en las inversiones, el tren a Madrid se paralizó y Miguel Ángel Revilla dio un mes para retomar las obras o se rompía el pacto en Cantabria. Lola Gorostiaga, en aquellos años la otra parte del bipartito, salió entonces a hablar de «daños colaterales y estabilidad». Revolución abortada. Seis años después, los coqueteos de Revilla con Podemos (interesados, claro, para aprobar el Presupuesto) tensaron la cuerda con Eva Díaz Tezanos y sus socios socialistas, que no querían ceder con la salida de Salvador Blanco de Sodercán. Regresaban –más suaves esta vez– los amagos de crisis en Peña Herbosa y, de nuevo, todo quedaba en palabras.
Es cierto que esta vez existen matices agravantes. No solo la amenaza ha salido de la boca de un presidente del Gobierno en directo para todo el país, sino que la mala relación latente entre Revilla y Zuloaga puede entorpecer cualquier reconciliación. Pero la política es un bucle donde no solo se repiten los errores del pasado, también las soluciones menos dolosas disfrazadas de bien común. Por muy humillantes que nos parezcan.