Crecí en una ciudad con cuatro cines. En los años sesenta en Torrelavega tenían abiertas sus puertas Coliseum Garcilaso, Avenida, Concha Espina y Teatro Principal. ... En el Teatro Principal, los domingos por la tarde, íbamos cargados de chistes para intercambiarlos. Combinábamos por tanto la mitología cinematográfica y la gráfica, los héroes de la pantalla y los de las viñetas, los del celuloide y los del papel. Nuestra memoria sentimental se fue poblando de personajes y situaciones que junto a las canciones que oíamos por la radio nunca se nos olvidarían.
En los años setenta, al generalizarse la televisión en los hogares, los cines se resintieron. Los centros comerciales, los bancos y, ya a finales de la década, cuando se legalizó el bingo, vampirizaron a las salas de cine y ante el descenso de público y las ofertas tentadoras de dinero, muchas cerraron incidiendo en el tejido social de la ciudad. Fue como la herida de un picador al toro.
En los ochenta, incorporamos un nuevo recurso audiovisual, los vídeos. Y surge el videoclub. Ya podíamos ver casi todas las películas en casa a la hora que quisiéramos. Las banderillas al toro. En nuestra ciudad, después de un largo paréntesis sin cines, se abrieron los Arlequín en 1981 y el Pereda en 1983 animando un poco a los cinéfilos aunque por poco tiempo. La estocada, sin embargo, se produjo en los últimos años con la llegada de la televisión de pago, la multiplicidad de canales y la televisión a la carta. Muchos minicines, puestos de moda unos años antes, ya habían cerrado después de ofrecer a los espectadores unas salas más íntimas y diversificar la oferta con tres o más pantallas.
La puntilla, quizás ya innecesaria para los cines supervivientes, ha sido la moda de las series y el fenómeno Netflix. La expectación creada con el regreso de Juego de Tronos y la emisión de Roma por la citada multinacional son un claro ejemplo.
En Torrelavega nos consolamos con las proyecciones de la Filmoteca Regional en la Casa de Cultura. La programación de los jueves, más propia de una verdadera filmoteca, procura ofrecer cinematografías diferentes, minoritarias, filmes de autor. Que no prime lo comercial en la selección de títulos es importante. Pero lo que más hay que destacar es que las películas se proyectan en versión original. Un acierto.
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