¿Quién vivió en casa Mori?
Colindres ·
Isabel González
Colindres
Martes, 30 de abril 2019, 11:17
El algarabío de los críos nos hace sonreír, recordándonos a nosotros cuando éramos niños. Juegan entre ellos mientras comen unos panecillos con miel, que relamen antes de comerse el pan. Acaban de salir de una especie de cueva, imaginamos que allí tienen un escondite secreto para jugar. Nos acercamos al hoyo del que han salido y vemos con sorpresa que tiene unas escaleras que se adentran en la oscuridad. Uno de los chicos se queda mirándonos y le preguntamos qué es. Es un túnel que va hasta los frailes. ¿Qué frailes? le preguntamos, ¡los que viven en el monasterio de la Merced! Se nos activa inmediatamente la curiosidad. Un túnel hasta el monasterio... Les preguntamos a los chiquillos si se puede acceder a ese túnel y nos dicen que sí, con mucho cuidado, añaden, está muy oscuro y a veces se oyen ruidos de animalillos, y nos recalcan muy serios que vayamos en silencio, porque los frailes salen a regañarnos para que no entremos continuamente y guardemos el secreto, pero son muy buenos y siempre nos dan algo para comer.
Después de tanta intriga, bajamos las escaleras y nos adentramos en aquel hueco. La luz cada vez está más lejana detrás de nosotros, y vamos acostumbrando la vista a la negrura. Encendemos nuestras linternas y empezamos a explorar. Pronto llegamos a una puerta de madera vieja que está cerrada y pasamos de largo, pero un ruido se oye al otro lado, como si alguien nos observase. Empezamos a sentir incomodidad, pero la curiosidad es más fuerte y seguimos avanzando a pesar de lo angosto del hueco. De repente empezamos a tener la sensación de que caminamos hacia abajo. Ayudándonos de las paredes de tierra cada vez más húmedas, oímos a lo lejos caer agua y el ruido conforme avanzamos, es cada vez más claro. Enfocamos las linternas hacia el agua que caía de unas grietas en las paredes, el suelo está resbaladizo y peligroso, y aunque con ganas de seguir avanzando, decidimos darnos la vuelta...
Hacia el año 1515, se data un testamento de Sancho García de Mori quien mandó construir, junto con su hermano Pedro García de Mori una capilla en la Iglesia de San Juan situada en el lado del evangelio. Hasta mediados del siglo XIII se construían capillas fuera de los ábsides, pero a partir de entonces se hace común abrir estas construcciones a los lados de las iglesias, entre los contrafuertes, para satisfacer la devoción del pueblo. Los miembros de las familias más ilustres, tenían derecho a ser enterrados en estas capillas y era de vital importancia para ellos, mantener el estatus social incluso después de muertos, llegando a hipotecarse en vida, siendo muy común que se estableciesen rivalidades entre ellos. La capilla Mori fue construida, en su origen fuera del cuerpo de la Iglesia, hacia 1499, pero con las actualizaciones constantes de la Iglesia acaba fundiéndose dentro de la misma, por lo tanto se cree que es la más antigua. Resalta en ella un retablo de madera y una imagen de Nuestra Señora de la Concepción, en un altar, que mandó hacer hacia el año 1594 Pedro de Mori.
También se cree que la casa, al igual que su apellido, es de las más antiguas de Colindres, situada en el barrio del mismo nombre, lo que convierte el apellido en un topónimo, de donde procede desde el siglo XV. Está situada en el camino de la Merced, nombre procedente de un monasterio, el de nuestra señora de la Merced, que estaba 'pegante' a la casa. El mismo camino era utilizado por los viandantes y la nobleza, cortado hoy en día por la construcción de la autovía.
La familia Mori entre otros muchos bienes como tierras, viñas y naranjos, poseía unos molinos que construyó con una dote recibida por contraer matrimonio Pedro de Mori (hijo de Juan García de Mori y Mari Fernández de Escalante y nieto de Pedro García de Mori y María Saenz Saravia) con María de Zorrilla, los cuales arrendaba por cortos plazos, revisando los molinos siempre que se acababa dicho arrendamiento y haciéndolos pagar en caso de desperfectos.
La casa fue construida alrededor de la primera mitad del siglo XVI. Posee un escudo de las armas de Mori, casi erosionado, pero se aprecia un esqueleto contornado con una guadaña en alto, y en algunos escudos aparece una leyenda en bordura de plata que reza 'Moride'. También se aprecian las armas de Bolívar, Saravia y Velasco con los que estuvieron emparentados.