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Lino Mantecón (izquierda) y Javier Marcos, en una de las áreas de la necrópolis. Cavia

Los arqueólogos estudian una necrópolis con cerca de mil años en Raicedo

Registrarán, datarán y recuperarán el material de un camposanto sobre el que pasará la nueva carretera a Anievas

NACHO CAVIA

ARENAS DE IGUÑA.

Sábado, 7 de diciembre 2019, 08:00

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Los arqueólogos Javier Marcos y Lino Mantecón están documentando una necrópolis de unos mil años de antigüedad en el entorno de la iglesia románica de San Juan de Raicedo, en Arenas de Iguña, más de 80 metros cuadrados llenos de sepulturas, todas orientadas de este a oeste, «esperando el día del Juicio Final», como apuntaba el propio Javier Marcos, en referencia a las creencias que marcaron la orientación de esas tumbas.

No es un asentamiento de nuevo descubrimiento, pero si corría un riesgo inminente por las obras de ampliación de la carretera que comunica Arenas de Iguña con Anievas. Eso ha motivado el inicio, la semana pasada, de un estudio arqueológico patrocinado por la Consejería de Obras Públicas, Ordenación del Territorio y Urbanismo.

La existencia de esa necrópolis es conocida desde 1870, cuando Ángel de los Ríos hizo referencia a ese cementerio. Un campo santo algo alejado de la iglesia románica de San Juan de Raicedo, con lo que no se descarta que hubiera crecido entorno a otra iglesia anterior.

«Todas las sepulturas están orientadas de este a oeste, esperando el día del Juicio Final»

Marcos incidió en que esa necrópolis se conocía y estaba inventariada. «Hace unos meses notificamos su existencia ante la obra que se iba a acometer, hicimos sondeos y se comprobó que las tumbas estaban aquí». Así comenzó un estudio oficial que se había postergado durante décadas.

Las tumbas son de corte medieval, cajas en piedra cubiertas con una losa. Hasta ahora se han identificado medio centenar, quizá del siglo X o del XI, incluso anteriores. Y de distintos tamaños, para adultos, infantiles o una de un recién nacido. De momento es pronto para aventurar mucho más.

Incluso sobre la relevancia de cada uno de los enterramientos que se están encontrando es pronto para saber más. Dentro de la organización espacial del cementerio las más próximas a la iglesia deberían ser las de personas de clase más alta, pero la lejanía de la iglesia de San Juan no da pie a saber más sobre ese tema. Aunque los arqueólogos insisten en la hipótesis de que podrían girar entorno a otra iglesia anterior. El trabajo de campo terminará dando más datos sobre todo ello.

La semana pasada lo que se hizo es eliminar la capa vegetal para delimitar el terreno que ocupa, una extensión superiror a los 80 metros cuadrados, y en los próximos días entrará ya un equipo completo de arqueólogos, instalando una carpa para proteger cada vestigio de esa excavación. Marcos ya apuntaba a que no se descarta encontrar algún elemento interesante, como podrían ser estelas funerarias.

El porqué del cementerio o de una iglesia de tanta belleza como la de Raicedo en ese punto no deja lugar a dudas. Javier Marcos recuerda que ese camino entre los valles del Besaya y del Pas es histórico y de reconocida importancia.

Una parte extensa de esa necrópolis no se tocará, la que no está afectada por el paso de la carretera. En cualquier caso todo se documentará y el material o restos humanos si los hubiera se registrarán y se enviarán al museo arqueológico. No se descarta que una parte quede en San Juan de Raicedo, un deseo expresado por el alcalde de Arenas de Iguña, Pablo Gómez, que quiere dejar constancia en ese lugar de la existencia del campo santo medieval. «Un aliciente más para invitar a cuantos pasan por aquí a que paren y disfruten de la riqueza natural, arquitectónica o religiosa de nuestros pueblos», afirmó.

Otro alcalde, el pedáneo de San Juan de Raicedo, Fernando Saiz, es de la misma opinión. Incluso cree que un hallazgo así y su reflejo en un pequeño museo próximo a su ubicación potenciaría la importancia románica de la iglesia. Desde luego quiere que quede constancia «de lo que se ha encontrado bajo tierra».

Un descubrimiento que no ha sorprendido demasiado a los vecinos del pueblo. Alfonso Ibáñez, uno de los estudiosos de San Juan de Raicedo, apuntaba la semana pasada que se sabía que las tumbas estaban ahí. Sobre todo con la llegada de las grandes máquinas utilizadas para cultivar o cosechar, cada vez que entraban en esa tierra se levantaban losas, las que menos profundidad tenían. Todos los días se acerca al lugar y quiere documentar todo lo que se vaya haciendo para un próximo libro, que detallará parte del patrimonio del pueblo.

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