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Ocho de cada diez clientes de Miguel Ceballos, dueño de la frutería La Marina, pagan la compra con dinero en efectivo. Celedonio Martínez
Suances se desconecta del experimento y el monedero vuelve a imponerse a las tarjetas

Suances se desconecta del experimento y el monedero vuelve a imponerse a las tarjetas

El proyecto arropado por el Gobierno regional para fomentar el uso de las nuevas tecnologías en los pagos del día a día no ha sido secundado por comerciantes y clientes

NACHO GONZÁLEZ UCELAY

SANTANDER.

Viernes, 8 de diciembre 2017, 18:49

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Si se trataba de constatar los hábitos de los ciudadanos, está siendo un rotundo éxito porque los resultados de la experiencia no pueden ser más esclarecedores. Pero si se trataba de modificarlos, el proyecto 'Cantabria Pago Digital' -alumbrado en octubre en Suances con el objetivo de promover los pagos de todas las compras realizadas con el uso de las nuevas tecnologías frente a los tradicionales billeteros- está resultando un sonado fracaso porque ni comerciantes ni clientes, sean de casa o vengan de fuera, han puesto demasiado entusiasmo en participar en una iniciativa que no logra, salvo raras excepciones, variar sus costumbres.

Surgido en el Foro por la Modernización de Cantabria, y bajo el paraguas del Gobierno regional, el proyecto, en el que también toman parte Banco Santander, Mastercard y la agencia consultora Analistas Financieros Internacionales (AFI), encargada de coordinar esta iniciativa, proponía a los vecinos de Suances vivir un mes sin dinero en efectivo poniendo a su alcance todas las herramientas tecnológicas necesarias (tarjetas de crédito, teléfonos móviles e incluso pulseras de prepago dotadas con microchips) para evitar que vendedores y compradores bregaran en su día a día con monedas y billetes.

Ese viaje al futuro, sin embargo, ha durado más bien poco. El tiempo que ha tardado en atenuarse la euforia del momento inaugural, aquella mañana del 19 de octubre en la que un nimbo de autoridades -con la vicepresidenta Eva Díaz Tezanos al frente-, responsables del proyecto y periodistas desembarcaron en la localidad para ver cómo Suances se convertía en el primer municipio de España donde ya no se pagaba en metálico.

Celedonio Martínez

Entonces sí, vecinos y turistas tiraban de tarjeta de crédito hasta para pagar una barra de pan.

Hoy, un mes y medio después, gestos como ese son difíciles de ver en un municipio que si alguna conclusión puede extraer de este fallido experimento es que a España le va a ser difícil escalar posiciones en las listas del Banco Central Europeo, que en un reciente estudio sobre el uso del dinero en efectivo en el Área euro revelaba que el nuestro es uno de los países en los que los consumidores realizan un mayor número de pagos en efectivo al día (1,7) frente a otros países como Holanda o Finlandia donde esa tasa es de 0,6 y 0,7.

«Aquí la gente sigue pagando como lo hacía antes. Los que pagaban con tarjeta, con tarjeta, y los que pagaban en efectivo, en efectivo», asegura el propietario del estanco, Javier Alonso, que personalmente tampoco se ha aplicado el cuento: «Yo, cuando hago compras grandes, utilizo la tarjeta de crédito, pero cuando pido un café o un vino, no». Tras el entusiasmo del principio, «la gente ha vuelto a sus métodos de pago tradicionales».

Un abanico de opiniones

En esas entra Carlos Tenaguillo, un cliente alérgico al dinero de plástico. «No me gustan las tarjetas», confiesa el hombre, que paga en metálico, guarda la billetera y se refiere rotundo a la iniciativa en marcha. «Es una gilipollez».

En la puerta del establecimiento se cruza con Fernando Sánchez, un madrileño que no conocía el proyecto pero, a diferencia del anterior, lo aplaude. «Yo pago con la tarjeta porque me resulta más cómodo», dice el cliente, que considera que «todo es cuestión de habituarse». El gesto le cambia cuando se le pregunta si pagaría con ella un café. «¡Hombre! Pues no».

Celedonio Martínez

Propietaria de un bazar oriental, Fany reconoce que ella sí ha notado un ligero incremento en la utilización de tarjetas de crédito, aunque desconoce si ello viene motivado por la implantación del proyecto o, sencillamente, «porque los jóvenes están ya muy familiarizados con el uso de las nuevas tecnologías». Sea por la razón que fuere, en su negocio, como en otros del pueblo, no se admiten pagos con tarjeta de crédito inferiores a los 5 euros porque «nos crujen».

Se refiere Fany a las comisiones que el banco cobra a los comercios por la utilización de las denominadas Terminales Punto de Venta (TPV) -los denominados 'pasatarjetas'- que la entidad financiera colaboradora en esta idea ha puesto a disposición de todos los comerciantes del municipio.

«Pago un mínimo de 10 euros mensuales, así que si usted viene, me compra un artículo que cuesta un euro y me paga con la tarjeta, yo apenas voy a tener ganancia», se queja la mujer.

Iván Santos no le hace esa faena. El chico, que acaba de adquirir algunos adornos navideños por un valor superior, paga con su tarjeta. «Pago esto con tarjeta y supongo que tarde o temprano también terminaré pagando con ella el café». De hecho, dice que si no lo hace ya «es porque en muchos sitios prefieren el pago en metálico».

Quien dice un café dice un blanco o una barra de pan, aunque esto, cree Esther Criado, a la gente se le hace «bastante raro».

Encargada de la panadería La Gallofa de Suances, la mujer asegura que el pago digital no es el más frecuente en un establecimiento donde los productos que se adquieren apenas cuestan un euro.

«A los clientes se les hace extraño pagar un pan con tarjeta de crédito», afirma Esther, que, en cambio, sí ha adquirido esa costumbre. «Yo pago con tarjeta todo lo que puedo porque personalmente me parece la forma más cómoda».

Celedonio Martínez

Claro que para gustos, los colores. «Pues yo a eso no le veo ninguna ventaja», asegura Diego Gómez mientras echa un vistazo al género de Frutería La Marina. «Yo la tengo, y la utilizo, pero cuando se trata de una cantidad de dinero mayor. Para pagar un café, o un vino... No». Ni él ni Teresa Gómez, que le precede en el turno. «Yo solo la uso si la cantidad es de 30 euros para arriba. Para cantidades inferiores uso efectivo porque controlo más el dinero. Con la tarjeta llega un momento en que no te enteras de lo que gastas». Recién entrado en el establecimiento, Juan Carlos Ceballos se aferra a «la costumbre» de pagar en metálico, aunque reconoce que sus hijos, de 24 y 38 años, «tiran más de la tarjeta de crédito».

Tímido, el propietario de la frutería, Luis Miguel Ceballos, dice que «de cada diez personas que entran en la tienda, dos pagan con tarjeta». El resto saca el monedero.

«Es cuestión de habituarse a ello», piensa el encargado del restaurante Shore Pleasure, Claudio Losada, que cree que la gente tiene todavía «un poco de miedo» a la hora de utilizar las nuevas tecnologías para pagarse una caña.

Aunque más que miedo, Verónica López diría que vergüenza. Coordinadora de este singular proyecto supervisado por su agencia, la consultora está asumiendo ya que los resultados de este experimento no van a ser los que cabría esperar. «Hemos constatado que a la gente le da apuro pagar productos o consumiciones de bajo importe utilizando la tarjeta, lo cual nos dice que en este campo hay mucho por hacer», subraya López, que a la espera de las conclusiones de este estudio sociológico ya adelanta que la iniciativa «ha tenido poco impacto».

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