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No es la primera vez que la situación de este pequeño riachuelo origina las quejas de los vecinos. Su mantenimiento -sobre todo las labores referidas a la retirada del exceso de vegetación- es ya una de esas tareas prácticamente fijas en la hoja de ruta de la pedanía, «harta» de las consecuencias del taponamiento del río. Es más, el alcalde pedáneo, que ya conoce los cauces por los que ha de circular esta solicitud, ya se puso directamente en contacto con la CHC hace unas semanas para solicitar el inicio de los trabajos. El problema: «Que lo permiten, sí, pero de una forma superficial. Para una actuación más profunda es necesaria la petición del Ayuntamiento».

Ahí es donde entra el escrito oficial que espera el equipo de gobierno y la concejalía de Servicios Municipales -y que Mazo espera formalizar en los próximos días-. Lo que sea con tal de evitar que «el río se quede obstruido por la vegetación, se creen malos olores y, con ellos, vuelva a pasar todo lo demás», como aseguraba. La consecuencia más «desagradable» la recordaba ayer por la mañana la propia María Ángeles Arce durante su paseo. «Las ratas, que las vemos salir del propio río y aparecen, incluso, dentro de nuestros garajes».

Al igual que Mazo, la vecina del pueblo urge al Ayuntamiento a encargar los trabajos de limpieza a la Confederación Hidrográfica, organismo que ya en julio del año pasado acometió unas labores de conservación similares en el tramo inicial del arroyo -concretamente entre el collado de la Peña del Río y las inmediaciones del corazón de la pedanía-. «Está visto que habrá que volver a hacer algo porque este río, ya desde hace muchos años, viene dando problemas de este tipo», se resignaba la camarguesa.