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Los antiguos compañeros, junto a dos profesores, se hicieron una foto de familia en las escaleras de acceso al instituto Marqués de Manzanedo. Manolo Ugalde
Compañeros que nunca se olvidan

Compañeros que nunca se olvidan

Santoña ·

Una veintena de alumnos que estudiaron el Bachiller Técnico en el Manzanedo entre los años 1965 -1972 celebra un emotivo reencuentro

Ana Cobo

Santoña

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Jueves, 16 de noviembre 2017, 07:21

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Compartieron durante siete años de sus vidas pupitres, libros y trastadas. Se conocieron siendo unos críos y se dijeron adiós convertidos en hombres. Han pasado 45 años desde que pisaron por última vez las aulas del instituto Marqués de Manzanedo. Un largo tiempo que no ha conseguido borrar de la memoria a los compañeros con los que compartieron promoción. La de ellos es la del Bachiller Técnico, modalidad Marítimo-Pesquera, del 65/ 66 al 71/72.

El pasado fin de semana se reunieron en un emotivo encuentro al que acudieron 22 antiguos alumnos y dos de los docentes que les dieron clases, Isabel Yáñez y Juan Rangel. «Ya nos habíamos reunido otros años, pero éste ha sido en el que nos hemos juntado más compañeros, algunos han venido desde Galicia, y era la primera vez que venían profesores», cuentan Eduardo Badiola, José Luis Pérez, Alejandro Fernández y Luis Castillo.

El primer reencuentro lo celebraron en 2003, los siguientes en 2004 y 2015, y el último el pasado sábado. Unas jornadas de recuerdos, nostalgia y hermandad. Fue Eduardo Badiola, que trabaja en la secretaría del instituto, el que movió los hilos para celebrar la primera reunión en 2003. «Al ver que otros exalumnos se juntaban, saqué la lista con los nombres de los compañeros de mi promoción y se les mandó cartas a las direcciones de entonces». Contactaron con la gran mayoría.

«Después de 45 años, algunos no nos reconocíamos, pero al hablar ves que la esencia de cada uno sigue igual»

Alejandro Fernández, Antiguo alumno

La experiencia de volver a verse, charlar y viajar en el tiempo resultó tan gratificante que no han dudado en repetirla cuando ha sido posible. «En aquella época había internado en el Manzanedo y venían algunos chicos de fuera de Cantabria. Existían tres modalidades: pensionistas, medio pensionista que comían en el centro y eran principalmente chavales de la comarca y los que solo iban a las clases, que eran los que vivían en Santoña». En su caso, estudiaron el Bachiller Técnico modalidad Marítimo - Pesquera hasta quinto curso. Y, los que siguieron hincando codos hasta séptimo obtuvieron el título de técnico frigorista conservero.

«Entonces era una relación distinta a la de ahora. Los compañeros éramos más amigos, casi familia»

Eduardo Badiola, Antiguo alumno

Se conocieron con diez años recién cumplidos y forjaron una amistad en las aulas hasta los 17. Una estrecha unión que, por muchos kilómetros que les separe, nunca se ha roto del todo. Y es que, aunque muchos de ellos continúan viviendo en Santoña, otros acudieron a la cita procedentes de Galizano, Suesa, Noja, Laredo, Meruelo, Colindres Torrelavega y los más lejos de A Coruña. «Calixto y Aja era la primera vez que venían y teníamos mucha ilusión de verles de nuevo después de 45 años». Un tiempo demasiado largo.

El mismo carácter

«En algunos casos no nos hemos reconocido pero, cuando nos pusimos nombre y nos sentamos a hablar todo transcurrió más fácil. Porque, al fin y al cabo, sale un poco lo que teníamos dentro. Nos han cambiado las canas, algunos han perdido el pelo, pero la esencia es la misma. Al hablar ves que el que era bromista sigue siéndolo y el que era más serio, también», explica Alejandro.

En aquellos años pasaban casi todo el día juntos. De nueve a una de la tarde. Y de tres a seis. En los primeros cursos incluso acudían a clases los sábados por la mañana y por la tarde. «Los compañeros eran casi familia. Era una relación muy distinta a la de ahora. Éramos más amigos. Han pasado 45 años y seguimos considerándonos. Es un sentimiento que no se pierde», reconoce Badiola.

El reencuentro comenzó con una visita al interior del instituto, demasiado cambiado respecto al que ellos guardaban en su retina, aunque al pisar las nuevas aulas y la capilla inevitablemente volvieron por un rato a su niñez. Posteriormente, compartieron una entretenida comida en un restaurante. Por primera vez, se sumaron a esta velada dos de los profesores. Isabel Yáñez y Juan Rangel. «Entonces los maestros estaban más involucrados y te ayudaba fuera del horario escolar», recuerda José Luis. Hasta ahora, «no habíamos caído en la cuenta de invitarles. Han estado encantados y quieren que contemos con ellos para próximas ocasiones». Y, eso, que a Isabel les costó reconocer a sus antiguos pupilos. «Es que he tenido cientos de alumnos», se justificaba.

De ella, recuerdan que llegó a Santoña procedente de Valladolid con apena 27 años. «Éste era su primer destino y era muy joven. Rompió un poco los moldes de entonces, quizás no era tan seria como el resto». A medida que transcurrió la comida al ver los gestos, las voces, las miradas de sus antiguos alumnos se iba acordando de cada uno. Para refrescar la memoria, algún invitado se animó a llevar fotos en blanco y negro en las que se palpaba la juventud e inocencia de entonces.

Como no podía ser de otra manera, hubo un recuerdo para los compañeros que fallecidos y afloraron decenas de anécdotas. «Que si te acuerdas la semana de ejercicios espirituales en la capilla». Las actuaciones del grupo 'Propulsión 70' en las fiestas de Santo Tomás de Aquino. Los bailes para sacar dinero para el viaje de fin de curso. Las carreras de atletismo en las pistas que marca el profesor de gimnasia en el patio de tierra. Los recuerdos se amontonaban a la hora de dar paso a las palabras. Luis cuenta que el Manzanedo era el único instituto que había en la zona. «Yo venía en autobús desde Escalante y era medio pensionista, de los comían en el centro».

Aprendiendo artes de pesca, nudos marineros...

En cuanto a la enseñanza se recuerdan aprendiendo artes de pesca, nudos marineros, usando la máquina cerradora de latas y hasta hacían práctica en un barco en la mar. Las clases teóricas las combinaban con talleres de electricidad, carpintería, mecánica, de forja... «Teníamos hasta una fragua y nos enseñaban a soldar».

Todos comparten esa sensación de que la educación de finales de los 60 y principios de los 70 era más estricta. «Había más respeto. Éramos gamberros propio de la edad que teníamos pero los profesores no se andaban con tonterías. Nos castigaban y nos daban alguna torta y ninguno quedó traumatizado». Al contrario, se convirtieron en hombres de provecho que ya piensan en un nuevo reencuentro para noviembre del próximo año. «Sentarse hablar y recordar las cosas vividas es algo estupendo».

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