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Javier Cotera
De Cuatro Caminos, de toda la vida

De Cuatro Caminos, de toda la vida

El cántabro sevillano de 'La Flor de Toranzo', Rogelio Gómez, y el alguacil de la Plaza de Toros estaban, incluso, antes que la propia Feria y cada año vuelven a reunirse en julio. Esta vez, en el ruedo y con 'Radio' como compañía

Álvaro Machín

Santander

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Lunes, 23 de julio 2018, 07:19

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Kankel, el corralero, cuenta en un cuartuco convertido en álbum de fotos de cuatro paredes, que su padre alguna vez hizo el paseíllo. Cuando la cuadrilla no venía completa a alguien tenían que vestir de luces... No anda lejos el azulejo que le dedicaron a 'Madroñito', el toro de Adolfo Martín indultado hace un par de años por 'El Cid'. «Es de Luis Rizo, un pintor sevillano buenísimo», explica Rogelio, que tuvo mucho que ver en que en la plaza se recuerde aquello para siempre. «Mira, te voy a contar la anécdota», empieza José Luis, aún con el sombrero puesto. «'El Cid' indultó al toro y había que darle los trofeos, las orejas. Como estaba vivo porque le habían indultado, lo normal es darle las de otro toro. Pero es que era el primero de la tarde... Así que se le entregaron dos orejas sin orejas...». Y así, entre historia e historia, se tiran el alguacil y el aficionado media mañana mientras les hacen las fotos.

El primero –José Luis, el alguacil– es José Luis Saiz (Santander, 1957), vestido con su traje negro y acompañado por 'Radio', un caballo precioso que da para discutir si es tordo tabaco o tordo picazo. El otro –Rogelio, el aficionado– es Rogelio Gómez (Sevilla, 1946), un cántabro sevillano (o al revés) que es, posiblemente, el único hostelero con más medallas que Michael Phelps. Al Mérito en el Trabajo, la de de oro y brillantes del Racing, la de la ciudad de Sevilla... Y el reconocimiento, en su día, al aficionado ejemplar de la Feria de Santiago. Fue (está jubilado y su hija cogió el testigo) el responsable de esa embajada en Andalucía que es 'La Flor de Toranzo' –una taberna de culto en Sevilla–. Dos del coso de Cuatro Caminos, de los de toda la vida. Tanto que echan cuentas y memoria. Hablan de las corridas de agosto antes de que hubiera Feria en julio. De tardes, de veranos, de figuras... Han estado en todas.

«La semana de la Feria la dedico a atender a los amigos que vienen de Sevilla y mostrar la belleza de esta tierra»

rogelio gómez | El cántabro sevillano de 'La Flor de Toranzo'

Rogelio habla de infancia por aquí y de trabajo a partir de los doce ayudando a su padre allí. Cantabria y Sevilla. «Los veranos me venía, andaba a la hierba y a uncir la pareja, que era lo que más me gustaba». Con el acento de quien ha estado tantos años tras la barra del local de la calle Jimios, vacila al que le pregunta qué es eso de 'uncir a la pareja'. Demasiado asfalto y juventud. «Pues preparar a las tudancas para ir al verde, a abonar o a lo que fuera. Todo lo que ahora se hace con tractor antes se hacía a mano o con la pareja». Fue su abuelo materno el que le metió «el veneno de los toros» y se atreve a buscar entre los archivos del móvil el vídeo de cuando él mismo se puso delante de una vaquilla. «Yo la semana de la Feria la dedico a atender a los buenos amigos que vienen de Sevilla y a mostrarles la belleza de esta tierra, que es algo que no se puede ocultar». Fiestas para «vivir en la calle» y para llevarles a los «dos o tres restaurantes de los amigos que tengo para que disfruten de los manjares que tenemos».

¿Anécdotas? Todas. Cuenta que el rejoneador Javier Buendía vino a una corrida «y no toreaba hasta la semana siguiente en Barcelona». Para allá iba a irse a hacer turismo hasta que Rogelio le empezó 'a pasear'. «¿Dónde puedo dejar los caballos?», le preguntó. La semana entera se tiró aquí «y no querían irse». Y, ya que estamos, entre una cosa y otra, Gómez también aprovecha para una cuñita: «Lo que es una pena es que no vengan más toreros sevillanos porque son los que arrastran». Viene mucha gente, dice. «Si sales de la plaza y vas saludando a un montón de personas que conoces de allí», señala su hija, que le acompaña a la sesión.

Todo esto lo cuentan mientras preparan a 'Radio' y José Luis se pone el traje. Se conocen. Por supuesto. Hasta se juntan para pasar a mediados de agosto la fiesta de Nuestra Señora, en Acereda. «Lo primero que hacía el aguacil antiguamente era el despeje de la plaza. Antes andaba gente por el ruedo antes de empezar y el alguacil tenía que despejar. Después se iba a buscar a los matadores para el paseíllo. Además, se encarga de entregar las llaves de los toriles y se encarga de cumplir las órdenes del presidente y mantener el orden en el callejón y en el ruedo. Eso, y entregar los trofeos», explica Saiz.

«Llevo 34 años de alguacil en Cuatro Caminos y en otras plazas, pero el año que viene me jubilo»

josé luis saiz | Alguacil de la Plaza de Toros

Se lo sabe del tirón. Lleva 34 años en ello en Santander y también en ocasiones en Santoña, Ampuero, Castro... «Pero el año que viene me jubilo», anuncia respecto a esta tarea, que ha compaginado con su profesión de electricista y su trabajo como encargado en el Instituto Municipal de Deportes.

'Radio' se porta de cine. Ni un contratiempo. Parece que hasta posa para la cámara de Cotera junto a los otros dos protagonistas, que andan bromeando. «Por las noches, en la semana de fiestas, se disfruta lo que se puede. Algo de casetas por ahí, pero por la mañana hay que madrugar porque hay que dar de comer y de beber al caballo». O sea, que, básicamente, la Semana Grande son toros y toros.

En los medios, cerca del tendido 1, viniendo para la meseta de arrastre... Las fotos. En una, dándose la mano. «Parece que me vas a dar una copa...». Luego, caminando, con el caballo detrás olisqueando el bolsillo de Rogelio. «Le huele la cartera, que le tengo bien enseñado». Un buen rato. ¿Y sabes cuántas orejas has podido dar? «Pues orejas, ni idea. Pero rabos, en 34 años, sólo uno». ¿Y el traje da mucho calor? «Pues sí que da calor y hay que ponerse algo debajo además para que el sudor no se pegue». Curiosidades del oficio.

«Pues ahora 'fifti-fifti'», responde Rogelio cuando le preguntan por su estancia entre Cantabria y Sevilla. «De allí no falto en Cuaresma y, cuando acaba la feria, me vengo». A disfrutar, por ejemplo, de la casa de San Vicente de Toranzo. Hasta del tiempo. Porque el día de la foto hace de cine –en Santander, 'de playa'–. «Pero para nosotros –dicen padre e hija, acostumbrados a torrarse por el sur– que haga bueno es otra cosa».

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