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La hora, patrimonio de la ciudad

El relojero municipal, Carlos Herrero, se encarga de mantener y reparar las históricas máquinas que ocupan algunos edificios

Laura Fonquernie

Santander

Sábado, 16 de julio 2022

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Son joyas que guardan mil historias. Cada una observa una parte de la ciudad desde las alturas y, aunque la mayor parte del tiempo se mantienen silenciosas, siempre hay algún paseante que alza la mirada para echar un vistazo rápido. Así, durante décadas, han sido –y lo seguirán siendo– testigos de la historia de Santander. Es más, si pudieran hablar tendrían tantas anécdotas para contar que podrían entretener todas las noches de verano. Los relojes históricos de algunos edificios de la capital no son solo manecillas que dan la hora, esconden mucho más en su interior. Lo sabe bien Carlos Herrero, relojero municipal, que se encarga de su mantenimiento y está detrás de numerosas reparaciones que persiguen siempre el mismo objetivo: «Respetar el patrimonio».

Entre las máquinas que dependen del Ayuntamiento llama la atención el que está, precisamente, situado en lo alto de la casa consistorial. Fue construido en 1814 y funciona de manera ininterrumpida desde entonces, aunque no en la misma ubicación que la actual. El reloj llegó a la capital procedente de Londres.Fue un encargo. Pero el edificio estaba en obras y no resultó posible darle el hueco que ocupa hoy en día, así que le buscaron otro hogar mientras terminaban las actuaciones. «Lo pusieron en la iglesia de La Asunción», explica Herrero que indica que todavía es posible ver en la parroquia el agujero que dejó su presencia. Después lo situaron en la parte izquierda del Ayuntamiento. Y de ahí pasó a ocupar finalmente el centro del edificio.

Daniel Pedriza

Mercado de México

Una de las agujas, que pesa unos 15 kilos, se cayó al hacer el cambio de hora en marzo de 2020 y el reloj continúa pendiente de reparación desde entonces. Aunque actualmente no funcione, la máquina está en perfecto estado.

Daniel Pedriza

Ayuntamiento de Santander

La máquina data de 1814 y llegó a la ciudad procedente de Londres. Por aquel entonces el consistorio estaba en obras, por lo que, antes de ocupar el sitio actual, estuvo primero en la iglesia de La Asunción y después en el lado izquierdo del edificio.

Daniel Pedriza

Instituto Santa Clara

La pieza, un Cadeco francés de finales del siglo XIX, se reparó en agosto de 2019. La esfera se restauró y se mantuvo la original. Sin embargo, en el interior se instaló una central electrónica porque la maquinaria no era recuperable.

Iglesia de Santa Lucía

El reloj de la parroquia fue construido en 1888. Su estado se deterioró al estar ubicado en lo alto del edificio y encontrarse sometido a las inclemencias del tiempo. El relojero y otros expertos restauraron la esfera en junio de 2018.

Además de su historia esconde otras curiosidades. «Aunque es electrónico todavía se mueven 180 piezas», señala el relojero. Aún se puede ver cómo se mueven los mecanismos internos. Es decir, es «un híbrido» que mezcla la maquinaria original con la tecnología disponible. Es una de las máquinas ante las que Herrero se detiene cada día para hacer una revisión visual y comprobar que no hay ninguna avería. «Está muy cuidado. También porque se encuentra en un cuarto sin humedad» y esa ubicación aporta condiciones que reducen el posible deterioro.

Otro de los relojes que está bajo su supervisión es el de las Caballerizas, en la Península de La Magdalena. Él mismo se aseguró de que estuviera en hora el día de la visita de los expresidentes a la UIMP. Su peculiaridad es que cuenta con el mismo sistema que el del Consistorio. «En vez de un motor directo a la esfera, hay uno que va a la transmisión. De este modo se aprovechan partes del reloj original», añade Herrero. En este caso, el problema al que se enfrenta esta máquina tiene que ver con los insectos. Imposible acabar con ellos, siempre encuentran la manera de volver y eso «estropea mucho los aceites» que se utilizan para engrasar.

A la intemperie y sin cuidar

En un recorrido por la ciudad es fácil encontrarse con más relojes que han pasado por las manos de Carlos Herrero, como el de la iglesia Santa Lucía. Es de 1888 y pesa unos 800 kilos. Al lanzarse a su reparación se encontraron que el problema era que «tenía muchas averías por malos mantenimientos anteriores y porque está prácticamente a la intemperie», comenta. Así, en junio del 2018 lo arreglaron. «La única opción era poner uno electrónico» porque, además, no hay nadie que se encargue de dar cuerda a los relojes mecánicos. Ahora están pendientes de restaurar el viejo para que no se pierda y luego poder exponerlo en un lugar visible para santanderinos y visitantes. Ese es un punto en el que insiste el profesional. Aunque las máquinas se adapten a las nuevas tecnologías, «no es cuestión de tirar el patrimonio. Se puede restaurar y exponerlo».

Las Caballerizas

Tiene un sistema híbrido. En vez de contar con un motor directo a la esfera, va a la transmisión y así se aprovechan partes del reloj original. El problema son los insectos porque estropean mucho los aceites que se usan para engrasar.

Correos

En el edificio se ha instalado un reloj «electrónico puro y duro». No se mantiene el original porque antes del cambio había una máquina que no se podía reparar. El trabajo estaba mal hecho e incluso se había adaptado una máquina de cocina.

La Catedral

Se instaló uno electrónico cuando dejó de funcionar el reloj antiguo y se guardó en un trastero. Hace años lo encontraron y Carlos Herrero se encargó de restaurarlo. Actualmente está expuesto en el campanario. Es una pieza que pesa dos mil kilos.

Iglesia de Los Carmelitas

El reloj, de finales del XIX, fue restaurado en agosto de 2018 después de llevar años parado y estar en pésimo estado debido a la rotura de una esfera y por estar al aire libre. También se han reparado las campanas que ya pueden volver a sonar.

Más paseos. Si alguien se encuentra por la zona de Cuatro Caminos, no tiene hora y quiere saber si llega tarde a su cita, mejor preguntar a algún viandante que mirar el reloj del Mercado de México. No funciona. «Está pendiente su reparación». Ocurre que, durante el confinamiento, el relojero no dejó de trabajar. Igual que las máquinas no dejaron de dar la hora, aunque no hubiera nadie en la calle pare verla. «En el cambio de hora de marzo, poniendo el reloj, se cayó una aguja de quince kilos y estamos pendientes de arreglarlo porque el reloj está perfecto», valora.

Herrero es un apasionado de los relojes, pero para que la ciudad pueda seguir presumiendo de ellos, es fundamental el mantenimiento. «No se sabe bien todo el trabajo que hay detrás». Sus visitas semanales, aunque sean visuales, le permiten detectar averías a tiempo y poner solución cuanto antes. «Hay algunas que son evitables». La otra petición es intentar que no se pierdan las máquinas antiguas cuando se sustituyan por mecanismos electrónicos porque «son joyas y ya se han perdido relojes que eran buenas piezas».

Casi ocurrió con el de la Catedral. «Como no funcionaba, decidieron poner uno electrónico», explica. Pero nadie se preocupó de dónde quedaba el antiguo. Así que un día lo encontraron desmontado en un trastero y desde el Ayuntamiento se pusieron en contacto con el relojero para arreglarlo. Así lo hizo. «Tardamos 2.000 horas», dice, en restaurar una máquina de 200 kilos de peso. Por fortuna no se ha perdido y está expuesto en el edificio. Además, tiene una especialidad y es que cuenta con tres tambores cuando lo normal es tener dos. «Uno para que suene y otro para que ande», resume Herrero. En este caso, el tercero se encarga de dar los cuartos.

En la lista de últimas reparaciones se encuentra el reloj de la iglesia de Los Carmelitas, que volvió a dar la hora en 2018. La vieja máquina, de finales del siglo XIX, además de tener una esfera rota, se encuentra al aire libre, lo que provocó que el reloj presentara un pésimo estado. También el del Santa Clara se restauró hace apenas tres años. La pieza, un Cadeco francés de finales de siglo XIX, llevaba años parada. Se pudo restaurar la esfera exterior y mantener la original. Sin embargo, en el interior, se instaló una central electrónica.

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