«No quiero que mi madre muera sin que se haga justicia por el asesinato de mi hermano Javier»
Roberto Borrás descarta que mataran a su hermano en su garaje de Los Castros «por un ajuste de cuentas o para robarle» y urge a la Policía que detenga al principal sospechoso
Roberto tiene grabada una imagen en su cabeza que le acompañará hasta el fin de su existencia: la de su hermano Javier Borrás (63 años) ... «amordazado», «maniatado» y «torturado» dentro de su coche, en su garaje de Los Castros (Santander), tras ser asesinado el 7 de enero de 2024 por uno, dos o tres individuos –se desconoce cuántos– a los que la Policía Nacional no localiza casi dos años después.
Durante todo este tiempo, Roberto Borrás, un santanderino de 58 años, padre de cuatro hijos, ha preferido no pronunciarse ante los medios para no interferir en la trabajo de los investigadores. Sin embargo, en vista de que no hay resultados –la jueza archivó el caso provisionalmente el pasado mes de abril– ha decidido romper su silencio y trasladar a El Diario Montañés sus preocupaciones, sus inquietudes y también sus sentimientos. «Hay días buenos y días malos. Pero tengo cuatro hijos y debo seguir con mi vida y guardarme para mí toda la frustración y el dolor», traslada en una entrevista en la que está acompañado de su abogado.
El dolor de Roberto es doble, puesto que ve como su madre, de 88 años, sufre «continuas depresiones» porque el tiempo pasa y el autor (o autores) de este trágico crimen siguen sueltos. «No quiero que mi madre muera sin que se haga justicia por el asesinato de mi hermano». Es lo único que pide esta familia. «A mi hermano no lo vamos a recuperar, así que por lo menos que se haga justicia». Aunque para llegar a eso, lo primero es que la Policía Nacional detenga al único sospechoso que aparece en el sumario con nombre y apellidos, aunque también consideren que hubo uno o dos individuos más implicados.
El hecho de que Javier Borrás pasara por la cárcel durante unos seis años por traficar con drogas siempre ha dado lugar a diferentes comentarios sobre los motivos de su muerte. Sin embargo, su hermano rompe una lanza a su favor. «No era un santo y sabemos que lo que hacía no está bien, pero era un buen tío. Hay gente que no vende droga y son más perros que ninguno y están metidos en otras historias».
A la hora de explicar la situación actual de su familia tras el crimen, Roberto cuenta que su hermano vivía con su madre. «Tras la muerte de nuestro padre, él era el que la cuidaba, siempre estaba pendiente de ella. Aunque durante unos años no teníamos mucha relación porque estuve fuera, cuando vine a Santander nos juntábamos los fines de semana para comer en mi casa». De ahí que su madre haya notado, sobremanera, la muerte de Javier.
Aunque ya han pasado casi dos años, Roberto recuerda con detalle cómo vivió la desaparición de su hermano y, sobre todo, el fatídico día en el que él mismo le halló sin vida dentro del coche.
Aquel domingo 7 de enero de 2024, Javier, aficionado culé, vio con dos amigos la primera parte del partido de Copa del Rey de fútbol entre el Barbastro y el Barça (21.00 horas) en la Peña Vicente Miera de la capital cántabra. Tras el descanso y al cerrar este establecimiento, se trasladó al Bar El Pasiego para ver la segunda parte. Al acabar el encuentro, pasadas las 22.45 horas, se despidió de sus amigos y se marchó. Fue la última vez que se le vio con vida. «Mi madre me llamó al día siguiente, sobre las seis de la tarde, para decirme que mi hermano no había ido a dormir y que no sabía nada de él. Entonces pensé que algo le había pasado», reconoce.
En ese momento, Roberto llamó al hospital, se personó en la comisaría de la Policía Nacional y preguntó a los amigos de su hermano. Pero no logró averiguar su paradero. Simplemente vio un par de cajones abiertos de la habitación de Javier, del que ni él ni su madre echaron nada en falta, puesto que había dinero y droga. «Esa noche dormí en su habitación y él estaba muerto en el garaje», rememora.
«Tenía toda la cabeza encintada, las manos atadas con bridas... le torturaron, le hicieron de todo y murió asfixiado con su propio vómito»
«No entendemos es que tarden tanto en detener al sospechoso cuando ves casos de profesionales a los que pillan en dos días»
Roberto Borrás
Hermano de Javier Borrás
Tres días después de la desaparición y tras interponer la correspondiente denuncia, decidió buscar en el único sitio que quedaba por mirar, el garaje de Javier. Y allí se encontró esa dantesca imagen que nunca olvidará. «Tenía toda la cabeza encintada, las manos atadas con bridas... le torturaron, le hicieron de todo y murió asfixiado con su propio vómito».
Aunque los investigadores no tienen claro dónde se produjo el asesinato, Roberto sostiene que a su hermano lo mataron dentro del garaje «por todas las salpicaduras de sangre que había dentro». «Había sangre por todos los lados», ilustra. En cambio, a su abogado le encaja más que el crimen se produjera fuera del edificio «porque cualquier vecino podía bajar a por su coche y se habría encontrado a los agresores». «Yo creo que lo mataron fuera y luego lo llevaron a su garaje », sostiene el letrado.
Desconoce el móvil del crimen
En lo que ambos tienen más dudas, sobre todo Roberto, es en el móvil del crimen. Mientras que la Policía Nacional ha barajado tanto la hipótesis del ajuste de cuentas como la de «un intento de robo que se fue de las manos», él descarta la primera y tiene dudas sobre la segunda. «Mi hermano no tenías deudas con nadie, tampoco creo que lo mataran para robarle, porque ni siquiera se llevaron los 300 euros que llevaba encima ese día y su cadena de oro, ni la droga y el dinero que tenía en su habitación. Y no creo que fuera una venganza», afirma, al tiempo que descarta que su hermano fuera un confidente de la Policía.
Tras descubrir el crimen, Roberto trasladó a su madre a su domicilio y días después, cuando volvieron a la casa de la progenitora para recoger unas pertenencias, vieron que habían manipulado la cerradura. Alguien había intentado entrar en la vivienda. Pero no era la primera vez, puesto que la madre vio como la noche del crimen alguien entró en casa y no era su hijo. «Mi mujer y madre pasaron mucho miedo durante días. Tenían pánico y tuvimos que poner una reja delante de la puerta porque teníamos miedo a que nos pasara algo a nosotros», relata.
Tras casi dos años de investigación, a Roberto y su familia solo les queda confiar en el trabajo de la Policía Nacional, que ha mandado una unidad especializada desde Madrid para lograr resolver este caso. «Lo que no entendemos es que tarden tanto en localizar al principal sospechoso cuando ves en la televisión a diario casos de profesionales a los que pillan en dos o tres días. Si difundieran su fotografía, quizá sería más fácil dar con su paradero a través de la colaboración de la ciudadanía».
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