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Flaggolosina, la chuche congelada

Flaggolosina, la chuche congelada

Gastrohistorias ·

Desde Lora del Río (Sevilla) llegó en los 70 una maravilla refrescante que devino años después en el famoso flash, flax, flá y polo flan

Ana Vega Pérez de Arlucea

Domingo, 15 de julio 2018, 01:50

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En Andalucía se llama flá, en Málaga concretamente polo flan, en Cataluña polines, en Ceuta tates, en Vigo frigolosina, y en otros sitios de España simplemente golosina, flash o flax. Hablo, cómo no, de la octava maravilla del mundo, la golosina líquida que viene congelada en una estrecha funda de plástico y que chupábamos como posesos allá por los años 80. De cinco, diez o veinticinco pesetas (los de cinco duros eran extra grandes y no cabían en la boca), todos recordamos pasar tardes de verano chupando hielo saborizado y dejándonos las comisuras de los labios en el intento. Esta chuchería adictiva, seguramente una de las más conocidas de la historia golosinera española, aún se sigue vendiendo pero a veces resulta difícil pedírsela al kioskero una vez salimos de nuestro entorno más cercano.

Déme un flash de cola.

¿Un qué?

Un flash, eso que se chupa y viene congelado.

¡Un polo flan, hombre!

Si alguna vez han vivido ustedes esta dramática escena seguro que se han hecho la misma pregunta que yo ¿por qué se llama de maneras tan distintas y de dónde viene esta delicia? El premio a la versión más cercana a la original se lo tendríamos que dar a los gallegos, que la llaman fragolosina, nombre muy cercano al de la marca original: Flaggolosina. Esta marca, creada a a principios de los 70 en Lora del Río (Sevilla), fue pionera en la fabricación y venta de «la golosina helado». Así la llamaba la empresa de José Nortes, que curiosamente también comercializaba cosas tan poco relacionadas con las chuches como el pimentón y especias «Las tres rosas», el café «La morenita» y las infusiones «Victory». Flaggolosina, basada en un invento americano anterior, hizo furor entre la chavalería española de una manera apoteósica. Con sabor a naranja, limón, piña, menta y fresa, aquel vicio colorido se podía comprar ya helado o líquido, para solidificarlo en el congelador de casa: un demasié.

La publicidad televisiva hizo el resto, y pronto todos los niños de España canturreaban la machacona sintonía del anuncio. «Flaggolosina mi rico helado, del congelador lo saco congelaaaado, siempre en la cima, Flaggolosina, haz en tu casa tus helados, ¡la golosina Flag!»

Lo de la golosina Flag se impregnó en los cerebros infantiles y de ahí surgió el polo flá, porque al fin y al cabo, Flaggolosina era como un polo pero con estuchito en vez de palo. La marca tuvo tanto éxito que enseguida aparecieron mil competidores, que usaron también algún nombre parecido para aprovechar el tirón: Burmar Flax (que para confundir llevaba un remedo de Flash Gordon en el envoltorio), Pitufla y Superflash. Kelia, Bólido o Damel fueron más discretos pero seguro que muchos aún se acordarán de ellos.

¿Qué paso con Flaggolosina? Con el tiempo, su competidora directa Burmar compró la marca, pero al menos su nombre pasó a la historia. Y ahora que saben su origen y tienen la canción incrustada en la cabeza, vayan a la tienda de chuches y cómprense uno de lima-limón. Siempre fue el mejor.

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