Torrelavega pierde a Conchita Mallavia, uno de sus referentes sociales y culturales
Pionera en la radio, dedicó su vida a cultivar el arte en sus diferentes facetas
Con profunda tristeza, Torrelavega recibió esta mañana la noticia del fallecimiento de Conchita Vidiella de Castro, más conocida como Conchita Mallavia, por su matrimonio con ... el industrial Federico Mallavia, cuya vida fue una obra de arte en sí misma. Nacida en León, se convirtió en torrelaveguense por derecho y sentimiento, tras casarse con Iquín, hijo del legendario jugador de bolos Federico 'El Grande', con quien tuvo cuatro hijos. Durante décadas ha sido un pilar imprescindible en la historia cotidiana y cultural de la ciudad. Dotada de una sensibilidad extraordinaria, hizo de la belleza, la creatividad y la elegancia su forma de estar en el mundo.
Artista de alma inquieta, Conchita supo transformar lo cotidiano en inspiración. Su mirada —atenta, curiosa y siempre luminosa— encontraba poesía en los pequeños gestos, armonía en los colores y emoción en cada trazo. Su vena artística se expresó no solo en su trabajo, sino también en su manera de vivir: con gracia, autenticidad y un amor incondicional por la vida y las personas que la rodeaban. Su generosa implicación en Torrelavega, la hacía imprescindible en cuantas iniciativas culturales y solidarias se convocaran.
Fue una mujer de conversación apasionada, risa franca, y de una elegancia natural que no provenía de las formas, sino del espíritu. Supo dejar huella sin alzar la voz, iluminó los espacios con su presencia, y siempre invitó a mirar el mundo con ojos nuevos. Hay personas que viven con una especie de luz silenciosa, una energía que las lleva a cuidar, acompañar y procurar el bienestar de los demás, así era Conchita. No lo hacen por deber ni por buscar reconocimiento –que sí lo tuvo en vida– sino porque su naturaleza estuvo entretejida con la misma empatía que evidencia que esa verdadera elegancia del alma, en ese gesto sencillo de querer que quien estuviera a su lado se sintiera bien.
Conchita comenzó su vida laboral como locutora en Radio Juventud de Torrelavega en la Plaza Mayor, junto a Ibarra y Maria Teresa Liaño. Su perfecta dicción le valió en toda su vida como una gran recitadora de poemarios, una gran parte creados por ella misma, participando en importantes recitales poéticos y siendo animadora de la Noche de la Poesía. Perteneció a la junta directiva de la Sociedad Cántabra de Escritores. El ballet fue parte de su intensa vida siguiendo la estela de Charo Petri, pionera de la danza en Torrelavega. Y la pintura.
Mujer elegante. Inspiró en el mundo de la moda a su nieto, Pablo Mallavia, un reconocido estilista de ámbito nacional, hasta situarse como uno de los referentes actuales de la moda en Madrid. Se ha ido con la tristeza de no ver logrado su afán de que La Llama pasara a ser nominada como calle Mallavia, su familia política, un apellido unido intrínsecamente a este barrio de Torrelavega y al deporte vernáculo. Su legado perdurará en las obras que dejó, en las vidas que tocó y en la inspiración que sigue despertando en quienes la amaron.
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