Una visión inédita de una parte de Torrelavega
Con el derribo del inmueble situado junto a la iglesia de la Virgen Grande, regresa visualmente uno de los pocos vestigios de la ciudad de finales del siglo XIX: el edificio de 'La Alpargatona'
La demolición del edificio propiedad de la empresa Nueva Montaña Quijano, que albergó durante más de medio siglo la Droguería Hilario, ha transformado de ... manera inmediata la percepción del entorno urbano en pleno centro de Torrelavega. Tras la caída de la parte final de la estructura del que fuera inmueble habitado por antiguos técnicos de la empresa corraliega que residían en la ciudad, frente al frontispicio de la iglesia de la Virgen Grande y a pocos metros de la plaza Baldomero Iglesias, se ha hecho visible una apertura inesperada que modifica la imagen habitual de este eje peatonal y comercial.
La nueva vista, despejada por primera vez en 85 años, permite una amplitud visual y una nueva realidad urbanística que no deja de sorprender a quienes transitan la zona. Comerciantes y vecinos coinciden en que la luz ha aumentado de forma natural y que la referencia del cruce de las calles Ave María y Serafín Escalante ha cambiado radicalmente, generando una sensación inicial de extrañeza ante un vacío que altera la rutina de quienes pasan por este punto de la ciudad.
En cuanto cayeron los últimos cascotes, el cambio no ha sido solamente estético. La ausencia del edificio, ya casi limpio de escombros, anticipa el impacto que tendrá su futura intervención urbanística. No solo despeja un solar sino que abre una nueva forma de mirar un lugar muy transitado y deja en evidencia, en pleno centro, el poder que tiene cada edificio para cambiar la imagen de una urbe. Los ciudadanos hablan de una mezcla de extrañeza y descubrimiento, como si se hubiera descorrido una cortina, apareciendo en los más mayores un recuerdo del solar que había en este enclave hace casi cien años.
Con la desaparición de este inmueble, sin la relevancia arquitectónica que hiciera deseable su mantenimiento, ha 'aparecido' visualmente uno de los pocos vestigios de la Torrelavega de finales del siglo XIX, un edificio conocido por los torrelaveguenses más añosos como el de 'La Alpargatona'. Este inmueble, ahora completamente rehabilitado, fue en su día propiedad del acaudalado benefactor torrelaveguense Pedro Ruiz Tagle y Guardamino, que lo mandó construir en la segunda mitad del siglo XIX. Su nombre popular se lo debe a la tienda de alpargatas con este mismo nombre, propiedad de José Valverde, Pepe, que ocupaba todo el bajo de la edificación y que desapareció hace una veintena de años. De su propiedad también era el solar que vendieron los Quijano para construir el edificio ahora demolido, y que habían ocupado hasta entonces las empresas madereras Morán y Salas.
A la vista quedan ahora una batería de miradores corridos, entre los más antiguos de la ciudad, cuya existencia quedaba opacada por este edificio. Los viandantes apenas pueden dejar durante unos segundos de pararse frente al vacío. Hay que recordar que el edificio derribado fue mandado construir por los herederos de José María Quijano Fernández-Hontoria, propietarios de una de las grandes empresas de Cantabria en los siglos XIX y XX, que aunque con orígenes familiares en Torrelavega, se asentaron en Los Corrales de Buelna.
En él vivieron durante casi tres cuartos de siglo, por cuenta de la empresa, las familias de los técnicos de la factoría, que han podido seguir ocupando el inmueble incluso hasta décadas después de jubilarse. Los bajos estuvieron rentados a la citada Droguería Hilario; junto a este comercio se estableció una huevería y finalmente el quiosco de Fernando García, Tuto, que abrió en 1967 este punto de distribución de prensa con el nombre de 'Tuki', cerrado hace cinco años.
En los años 70, el edificio fue vendido por la familia Quijano a un empresario catalán y este, a su vez, a José Luis Fernández Martínez, un importante ingeniero industrial y constructor de Torrelavega, propietario de las empresas San José 8 y Comillas 2, fallecido en Madrid en 2019, y que actualmente gestionan sus hijos José Luis y Víctor, quienes han iniciado un proyecto inmobiliario, con una demolición que ha sido modélica y en la que se ha utilizado tecnología de vanguardia para ocasionar los menores inconvenientes a los vecinos.
El solar acogerá en el futuro pisos en alquiler con un proyecto del renombrado estudio de arquitectos Fernández-Abascal & Muruzábal. Dicho edificio se irá levantando mediante un proyecto de construcción que, por su ubicación, no pasará seguramente inadvertido ya que se sitúa enfrente del emblemático templo dedicado a la Virgen Grande.
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