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Sesgos de género en la salud

Sesgos de género en la salud

«Es una realidad de la que no son conscientes incluso algunos profesionales sanitarios»

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Lunes, 29 de junio 2020

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¿Alguna vez se ha preguntado si una aspirina le hace el mismo efecto a un hombre y a una mujer? La respuesta es no, y el motivo, que los cuerpos de ambos sexos son diferentes desde el nivel celular en adelante. Esto significa que no metabolizan igual los fármacos, pero también que su manera de enfermar, manifestar síntomas o sentir dolor, es distinta. Incluso sufren patologías dispares. Por ejemplo, el cáncer cervicouterino y la maternidad son exclusivos de la función reproductiva y la anatomía de las mujeres; como el cáncer de la próstata y testicular se refieren solo a la anatomía de los hombres.

Parece obvio, entonces, que la asistencia sanitaria se dirija a unos u otros teniendo en cuenta estas diferencias pero, durante décadas, la ciencia ha postulado que estudiar al varón era sinónimo de estudiar al ser humano. No fue hasta los años 70 cuando los sesgos de género en la salud se empezaron a denunciar, de la mano de movimientos feministas. Aun así, todavía hoy, la sanidad mundial carga con el lastre del modelo androcéntrico de atención médica, heredado del siglo XIX, que toma de referencia al hombre y el comportamiento del cuerpo masculino en la investigación, el diagnóstico y el abordaje terapéutico.

«Las inequidades de salud por cuestión de género, cuyo impacto negativo en las mujeres y niñas de todo el mundo ya ha reconocido la Organización Mundial de la Salud (OMS), se evidenciaron científicamente por primera vez en el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares. A pesar de ser la primera causa de mortalidad femenina en España, y en la mayor parte del mundo occidental, –en Europa muere una mujer por enfermedades del corazón cada seis minutos, y cada 60 segundos en Estados Unidos–, socialmente se siguen considerando patologías 'de hombres' y las mujeres suponen menos del 30% de la población analizada en los ensayos clínicos, como destaca un informe del Observatorio de Salud de la Mujer.

La misma situación es extrapolable a otras afecciones. De hecho, en 2014 la Organización Panamericana de la Salud (OPS), afiliada a la OMS, manifestó en un documento que, «durante decenios, en la investigación y los ensayos clínicos de tratamientos y medicamentos recetados a ambos sexos participaron solo hombres».

Más machos que hembras

Fue en Estados Unidos donde, por primera vez, se legisló para que las mujeres fuesen incluidas en estos estudios de forma obligatoria. «Aun así, todavía hoy, nosotras estamos infrarrepresentadas. No solo a nivel humano, también animal, porque hasta en los ensayos clínicos con animales se da prioridad a los machos», expresa Idoia Ugarte, especialista en perspectiva de género en la salud, profesora del departamento Enfermería de la Universidad de Castilla-La Mancha y miembro de la junta directiva de Médicos del Mundo de esta comunidad.

La principal consecuencia de dicha infrarrepresentación es «una comprensión deficiente de la biología femenina», como versa un estudio de 2009 que detectó el sesgo masculino en ocho de diez campos biológicos que realizaban investigación con mamíferos. Según sus conclusiones, la disciplina más 'machista' era la neurociencia, con 5,5 veces más estudios con solo animales machos que ensayos con solo hembras.

Una de las justificaciones de excluir al género femenino (animal o humano) en las investigaciones médicas es que las mujeres están sujetas a ciclos hormonales que pueden variar los resultados, un mito que ya ha sido desmentido científicamente en varias ocasiones y que lo único que consigue es perjudicar al 50% de la población. Así, por ejemplo, la misma dosis de determinados fármacos tiene unos efectos adversos peores en mujeres que en hombres, algo que se detectó en ocho de los diez medicamentos retirados del mercado en Estados Unidos entre 1997 y 2000.

Prejuicios sociales

En cuanto al diagnóstico, también fue en los problemas cardiovasculares donde se detectó que los síntomas variaban entre hombres y mujeres. Así, es poco frecuente que a las mujeres les duela el pecho durante un infarto de miocardio (ataque al corazón), un signo muy característico de dicha patología en hombres. «No tener en cuenta este tipo de factores deriva, en muchos casos, en un diagnóstico tardío en muchos casos, con lo cual el pronóstico es peor», advierte Ugarte. «Además, es frecuente que, ante una sensación de dolor en la mujer, los síntomas se asocien a problemas psicosomáticos (estrés, ansiedad) y se les receten antidepresivos o ansiolíticos automáticamente, sin indagar en el origen del malestar. De ahí que ellas estén más hipermedicalizadas que ellos», agrega.

Los estereotipos sociales y las evaluaciones basadas en los roles de género también «pueden influenciar sutilmente las decisiones clínicas del personal sanitario», destaca la Asociación Estadounidense de Médicos. Características que la sociedad les atribuye a las mujeres frecuentemente son: debilidad o hipersensibilidad.

¿Alguna solución? «La educación», sentencia Ugarte. La profesora considera que lo más importante es que los profesionales sanitarios conozcan esta realidad, de la que muchas veces no son conscientes. «Es importante incorporar la formación de género en las ciencias sociosanitarias, pero también que el sistema de sanitario exija la puesta en práctica de las guías existentes sobre perspectiva de género en la salud, así como lo hace con otros protocolos».

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