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Borja Crespo
Miércoles, 9 de septiembre 2015, 12:02
Antes de que el found footage se pusiera de moda en el marco del cine de terror, M. Night Shyamalan ya estaba ahí con una escena insuperable que vale por toda una película. La estética de falso documental, convertida cansinamente en tendencia, quedaba clara en un momento sumamente inquietante en la reivindicable 'Señales'. En una fiesta de cumpleaños alguien grababa unas imágenes en las que podía verse una figura perturbadora que parecía un alienígena husmeando a unos niños que cambiaban su gesto de alegría por el semblante del pánico tras descubrir la presencia del extraño vigilante. Un impacto angustioso que se revela hoy en día como la pieza viral ideal para agitar al personal, heredera de 'Holocausto caníbal', con su misma capacidad de estremecer al espectador asustadizo sin sangre de por medio. La película protagonizada por Mel Gibson y Joaquin Phoenix se adelantó a su tiempo esgrimiendo el retrato de una invasión extraterrestre sin que apenas viésemos la amenaza no identificada, con la ciencia ficción de los años 50 en el punto de mira. Lo importante son las sensaciones y el comportamiento humano, a ratos absurdo, en un film incomprendido, como tantos otros en la filmografía de un artista que ha visto cómo su cine ha sido devorado por sí mismo.
Defensor visceral del género fantástico, acostumbró al público a quedarse clavado a la butaca con la conclusión de 'El sexto sentido', a la que siguieron las sorpresas finales de 'El protegido' o 'El bosque'. Esta pasión por el remate tramposo, por el colofón total, devino la marca personal de un autor obsesionado con defender, mal que les pese a algunos, su peculiar manera de entender el medio, más cerca de la mirada del maestro Hitchcock, del clasicismo, que de la petulancia de Nolan o el exceso de Bay, manías propias de nuestro tiempo. De hecho, realiza cameos en sus retoños, como el padre de 'Psicosis'.
No abandona ni por asomo su amor por el cine de género, como confirmó con 'La joven del agua', un cuento de hadas urbano con múltiples lecturas que despertó filias y fobias en su estreno, característica que se ha tornado habitual en la trayectoria de un creador que puede presumir de contar con voz propia en el complicado negocio de Hollywood. Con 'El incidente', cuyo planteamiento gozaba de un poderío incapaz de ser soportado por el nudo y el desenlace, M. Night Shyamalan rompió con su principal problema como realizador, el mismo que le dio a conocer ante el gran público a finales de los años 90, ese gran impacto final difícil de repetir, el máximo spoiler. Liberarse del truco no parece haber servido del todo al impredecible cineasta para quedarse con la audiencia, más bien se ha dividido entre fans acérrimos y fervientes detractores. Por algo como director con su orgullo herido ha arremetido contra los críticos sin pelos en la lengua en más de una ocasión: "Siempre tiene que haber algo negativo y para mi son los críticos. Es como si quisieran formar parte de la historia y gritan para ver si así lo consiguen".
El vapuleo que sufrió 'The Last Airbender', aquí 'Airbender, el último guerrero', cinta en 3D basada en la serie de cómic 'Avatar' -evidentemente tuvo que cambiar el título ante la apisonadora Cameron-, fue merecido, aunque funcionó bien en taquilla a nivel internacional. Shyamalan se sintió entonces en el ojo del huracán, preso de una especie de caza de brujas, pero su apuesta por el cine de acción con influencias de la cultura oriental era un título sin personalidad, más de lo mismo, traicionando su propio espíritu. No se puede negar que este peculiar realizador, bien acogido en Europa y Asia, es sinónimo de cal y arena creativamente hablando. No obstante su carrera, a pesar de algunos errores, merece siempre nuestra atención, simplemente por el mero hecho de habernos deleitado con escenas imborrables.
Rara avis
En su labor de productor respaldó 'La trampa del mal', proyecto que se asemejaba a un capítulo de 'Cuentos de ultratumba', 'En los límites de la realidad' o 'Alfred Hitchcok presenta'. Este thriller sobrenatural, cuyo metraje transcurría prácticamente por entero en el interior de un claustrofóbico ascensor, partía de una idea del propio cineasta estadounidense de origen indio. En teoría formaba parte del proyecto 'The Night Chronicles', un total de tres films cuya primera entrega inaugural dirigió John Erick Dowdle, uno de los implicados en 'Quarantine', el remake innecesario de 'Rec', la frenética película de muertos vivientes firmada por estos pagos por Paco Plaza y Jaume Balagueró.
El inicio de la trilogía made in Shyamalan estaba ambientada en el interior de un edificio gigantesco, dentro de un elevador donde acaban atrapadas un puñado de personas. Una serie de sucesos inexplicables indican algo estremecedor: uno de los miembros del grupo no es lo que parece. Uno de los vigilantes de seguridad del lugar, religioso y supersticioso, ve lo que sucede a través de una cámara de vigilancia y llega a la terrible conclusión de que el mismísimo diablo habita dentro de uno de los accidentados, que se muestran cada vez más nerviosos, con estallidos de violencia. Una premisa sugerente, que invita al misterio y el horror, como todas las imaginadas por el máximo artífice de 'El sexto sentido'. La banda sonora del filme fue compuesta por el bilbaíno Fernando Velázquez, haciendo las Américas tras el éxito de su colaboración en el score de 'El orfanato'.
Shyamalan se resiste a rodar una segunda parte de 'El protegido' -una de las mejores películas de superhéroes que existen-, aunque el mismísimo Bruce Willis se lo ha suplicado. Es un director poco usual en el negocio actual. Cede parte de sus honorarios a cambio de los derechos de sus películas y pelea por la integridad de sus proyectos, aunque ello suponga no siempre acertar. Con 'Airbender' quiso ir más allá con un filme espectáculo grandilocuente, con el cual epatar al gran público, una ardua tarea cuando gran parte de la narración debe agachar la cabeza ante el show de efectos especiales. Acción, aventuras y fantasía desbocada es lo que proponía, un festival de peleas en las alturas, intercambio de mamporros, espadazos y flujos de energías. El bien y el mal enfrentados en beneficio de un discutible entretenimiento. Se equivocó rindiéndose a la comercialidad porque sí, sin mantener su filosofía original, algo que tampoco mejoró a posteriori con 'After Earth', artefacto insípido diseñado a mayor gloria de Will Smith e hijo.
Con su última apuesta, 'La visita', pretende recuperar el brío perdido de la mano de una producción pequeña y manejable. Regresa al género de terror que le popularizó, planteando una situación inquietante sin la necesidad de manejar un gran presupuesto ni complicados efectos especiales. Una madre deja a sus hijos al cuidado de sus abuelos en una granja. Los chavales descubrirán el secreto mejor guardado por sus extraños familiares. La atmósfera promete. Merece la pena también echar un vistazo a la serie 'Wayward Pines', la incursión de Shyamalan en la televisión con Matt Dillon a la cabeza del reparto. No consigue ser 'Twin Peaks', como busca, pero destaca entre tanto nuevo opio para el pueblo emitido a través de la ventana electrónica.
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