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José Luis Garci, José María González y Luis García Berlanga, en la primera gala.
Y la Gran Vía fue Hollywood Boulevard

Y la Gran Vía fue Hollywood Boulevard

El 16 de marzo de 1987 se celebró la primera gala de los Premios Goya y nadie quiso perderse la fiesta, a excepción del que sería el gran triunfador de la jornada, Fernando Fernán Gómez

Boquerini .

Miércoles, 3 de febrero 2016, 12:22

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La noche del 16 de marzo de 1987 la Gran Vía de Madrid era una fiesta. El tráfico cortado, mucha expectación y todo el cine español, vestido con sus mejores galas subiendo la alfombra roja del entonces cine (hoy teatro) Lope de Vega. Aquella noche se entregaron los primeros Premios Goya y nadie quiso perderse la fiesta. Bueno, nadie no, hubo uno, precisamente el gran triunfador de la noche, que decidió quedarse en su casa: Fernando Fernán Gómez.

La gestación de los premios Goya fue un proceso complicado. Antes había nacido la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, entre cuyos objetivos estaban unos premios que reconociesen a los profesionales del cine español en sus diferentes ramas artísticas y técnicas. Al margen de los reconocimientos que podía tener en los diferentes festivales, el cine español estaba huérfano de premios, una vez que diez años antes, con la reinstauración de la democracia, habían desaparecido los Premios del Sindicato Nacional del Espectáculo, que los sindicatos verticales franquistas estuvieron entregando durante décadas. El modelo de los Goyas estaba claro. Tenían que ser unos Oscar españoles, a la manera de los Premios César en Francia, de los Bafta en el Reino Unido o de los David de Donatello en Italia.

La Academia surgió en una comida en el Restaurante O'Pazo de Madrid, el 12 de noviembre de 1985. Convocados por el productor Alfredo Matas, allí estaban los directores Luis García Berlanga y Carlos Saura, los actores José Sacristán y Charo López, los montadores Pablo G. del Amo y José Luis Matesanz, los directores de producción Marisol Carnicero y Tadeo Villalba, el guionista Manuel Matji, el músico José Nieto, el director de fotografía Carlos Suárez y el decorador Ramiro López. En aquella comida, entre otros temas se trató la necesidad de una asociación que reuniese a todo el cine español. Avalada por 87 firmas nacería un año después la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, nombre calcado de la de Hollywood, cambiando el lugar. A finales de 1986 la Academia se presenta ante la prensa y el productor y guionista José María González Sinde (padre de la directora que después sería también presidenta de la Academia primero y ministra de Cultura después), su primer presidente.

El nombre del premio que se entregaba llevó también diferentes discusiones. Se optó por el nombre del pintor aragonés (una vez descartado el de algún cineasta) por representar una figura relacionada con la imagen como es la pintura, y por ser un nombre mundialmente conocido. "Goya ha sido el precursor de la imagen en movimiento, y pienso que debemos rendir homenaje a ese pintor tan nuestro", según dijo el director artístico Ramiro Gómez, que fue el que acabó con las reticencias por el nombre. El trofeo se encarga al escultor Miguel Ortiz Berrocal que crea una obra desmontable que combinaba el busto del pintor Francisco de Goya con una cámara cinematográfica con forma de mapa de España que, con un mecanismo, apretando un botoncito, emergía de la cabeza. Pesaba 15 kilos. Años después, en 1990, ante el aparatoso, pesado e incómodo trofeo, se cambia por un busto en bronce, más pequeño, que representa al pintor, ya sin mecanismo interior. Esta escultura, que pesa casi tres kilos, fue creada por el escultor José Luis Fernández y es la oficial desde entonces.

Y así se llega a la jornada de aquel 16 de mayo de 1987. Las vallas municipales contienen a la gente que llena las aceras de la Gran Vía deseosa de ver rostros famosos. Se invita a los Reyes de España Juan Carlos y Sofía que aceptan encantados presidir una gala presupuestada en 30 millones de las antiguas pesetas. Además se entrega a don Juan Carlos el primer Goya de Honor. José María González Sinde recibe a los invitados a pie de las escaleras. Por allí suben Javier Solana, por entonces ministro de Cultura y representante del Gobierno, el alcalde de Madrid Juan Barranco, y todo el cine español: Luis García Berlanga, Ana Belén, Amparo Rivelles, José Luis López Vázquez, Amparo Soler Leal, Jorge Sanz, Imanol Arias, Emma Penella, Irene Gutiérrez Caba, Emilio Gutiérrez Caba, Miguel Rellán, Ana Mariscal, Sancho Gracia, José Luis Gómez, Massiel (que llegó tarde) Todos menos Fernando Fernán Gómez que obtuvo cuatro Goyas, tres por 'El viaje a ninguna parte' y uno más, el de mejor actor, por 'Mambrú se fue a la guerra'. 'El viaje a ninguna parte' se había presentado en la competición del Festival de San Sebastián seis meses antes, donde un jurado presidido por Pilar Miró ninguneó la película dejándola sin premio alguno y con tres palmos de narices. El enfrentamiento entre la directora de 'El crimen de Cuenca' y Julián Mateos, el productor de 'El viaje a ninguna parte', venía de lejos y en aquel Zinemaldia la Miró mandó mucho. Pero la revancha llegó en aquellos primeros Goya, los de mejor película, mejor director y mejor guion se los llevó 'El viaje' mientras que 'Werther', de Pilar Miró (ella sí estaba presente en la sala), que también optaba a varios premios, logró solo el de mejor sonido.

Tras la gala, que estuvo presentada por Fernando Rey, se proyectó 'La aldea maldita', famosa película muda que dirigió Florián Rey en 1930, acompañada con una banda sonora compuesta para la ocasión por José Nieto, que dirigió a la Orquesta Municipal de Madrid que la interpretó en directo sincronizada con la proyección del filme.

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