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William Ragsdale, en 'Noche de miedo'.
Noches de miedo, con Tom Holland

Noches de miedo, con Tom Holland

Veinte años después de su último largometraje, el cineasta que recuperará los derechos de 'Noche de miedo' en dos años prepara su regreso con 'Rock Paper Dead'

Josu Eguren

Jueves, 9 de marzo 2017, 19:21

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Si tuviese que hacer una lista de las cinco películas que más me han marcado en la vida sin ninguna duda en ella incluiría 'Noche de miedo' (1985), de Tom Holland. Lo recuerdo como si fuese ayer mismo (un 20 de noviembre de 1985), a mí yo de 10 años angustiado, aunque ocioso, por no haber chapado ni un minuto para el control de Matemáticas de la mañana siguiente cuando mi padre se asomó a la puerta de mi habitación y me dijo: ¿quieres venir al cine esta noche? Un padre y su hijo irresponsable unidos por la que hoy es alabada como la película que reactivó el interés por el agonizante subgénero vampírico abriendo el camino a títulos como 'Jóvenes ocultos' (Joel Schumacher, 1987) con su eficaz mezcla de comedia negra, gotas de terror puro y reverencia hacia los clásicos. Por aquel entonces el que escribe tenía unas brevísimas nociones de lo que habían significado la Hammer y los monstruos de la Universal, y era incapaz de citar por su nombre a mitos de la talla de Peter Cushing, Christopher Lee o Vincent Price, por eso nunca olvidaré el codazo de emoción con el que mi padre me señaló al personaje interpretado por Roddy McDowall: Peter Vincent, un anagrama nostálgico que con sus gestos invocaba a aquella genial pieza de orfebrería cómica titulada 'Abbott y Costello contra los fantasmas' (1948), de Charles Barton.

La anécdota personal sirve como indicativo de la ilusión con la que muchos espectadores celebramos el tuit en el que el veterano @RealTomHolland anunció que en poco menos de dos años recuperaría el control sobre los derechos de su obra maestra, pasando por encima de la secuela de Tommy Lee Wallace (1988) y dejando a un lado el remake protagonizado por Anton Yelchin en 2011:

«Dos años más y los derechos de Noche de miedo volverán a papá. Oh, las cosas que voy a hacer :)»

Todavía es pronto para saber si 'Noche de miedo 3' existirá en las pantallas pero es seguro que una novela hará de rompehielos para que el maestro del horror se reivindique entre las hornadas de fans que no sufrieron la transición entre el paraíso de libertad y creatividad que se respiraba en Hollywood a mediados de los años 70 y el modelo de blockbusters que se impuso a partir del éxito de 'Tiburón' (1977). Con varios proyectos de bajo perfil en desarrollo, y el estreno inminente de 'Rock Paper Dead' (el circuito de vídeo bajo demanda es su nicho más seguro), surge la oportunidad de volver la mirada hacia la carrera de un director que se ganó el pan como actor de reparto cine y televisión hasta que descubrió su verdadera vocación de la mano de Richard Franklin. En un guion previo para 'Con la bestia dentro' (1982), de Philippe Mora, Holland ya apuntó las maneras como narrador del suspense que harían de 'Psicosis II: El regreso de Norman' (1983) una más que digna heredera del clásico de Alfred Hitchcock, pese a las críticas de Robert Bloch.

Su primer gran éxito como guionista (la rentabilidad de 'Psicosis II' abrió la veda para futuras secuelas), al que le siguieron cult movies como 'Curso 1984', de Mark L. Lester, y una readaptación en clave juvenil de 'La ventana', de Ted Tetzlaff, a partir de un relato de Cornell Woolrich ('La ventana indiscreta') que en España se tituló como 'Juego secreto' (otra de las grandes películas de mi infancia), franqueó el camino de Holland hacia el puesto de director al frente de un equipo de ensueño en el que tuvo bajo su mando al equipo de genios que hizo posible los FX de 'Cazafantasmas', y a John DeCuir, el prestigioso diseñador de producción responsable de 'Hello, Dolly', 'Mujeres en Venecia', 'Cleopatra', 'El tormento y el éxtasis' y 'El rey y yo', entre muchas otras. De esa unión de talentos nació un éxito inesperado como 'Noche de miedo', sangre nueva para un género que encontró en Holland al médium capaz de conectar al 'Drácula' (1958), de Terence Fisher, con una nueva generación de espectadores.

El patinazo a los mandos de 'Belleza mortal' (una película diseñada para Cher que terminó transformándose en una comedia de acción al servicio de Whoopi Goldberg) fue la antesala del que sería otro de los grandes éxitos de su filmografía, la historia de un juguete poseído por el espíritu de un asesino en serie que Holland hizo suya partiendo de un boceto de Don Mancini al que le incorporó fragmentos y emociones inspirados en 'Trilogía del terror (Los enigmas de Karen)' (1975), de Dan Curtis y Richard Matheson. Totalmente desvinculado de las secuelas de 'Muñeco diabólico' (1988), que derivaron en comedias de terror partiendo de lo que en origen se planteaba como la exploración de la soledad infantil y sus conseuencias, Holland empalmó capítulos aislados en 'Historias de la cripta' (1989) y 'Nuevas historias de la cripta' (1992), intercalándolos con telefilmes tan nefastos como 'El extraño' (1990), a menor gloria del ex niño prodigio Ricky Schroeder.

Tirando de oficio en 1993 dirige 'La suplente (Ambición fatal)', con Lara Flynn Boyle y Timothy Hutton, un paranóico exploit de 'Instinto básico' en el que se mezclan el aroma del clásico 'Que el cielo la juzgue' (John M. Stahl, 1945) y el olor a pachuli de los thrillers eróticos de la época; un año antes de iniciar su idilio con la bibliografía de Stephen King/Richard Bachman, del que adapta 'Langoliers' (1995) en formato miniserie, y la estupenda e infravalorada 'Maleficio' (1996) -'La gente de las 10' está entre sus proyectos en desarrollo-.

Rescatado del ostracismo por Mick Garris, Holland entró a formar parte de la colección 'Masters of Horror' con 'Todos gritamos por un helado', recuperando el tacto para el relato que le animaría a guionizar y dirigir los ocho capítulos de la serie 'Twisted Tales' (2013).

Las notas de humor, constantes en su filmografía, y el recurso a notas visuales de filiación hitchcockiana abundan en la obra de un autor con una voz propia que se resiste a convertirse en plato residual para los adictos a la nostalgia.

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