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Fernando Gutiérrez Marín posa con su libro 'Hinnom'. Foto: Luis Palomeque | Vídeo: Pablo Bermúdez

«El cura me dio la extremaunción y yo le dije: pero si sigo vivo»

Fernando Gutiérrez Marín entró en Valdecilla con dolor de estómago y pasó 4 meses en la UCI y sometido a 29 intervenciones tras pasar por dos comas. Ahora cumple su promesa: publicar un libro contando aquellos días en los que estuvo a punto de morir varias veces

Ana del Castillo

Santander

Viernes, 14 de mayo 2021, 07:19

Fernando Gutiérrez Marín, de 42 años, ingresó en marzo de 2019 en Valdecilla con pancreatitis necrohemorrágica aguda, pasó 4 meses en la UCI, se sometió a 29 operaciones, estuvo dos veces en coma, su familia se despidió de él en varias ocasiones e incluso llegó a recibir la extremaunción. Dos años después, cumple la promesa que hizo a los sanitarios que le atendieron durante su estancia en el «infierno»: publicar un libro contando cómo logró escapar de la muerte.

Esta podría ser la versión breve de la historia de este cántabro, pero son los detalles los que hacen que su paso por el hospital se considere una anomalía clínica. Un milagro, para que nos entendamos.

La obra, que se puede adquirir a través de Amazon, cuenta en primera persona la hazaña sanitaria de Fernando Gutiérrez Marín, inspector en el control dimensional de Equipos Nucleares, que en marzo de 2019 sufrió su primer coma después de «un par de años» con dolores de estómago, cólicos y multitud de pruebas. «Tan solo 15 días antes de 'caer' -es así como denomina al día en que su vida cambió- me hicieron pruebas en el aparato digestivo y me dijeron que estaba en condiciones», cuenta. Pero no era así. Un día, después de trabajar, se tumbó en el sofá con unos dolores terribles, cansado y sin poder moverse. «Fue entrar por las urgencias de Valdecilla y lo único que recuerdo es a una celadora corriendo pidiendo una silla de ruedas mientras otro chico le decía que no, que mejor una camilla. Eso fue el 3 de marzo. Me desperté 19 días después». Durante las primeras 72 horas en la UCI avisaron a sus familiares para que se despidieran porque padecía una pancreatitis necrohemorrágica aguda -«tenía el páncreas muerto», puntualiza- y el pronóstico no era nada bueno. Fernando solo recuerda de aquel coma que estuvo «en un sitio donde había dos soles. Estaba allí tranquilo mirándolos. Escuchaba a la gente hablar, pero yo estaba relajado en aquel bonito paraje». Hoy esos dos soles se han materializado en la portada de su libro 'Hinnom, cruzar el valle amparado por ángeles', publicado el pasado mes de abril.

El libro se puede adquirir a través de Amazon.
Imagen - El libro se puede adquirir a través de Amazon.

A los tres días se volvieron a poner en contacto con su pareja, sus padres y su hija. «Les dijeron que parecía que quería vivir y que me iban a intervenir con una técnica nueva», cuenta. Esa intervención de la que habla Fernando se conoce como VAC compartimental, patentada por el cirujano e investigador del Hospital Marqués de Valdecilla Federico Castillo Suescun y el Instituto de Investigación de Valdecilla (Idival). Se trata de, por un lado, insertar una lámina con la que se cubren las vísceras abdominales y así optimizar el drenaje del exceso de líquidos y por otro, un sistema de cierre progresivo que se adapta a la evolución del paciente. «Existen algunos cierres comerciales pero que no se modifican durante la terapia, nosotros mejoramos el diseño para poder modificarlo durante el tiempo que el paciente esté en cuidados intensivos. Así podemos medir la presión y variar la tensión del aparato», explicaba hace unos años el propio cirujano en un vídeo difundido por el Idival.

Arriba, Gutiérrez postrado en la cama del hospital. Abajo, junto a su padre y antes de ese fatídico 3 de marzo. DM
Imagen principal - Arriba, Gutiérrez postrado en la cama del hospital. Abajo, junto a su padre y antes de ese fatídico 3 de marzo.
Imagen secundaria 1 - Arriba, Gutiérrez postrado en la cama del hospital. Abajo, junto a su padre y antes de ese fatídico 3 de marzo.
Imagen secundaria 2 - Arriba, Gutiérrez postrado en la cama del hospital. Abajo, junto a su padre y antes de ese fatídico 3 de marzo.

«Tenía el estómago completamente abierto. Así aguanté otro mes en UCI y cada 3-4 días me intervenían durante una hora, me cambiaban el VAC y me volvían a coser. Total, 29 operaciones». Y entonces, en ese proceso de entradas y salidas en el quirófano, llegó la segunda parada cardiaca y su segundo 'viaje': «En esa ocasión estuve en una biblioteca muy antigua y había una chica que me vigilaba. Mi hermana estaba al fondo y vinieron mis padres a verme. Me puse muy contento porque me invitaban a irme con ellos». Pero para sorpresa de todos, sanitarios incluidos, consiguieron reanimarlo y Fernando volvió a abrir los ojos.

Una promesa

Con la incapacidad total para trabajar, el confinamiento domiciliario por el coronavirus y tanto tiempo libre, se decidió a sacar los apuntes que cogió en el hospital y cumplir su promesa. «Quería que quedara constancia de que hay un infierno -de que se puede salir de él- y de que hay gente maravillosa que ayuda a cruzar ese infierno, en especial los profesionales del gremio de enfermería. Abarcan mucho más de lo que les exige su cargo o su titulación. Me cuidaban, hacían de psicólogos, nunca tenían una mala cara, siempre se mostraban cariñosos día tras día y durante los seis meses que estuve ingresado...», recuerda emocionado este espontáneo escritor.

«Hoy solo disfruto sin preocuparme por el tiempo. Tengo muchas más conversaciones con mi hija y adoro aún más a mis padres»

Nunca imaginó plasmar su firma en un libro. Es más, antes de 'todo' no era nada aficionado a la lectura. Ahora sin embargo «devoro los libros». Es una de las novedades de su nueva vida. Eso y disfrutar de la naturaleza, de los paseos, de los encuentros con gente conocida: «Mis sensaciones son distintas. Ahora miro un árbol y me fijo incluso en la estructura del mismo. Antes solo miraba el reloj, pensaba en que tenía que ir a trabajar, a recoger a la niña al colegio, pasear al perro, atender la casa... Hoy solo disfruto sin preocuparme por el tiempo. Tengo muchas más conversaciones con mi hija y adoro aún más a mis padres».

El capítulo 5

Si hay algo que levanta sospechas a un enfermo es que un hombre con alzacuellos y abrazado a la Biblia se presente en su box. En el capítulo 5 del libro, Fernando narra cómo un cura le hizo la señal de la cruz en la frente. Pensando que ese gesto era el más injusto del mundo, le dijo: «Pero si sigo vivo». El hombre no contestó pero «torció el gesto dando pie a interpretarlo como 'por poco tiempo'». Ese religioso le hizo compañía durante un largo rato, le acarició, le abrazó y le regaló un rosario que hoy, dos años después, cuelga en la puerta de su domicilio. «Es lo último que observo antes de salir al mundo. Un recuerdo de lo vivido en el infierno».

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