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Jueves, 8 de septiembre 2016, 19:13
Este 5 de septiembre se ha cumplido un siglo del estreno de 'Intolerancia', la famosa obra maestra de David W. Griffith, en Nueva York. Muchos cines de todo el mundo, incluido algunos españoles, han recordado el aniversario proyectando una versión restaurada de la película. Sin embargo, en su momento la película fue un fracaso.
Tras el éxito de El nacimiento de una nación, David W. Griffith abordó otra película monumental que mostrase, no ya la historia de su país sino la de la humanidad. Dolido por las acusaciones de racismo recibidas por su anterior filme, se propuso mostrar la lucha del amor a través de los tiempos y la intolerancia en cuatro épocas diferentes de la humanidad. Dividida así en cuatro capítulos, Griffith tardó 20 meses en rodar el filme y otros dos meses en montarlo. La acogida fue resultó un fracaso (en Nueva York se estrenó el 5 de septiembre de 1916 en el Liberty Theatre de Nueva York dividida en 14 partes y apenas aguantó una semana en cartel), en parte debido a las casi cuatro horas de duración y a una estructura revolucionaria, demasiado difícil para los espectadores de la época. Hoy se la considera una película fundamental de la historia del cine.
Sin embargo Griffith concibió el núcleo de la película en 1914 y comenzó el rodaje antes de El nacimiento de una nación, como una película normal que se iba a titular La madre y la ley. E iba a versar sobre un hecho real, conocido como El asunto Stielow, muy lejos de la idea de tolerancia universal de la que hace gala el filme. Pero las críticas que le acusaban de racista por El nacimiento de una nación hicieron mella en Griffith. El director quiso demostrar que la injusticia y la esclavitud no eran únicamente patrimonio de los hombres del Sur de Estados Unidos y amplió la idea de la película que preparaba a la intolerancia a lo largo de la historia de la humanidad.
Cuatro episodios
La madre y la ley (La vida moderna) es el episodio de la que iba a ser una única película: se recogen hechos acaecidos en 1914, según el informe de la Comisión Federal de Industria y del caso criminal de Stielov. Un joven (Robert Harron), condenado a pesar de su inocencia por el asesinato de un compañero, es rescatado en el último minuto gracias a la intervención de su amada (Mae Marsh), que consigue el perdón del Gobernador (Ralph Lewis). La película muestra el estallido de una huelga, que serviría de inspiración para Eisenstein y otros cineastas soviéticos. La historia judía (La vida de Cristo) sucede en el año 33. Jesús de Nazareth (Howard Gaye) es acusado por los fariseos, condenado a muerte y crucificado en Jerusalén ante su madre María (Lilian Langdon) y María Magdalena (Olga Grey). En La historia francesa (La noche de San Bartolomé), la bella Ojos Grises (Marguery Wilson), hija de un hugonote y el soldado católico Prosper Latour (Eugene Pallete), viven la Noche de San Bartolomé, con la terrible matanza de hugonotes protestantes ordenada por Carlos IX de Francia siguiendo los pérfidos consejos de su madre. Y La historia de Babilonia (La caída de Babilonia) sigue a una muchacha de la montaña (Constance Talmadge), que es conducida al mercado de esclavas de Babilonia, en donde la libera el príncipe Baltasar (Alfred Paget), mientras que el rey Nabodinus (Carl Stockdale) da pruebas de una gran tolerancia. El gran sacerdote Bel (Tully Marshall), indignado por el culto que se rinde a Isthar predice la caída de Babilonia y pacta con el rey Ciro. Enlazando los cuatro episodios, una mujer (Lillian Gish) mece a su bebé en una cuna, una imagen inspirada en un verso de Walt Whitman.
A la vez, Griffith persistía en sus superproducciones de larga duración que plantase cara a las películas megalómanas que, como Cabiria (1913) llegaban de Italia. El director narra las cuatro historias manejando con absoluta libertad el espacio y el tiempo, algo desconocido hasta entonces. Ante el fracaso del público y la desorientación de la crítica, que no entendía lo que consideraba un lío narrativo, Griffith decidió estrenar por separado cada una de las cuatro historias. El filme llegó a las pantallas europeas con un enorme retraso, debido en parte a la I Guerra Mundial, que asolaba el continente. El mensaje pacifista del filme no era el adecuado para América, que se disponía a entrar en la guerra. En Madrid no se estrenó hasta 1921.
Influencia posterior
Pasaron bastantes años hasta que se reconociese a Intolerancia, no ya como la obra maestra que es, sino también como la película que abrió nuevos caminos a la narración cinematográfica: En Francia Abel Gance le reconoció como su maestro, hasta el punto que el propio Griffith le invitó a Estados Unidos. Cecil B de Mille se fijó en Intolerancia para desarrollas sus filmes de grandes espectáculos históricos. En Alemania Fritz Lang también tomó Intoleracia como referente narrativo para Los Nibelungos y Metrópolis. El danés Carl Theodor Dreyer, la imitó en su segundo filme, Páginas del libro de Satán, incluso el francés René Clair, 40 años después, en Mujeres soñadas (1952) habló de su filme como una intolerancia cómica, cuyo desenlace es prácticamente una trasposición de la película de Griffith. Pero donde Intolerancia sembró inquietudes y vió nacer todos sus frutos fue en la revolucionaria Rusia soviética: Lenin la hizo proyectar en ciudades y ueblos considerándola una propaganda anticapitalista, pero los grandes maestros del cine soviético sacaron de ella conclusiones no previstas: Eisenstein, Kulechov o Pudovkin, despreciaron el mensaje anticapitalista, pero vieron en el nuevo lenguaje que el filme proponía un instrumento dialéctico muy interesante de la que nacería la teoría y práctica del montaje, de la que los soviéticos fueron la avanzadilla mundial.
David Wark Griffith e Intolerancia abrieron el cine a la modernidad narrativa, a una nueva concepción del espacio-tiempo cinematográfico, a las grandes superproducciones históricas e incluso a las películas de episodios.
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Ángela Madrazo | Santander y Clara Privé | Santander
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Abel Verano
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