Margarita, la de Limpias
LEYENDAS DE AQUÍ ·
El espectro de una joven que murió en 1928 pasea por el Parador Nacional en una fascinante historiaHace más de un siglo que Margarita de Eguilior tiene 29 años. Le gusta tocar el piano y pasear con su hijo de tres por las escaleras del Parador de Limpias. Del que casi nunca sale, por cierto. Todo lo más, para pasear por el jardín y la galería moderna. A veces le hace compañía Antonio, un antiguo sirviente, y dicen que tiene predilección por la habitación 205, pero lo suyo es sobre todo pasear escaleras arriba-escaleras abajo y tocar el piano. Desde 1928 Margarita y su hija patrullan el parador, en su casa familiar a la que siempre estuvieron muy vinculadas, aunque no murieran allí, como suele ocurrir con los fantasmas que habitan palacios.
A veces incluso se puede escuchar el piano; aquel que le tocaban a Margarita de niña, y hasta algunas voces en inglés; la de alguna de las dos niñeras británicas que la cuidaban y que, por algún extraño motivo, se quedaron allí para siempre. Incluso se manifiesta en ocasiones su tío Manuel Eguilior, conde de Albox y dueño del palacio. Dueño, claro, en la época en la que fue una persona de carne y hueso. Pero el fantasma genuino del parador de Limpias; el fetén, es el de Margarita.
Vamos por partes. Manuel Eguilior y Llaguno (Limpias, 1842-1921) fue un político que supo medrar en el Madrid de la Restauración, donde fue senador vitalicio, vicepresidente de la cámara baja hasta llegar a ministro de Hacienda y de Instrucción Pública con Mateo Sagasta y gobernador del Banco de España. También coleccionó títulos: las grandes cruces de Isabel la Católica y de Carlos III, además de recibir el Ducado de Albox.
El bueno de don Manuel tenía una sobrina llamada Margarita que se crió en el palacio, así que el fantasma tiene filiación y seguro social. Nació en Limpias en 1899 y murió para el mundo corpóreo víctima de una pulmonía en el Madrid en 1928, como lo hizo también su hija, que aún no había cumplido los tres años.
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El Palacio del Castañal, que así se llamaba, se comenzó a construir con el comienzo del siglo XX, pero rápidamente cambió su nombre al de Palacio Ducal de Eguilior cuando su dueño recibió el título. Tras la muerte de Manuel pasó a su hermano, y con el estallido de la Guerra Civil se convirtió en hospital durante el periodo republicano y prisión durante el nacional hasta quedar abandonado.
Justo cuando iba a cumplir un siglo, el Gobierno de Cantabria lo compró para, a su vez, cederlo al Paradores Nacional, que lo restauró y convirtió en uno de sus hoteles, inaugurado en 2004 con una inversión global, entre la compra del Ejecutivo autonómico y el ingente gasto de remodelación y restauración (se construyó incluso un edificio moderno anexo) del Estado. Para entonces ya había fraguado la historia del fantasma, y hasta se extendió el rumor de que durante las obras de restauración y reforma los operarios se negaron a trabajar porque allí ocurrían cosas raras. Incluso el entonces consejero de Turismo de Cantabria, Javier López Marcano, bromeaba con el asunto, hablando de la publicidad que podían dar las presencias al parador.
¿Y qué hay de cierto? Que cada cual saque la conclusión que considere oportuna, más allá de los datos comprobados sobre los personajes y acontecimientos históricos, que efectivamente existieron y ocurrieron. Todo comenzó cuando un equipo de investigación parapsicológica dirigido por Anita Lauda llevó a cabo el trabajo del que nace la historia. Hasta entonces no se había escuchado nada sobre cualquier tipo de presencia, fenómeno extraño o historia extraordinaria, mágica o truculenta en el parador (sí en Limpias, pero eso es otro asunto), lo que no significa necesariamente nada, pero así es. De los sucesos durante la obra no se ha vuelto a saber nada más. Todo lo más, que a grandes rasgos se cumplieron plazos y presupuestos, que no es poco.
Todo nació aquel 2001, cuando el equipo hizo noche en el palacio y aseguró haber detectado todas las presencias. Aquello resultaba abrumador. Psicofonías, manifestaciones físicas, comunicación directa, bolas de fuego o energía, un piano que se escucha sin que haya ninguno... Difícil encontrar tantos fenómenos simultáneos.
La noticia tuvo eco mediático y la leyenda quedó instalada en la memoria como un clásico instantáneo, por mucho que el fantasma de aquella presencia muerta para los vivos a cerca de 500 kilómetros permaneciera callada 72 años, hasta la visita del aquel equipo. Después se recogió incluso en un libro sobre las leyendas de los paradores nacionales, pero al mismo tiempo su director confesaba divertido que ni él ni los trabajadores habían tenido ninguna experiencia. Que de fenómenos sobrenaturales, nada de nada.
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