
Secciones
Servicios
Destacamos
Domingo, 10 de Noviembre 2019
Tiempo de lectura: 3 min
La 'mili' eterna Helena, de 22 años, muestra las heridas recibidas durante un ejercicio con fuego real. La 'mili' es obligatoria para hombres y mujeres; y su duración es indefinida. Algunos llevan más de una década. La ONU afirma que los reclutas son utilizados como mano de obra esclava. Cinco mil jóvenes se marchan del país cada mes para evitar incorporarse a filas. Helena también se fue y ahora trabaja de camarera en Axum (Etiopía). No hay grupos independientes de la sociedad civil ni medios de comunicación independientes. Nadie logra hacer frente al dictador Isaias Afewerki, que, en su cruzada contra Occidente, apoya a su vez desde el día uno la invasión de Rusia a Ucrania, entre otras razones, por las numerosas agresiones bélicas que él mismo inició en los últimos años contra Etiopía, Sudán, Yibuti y Yemen. Eritrea es, de hecho, uno de los cinco países que apoyaron a Putin, cuya invasión en la ONU fue condenada por 141 países.
Cargando
Vista de la periferia de la capital, Asmara, donde la pobreza campa a sus anchas, en fuerte contraste con los vestigios de la época colonial del centro urbano. Cuando era colonia italiana, durante el fascismo se conocía a Asmara como la 'pequeña Roma'. En 2017, su arquitectura fue declarada Patrimonio de la Humanidad. La decisión de la Unesco fue muy criticada por premiar a la dictadura sin ninguna contrapartida. Criticada ha sido también la concesión del Nobel de la Paz al primer ministro etíope, Abiy Ahmed, por lograr un inesperado acuerdo con Isaias Afwerki para el final de la guerra entre ambos países. Lo logró a meses de asumir el poder en 2018. Desde 2020, sin embargo, Ahmed encabezó una campaña militar al norte del país, en Tigray, desatando una ola de violencia étnica sin precedentes en Etiopía, el segundo país más poblado de África. Eritrea y Afwerki han sido, desde entonces, socios de Ahmed y participantes directos en la guerra genocida en Tigray, un conflicto que ya se ha cobrado decenas de miles de vidas, además de someter a cientos de miles de personas a condiciones similares a las de la hambruna.
Rita muestra en el móvil una foto del entierro de su hija de 4 años, que murió cuando la familia cruzaba la frontera con Etiopía. El Ejército dispara indiscriminadamente contra niños y adultos. Ahora vive con el mayor, de 13, en Adís Abeba. «Me gustaría vivir cerca de donde está enterrada mi hija, pero no puedo», afirma. Aunque bien conocidas son las atrocidades cometidas en países como Corea del Norte o Arabia Saudí, los horrores de Eritrea pasan desapercibidos para el gran público occidental. La comunidad internacional busca llamar la atención sobre estos abusos a través de la oficina del Relator Especial de la ONU, el sudanés Mohamed Abdelsalam Babiker, que ha presentado ya diversos informes ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra.
El río Tezeke es un paso fronterizo controlado por las mafias. «Los eritreos pagan cuatro veces para salir del país: a los aduaneros corruptos para cruzar la frontera; a los contrabandistas que los llevan por el desierto; a los bandidos que controlan los campos de refugiados de Libia; y a los traficantes que hacen la travesía del Mediterráneo», explica el misionero Mussie Zera.
Un refugiado se ejercita con unas pesas 'caseras' en el campo etíope de Hitsats. Más del 15 por ciento de la población ha huido del país desde la guerra de 1998. El régimen ha creado un impuesto especial para 'no residentes', que deben pagar los familiares que se han quedado. La diáspora denuncia que el acuerdo de paz con Etiopía solo ha servido para abrir las puertas a las compañías mineras extranjeras que se disputan sus yacimientos de oro, mármol y granito, pero no ha servido para aliviar el sufrimiento de la población, que sigue intentando escapar.
El Gobierno controla los pocos locales con acceso a Internet, como el de la imagen. Los móviles, que sirven para comunicar a las familias separadas por la emigración, también son utilizados como herramienta de extorsión. Las mafias confiscan el móvil a las personas que tienen en su poder y envían un vídeo a sus seres queridos mientras los torturan, exigiendo una transferencia inmediata a cambio de dejar de pegarles.