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MI hermosa lavandería

'Holy spider'

Isabel Coixet

Viernes, 30 de Diciembre 2022, 13:03h

Tiempo de lectura: 3 min

Si tuviera que nombrar la película que me hubiera hecho sentir  más miedo, furia e indignación a partes iguales en los últimos tiempos, esta sería Holy spider, del director Ali Abbasi. Su protagonista, Zar Amir Ebrahimi, recibió el premio a la mejor interpretación en el pasado Festival de Cannes, pero, si de mí dependiera, le daría todos los premios habidos y por haber: es esta, probablemente, la mejor película de horror reciente y sus personajes no son zombis ni cambian de formas ni les salen colmillos ni pezuñas ni poseen poderes.

Sus personajes tienen hijos, juegan con ellos, rezan, van a comer a casa de los suegros. Sus personajes existen, son de carne y hueso, están convencidos de que su Dios aplaude que asesinen a mujeres; están convencidos de que su misión es legítima y que lo que hacen es lo correcto. Pero el horror de Holy spider no reside sólo en su trama. La trama la hemos visto otras veces: un asesino en serie mata a 16 prostitutas porque se cree llamado por su dios para limpiar las calles de mujeres corrompidas. Una periodista decide investigar ante la desidia de la Policía y consigue dar con él (tras poner en peligro su vida) y, con la complicidad de otro periodista, llevarlo a las autoridades. Los crímenes son horrendos y muy gráficos, pero no más o menos que en otras películas del mismo género.

Cuando vi 'Holy spider', entendí perfectamente por qué tantas mujeres arriesgan su vida en Irán. Ninguna distopía puede ser peor que el mundo que se ve en esta cinta

Está basado, como muchos thrillers, en hechos reales (en este caso, los crímenes de Saeed Hanaei que sucedieron entre 2002 y 2003). Lo que horroriza de verdad en Holy spider es la suma de microagresiones y agresiones de todo tipo que su protagonista sufre por el hecho de ser mujer. Desde el momento que llega a la ciudad santa de Mashhad, el recepcionista le dice que no hay habitación para ella porque no está casada, la riñe por no llevar el pañuelo bien ajustado, la ningunea. Las autoridades eclesiásticas y la Policía la consideran menos que nada. Es más, un policía le repite la misma palabra que el asesino utiliza para todas sus víctimas: «Eres un ser sin valor».

Ella, una y otra vez, se toca el pañuelo para comprobar que está en su sitio y ese gesto nervioso, a regañadientes, contra su voluntad, permea toda la cinta; no en vano el asesino utiliza en ocasiones el hiyab para matar a sus víctimas. Y asistimos a otro espanto, una vez detenido ese asesino, un espanto que hiela la sangre, porque sabemos perfectamente que lo que cuenta la cinta no es el producto de la imaginación de un Stephen King sentado en su butaca de cuero en su casa junto a un lago en las afueras de Maine: es la vida cotidiana de millones de mujeres en un país cuya estructura está maquiavélicamente concebida para hacer un infierno de la vida de las mujeres. Cuando vi Holy spider, entendí perfectamente por qué hay tantas mujeres arriesgando su vida en este momento en las calles de Irán. Ninguna distopía puede ser peor que el mundo que se ve en esta cinta. Las imágenes finales son seguramente la cosa más desalentadora que he visto jamás. Sólo queda esperar que el auténtico final, el que reclaman con su sangre las personas que se están manifestando estos meses en Irán, llegue más pronto que tarde.