El origen de la Residencia de Señoritas de Santander
Alice Gulick sembró el germen del acceso de la mujer a la universidad con el primer centro de formación superior en Cantabria, previo al Instituto Internacional
En 1871, que las mujeres se formaran por su crecimiento personal y no para educar a los demás no se estilaba. Tampoco que tuvieran interés ... por la ciencia, el arte o el ejercicio físico. Y mucho menos, que existieran centros específicos para educar a las jóvenes, más allá de la lectura, escritura y catecismo. Fue durante ese año cuando Alice Gordon Gulick y su marido llegaron a Santander en búsqueda de completar una misión espiritual. Eran protestantes y al pisar tierra cántabra, además de atender su objetivo religioso, decidieron ir un paso más allá impulsando la educación de las mujeres.
«Puede ser que la formación de Alice Gulick en el Mount Holyoke College (Massachusetts, Estados Unidos), con las mismas instalaciones y materias que los hombres, le empujara a intentar establecer un modelo similar en España», asegura Andrea Puente, directora de la Fundación Gerardo Diego. Su objetivo inicial tenía un fin religioso, pero al final, continúa Puente, «dio respuesta a una de las principales demandas de las mujeres de la Edad de Plata en todo el mundo: acceder a una educación superior».
La profesora de Historia y experta en la influencia de Gulick sobre la educación en España Marina Berasategui explica que la americana fue un paso más allá: «Siembra el germen del acceso de la mujer a la universidad en Santander». Berasategui asegura que «en 1881, aún en la capital cántabra, la propia Gulick explica en una carta a Susan Richard –la que posteriormente fuera maestra auxiliar de su centro en Madrid–, que pretendía crear una institución avanzada como en la que ella estudió».
Las frases
Directora de la Fundación Gerardo Diego
Andrea Puente
«Gulick llegó para cumplir una misión religiosa, pero dio respuesta a una demanda educativa»
Profesora de Historia
Marina Berasategui
«En Santander siembra el germen de la formación para que las mujeres accedan a la universidad»

Pero no fue sencillo. El matrimonio, que se había instalado en la calle Rúa Mayor, comenzó dando clases en su piso a tan solo un par de estudiantes. Después, pasó a tener decenas de alumnos lo que le llevó a construir su propio edificio –aún en pie– en Isabel La Católica. «Fue complicado al inicio dada la desconfianza que generaba la llegada de dos estadounidenses con un idioma, religión y modelo de vida distintos», explicó Puente. Los Gulick pasaron en Santander cerca de dos décadas. Crearon una escuela para niños y otra para niñas, pusieron en marcha la Iglesia protestante de la Calle Gómez Oreña e, incluso, «vivieron en Cantabria uno de los capítulos más dramáticos de su vida: el fallecimiento de uno de sus hijos», cuyos datos se encuentran en el Cementerio Protestante de Cazoña.
Elitismo
La educación superior en aquella época era «elitista» para hombres y mujeres. La labor de Gulick, según la directora de la Fundación Gerardo Diego, «fue un avance, junto con el de otras referentes –como María Goydi–, hacia la democratización de la educación». De hecho, favoreció que mujeres de clase media y baja se formasen. Marina Berasategui cuenta como «las mujeres más pobres servían a la familia a cambio de poder estudiar y vivir en la escuela de Santander».
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La educación en general, pero especialmente entre mujeres, era deficiente. El nivel de analfabetismo en mujeres en el siglo XIX, según Berasategui «era del 86%», por lo que el trabajo de Gulick fue clave en la educación española desde sus inicios en Cantabria. A pesar de ello, tras veinte años en la ciudad, no fue hasta su paso por San Sebastián cuando tres de sus alumnas consiguieron licenciarse. «Probablemente, el centro de Santander fuera un primer 'ensayo y error' en la trayectoria educativa de Gulick», propone Puente.
La propia metodología que utilizaba era novedosa: «Buscaban la práctica, la experimentación y dejaban de lado la memorización. Tenían instalaciones innovadoras, como laboratorios, y daban protagonismo al ejercicio físico», declara Berasategui. Es más, para Puente: «Participó en la modernización de España, es un ejemplo de la riqueza de los intercambios culturales, del impacto de conocer modelos extranjeros». Y Santander fue la cuna en la que asentó las bases de ese modelo «rompedor para la época», según Berasategui, que permitió que el acceso a la formación y a la universidad estuviera un poco más cerca para muchas mujeres.
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