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El Parque de Picos, pionero y centenario

El 22 de julio de 1918 se convirtió en espacio de especial protección. Tras dos ampliaciones suma ya 67.400 hectáreas

Daniel Martínez

Santander

Lunes, 9 de julio 2018

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Hay que ponerse en situación. Año 1918. Cuando las preocupaciones por la protección del medio ambiente eran cosa de un puñado de locos y las amenazas que sufría el territorio no eran tan evidentes como las que llegaron unas décadas después, las Cortes españolas aprobaron dotar a los Picos de Europa de una figura legal que garantizaba su defensa y, sobre todo, reconocía el especial interés de este paraje. Ocurrió un 22 de julio. Así, se convirtió en el primero de los quince parques nacionales que existen en la actualidad. Pocos meses después se crearía el de Ordesa, en los Pirineos. Ambos se encuentran ya a las puertas de conmemorar su centenario a pesar de que las instituciones involucradas todavía no han detallado el calendario de actos festivos. A dos semanas para clavar la fecha, salvo un par de excepciones, es todavía una incógnita.

En realidad, entonces, el nombre oficial era Parque Nacional de la Montaña de Covadonga y la iniciativa, a pesar de que se realizó a propuesta del Gobierno de Antonio Maura, estaba bajo el amparo de la corona. El rey Alfonso XIII –bisabuelo de Felipe VI– no sólo sancionó la ley, también respaldó el proyecto.

Su vínculo con este territorio que ahora comparten León, Asturias y Cantabria venía de lejos. El monarca heredó de su padre, Alfonso XII, primer Borbón en pisar la comarca lebaniega, la afición por la caza del rebeco en la cordillera Cantábrica. De hecho, el hijo fue mucho más fiel a Picos que su antecesor.

Hasta en cuatro ocasiones hizo un parón en sus vacaciones familiares veraniegas en el Palacio de La Magdalena de Santander entre 1913 y 1930. Antes y después de la creación del parque natural. Tantas, que la Real Compañía Asturiana de Minas construyó para él una vivienda conocida como el Chalé Real –costó 125.000 pesetas de la época, el equivalente de 751 euros– en las inmediaciones del río Salado y Peña Vieja, a 1.700 metros de altitud.

El refugio de Áliva.
El refugio de Áliva. DM

«Covadonga será objeto de especial protección de parte del Estado, y todas las obras monumentales que allí se realicen, comprendiendo los sepulcros para los restos de Pelayo y Alfonso I el Católico, serán dispuestos por el Ministerio de Instrucción Pública, mediante propuesta a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando», decía el primer artículo de aquella ley. En ese fragmento se esconde otro de los motivos por los que la Casa Real impulsó la declaración de los Picos de Europa como parque natural.

Aquel 1918, a su vez, se celebraba otra conmemoración, una fecha llena de carga simbólica para el país en general y muy en particular para la institución monárquica: el decimosegundo centenario de la histórica batalla de Covadonga que supuso el inicio de la Reconquista y el fin de la dominación musulmana. Aprovechando que dos años antes, en 1916, el Marqués de Villaviciosa –Pedro Pidal Bernaldo de Quirós, otro de los defensores de la protección de Picos– había impulsado la creación de una Ley de Parques Naturales, se pensó que ésa sería una buena excusa para inaugurar el primero de ellos.

Alfonso XIII, acompañado por la reina VIctoria Eugenia, planta un árbol en la ceremonia de inauguración del Parque Nacional de Picos de Europa.
Alfonso XIII, acompañado por la reina VIctoria Eugenia, planta un árbol en la ceremonia de inauguración del Parque Nacional de Picos de Europa. Archivo Díaz Casariego

Y el encargado de hacerlo fue –¡cómo no!– el rey Alfonso XIII el 8 de septiembre, mes y medio después de firmar la orden. Una vez que asistió a una ceremonia religiosa en la basílica de la Virgen de Covadonga, entró con la reina Victoria Eugenia en la parte asturiana del Parque Nacional, donde plantó un árbol (la imagen del Archivo Díaz Casariego que acompaña esta información recoge el momento) junto al ministro de Fomento, Francesc Cambó. Menos de una hora después de su llegada abandonó el lugar entre «ovaciones incesantes», tal y como detallaban las crónicas de la época.

Dos ampliaciones

Unos días antes, el propio Cambó había firmado el decreto que establecía los límites del parque: «Al norte, los mismos de la que hasta ahora se venía considerando Montaña de Covadonga, delimitada oficialmente, desde el arroyo del Carrizal sobre el río Dobra hasta el puente sobre el río del Auseva más abajo de la estación del tranvía, siguiendo por la cumbre de toda la Cuesta de Ginés, donde está la Cruz de Priena, hasta el Canto del Buitre en Biforocos y la Cabeza del Salgaredo, continuando por el Cantón de Tejedo y los Camplengos, falda de Peña Ruana, el Jascal y Cabezón Lloroso a la majada da Ostón y el río Cares. Por el este, el mismo río Cares, subiéndolo, hasta tras la Pandiella, frente a Cordiñanes, con todo el monte de Corona, a derecha e izquierda del camino y del Cares. Por el sur, la Pandiella, Vega Arestas, Vega Lloa, las Dorniellas y el nacimiento del río Angón o Dobra más arriba del Carombo. Y por el oeste, el mismo río Angón o Dobra en toda su longitud hasta el arroyo del Carrizal».

Imagen antigua de la estación inferior de Fuente Dé.
Imagen antigua de la estación inferior de Fuente Dé. DM

Entonces, el Parque Nacional era un espacio prácticamente asturiano. El grueso del territorio cántabro se integró en 1995, con la primera de las ampliaciones, en el mismo momento en que se produjo el cambio de denominación. Para entonces ya sumaba 64.660 hectáreas y en la comunidad autónoma incluía los municipios de Cillorigo de Liébana, Tresviso y Camaleño.

La pasada semana, durante un acto oficial por el centenario de Picos, Felipe VI habló de sus habitantes: «Ellos han sido y son los principales responsables de que estos excepcionales territorios hayan llegado hasta nosotros en un excelente estado de conservación. No es posible concebir la red de Parques Nacionales sin entender la idiosincrasia de estas poblaciones, que debe considerarse siempre a la hora de diseñar políticas referidas a estos territorios».

El más reciente capítulo de la protección de estas montañas se produjo en 2015, con una segunda ampliación en tierras asturianas. Actualmente, están dentro de sus fronteras 67.455 hectáreas.

El teleférico de Fuente Dé es la entrada natural al Macizo Central de Picos

En medio de un entorno impresionante y en un recorrido de apenas cuatro minutos el teleférico de Fuente Dé (Camaleño) traslada a los viajeros de la estación inferior, situada a 1.070 metros, hasta la estación superior, a 1.823 metros, salvando un desnivel de 753 metros. Así, en cada viaje, veinte viajeros llegan al interior del Macizo Central del Parque Nacional de Picos de Europa. Las instalaciones comenzaron a funcionar el 21 de agosto de 1966; desde entonces, miles de personas lo utilizan cada año. En la jornada de ayer fueron muchos los turistas que subieron en el teleférico. Asombrados por el paisaje, disfrutaron de un magnífico día recorriendo las rutas que desde la estación superior se pueden realizar.

David Soria y María José López, de Villalba (Madrid) subían por vez primera en el teleférico, y después de llegar a la estación superior estaban impresionados: «Es increíble la altura que coge el teleférico en pocos minutos. Estamos alojados en el Parador de Fuente Dé y ahora contemplamos un paisaje increíble. El día es espectacular». Álvaro Picatoste y Nuria Farrá, de Barcelona, también ascendían por primera vez, acompañados de sus bicicletas, para poder hacer una ruta. Con respecto al teleférico decían que «impresiona el desnivel que alcanza en la subida. Estamos de vacaciones en Potes y hoy vamos a realizar una ruta en bicicleta descendiendo hasta Espinama, para volver de nuevo por el hayedo a Fuente Dé».

En la estación superior esperaban integrantes del club de montaña Los Pichones de Requena (Valencia), con componentes de todas las edades. Jacobo Archilla y José Carlos Martínez, junto a sus hijas, reconocían que «las vistas son fantásticas. Esta montaña es preciosa y por ello debemos de cuidarla mucho. Llevamos 15 años haciendo montaña y hay que enseñar estos parajes a las nuevas generaciones». Finalmente, la lisboeta Alice Lopes, que visitaba Picos por vez primera acompañada de sus padres y hermano, manifestaba que se han «encontrado con un Parque Nacional muy limpio y muy bien tratado. Es una delicia». Yen el mirador del cable, contemplando el valle y la cordillera Cantábrica, nunca faltan curiosos asomándose al vacío.

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