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PPLL
Viernes, 14 de junio 2013, 09:37
La contumacia de los actuales dirigentes del Racing plantea la duda de si, definitivamente, han perdido el sentido de la realidad o si su apego al sillón sólo obedece a la necesidad de asegurarse unos ingresos económicos que son incapaces de obtener en otras actividades empresariales o profesionales. Solo desde alguna de estos condicionantes se explicaría el cúmulo de insensateces y chapuzas que el consejo de administración presidido por Ángel Lavín y dirigido por Francisco Pernía en la sombra ha protagonizado desde que, desgraciadamente para el club, tomó las riendas del Racing. Ayudados por los equipos de asesores de los que se rodean, los directivos volvieron a demostrar en la junta general de accionistas celebrada ayer una capacidad inagotable para provocar situaciones esperpénticas. ¿Cómo se pueden presentar a los accionistas unas cuentas sin cuadrar en casi un millón de euros? Con los pies en el suelo, nadie piensa que se puede gobernar un club con la oposición de todos. Y esto es realmente lo que está pasando en el Racing: que un grupo al que nadie quiere y que, salvo al parecer Alí, tampoco ha puesto un euro, se empeña en gestionar una entidad que, pese a ser una sociedad anónima, tiene un componente social fundamental.
El Racing y el racinguismo caminan por sendas opuestas como se ha podido ratificar en los dos últimos días. La entrega por parte del Ayuntamiento de Santander de la Medalla de Oro al club por sus cien años de historia reunió a la 'sociedad verdiblanca' en pleno, en todas sus sensibilidades, y respaldada por una amplísima representación institucional, en un emocionante acto, al que, por supuesto, no asistió ningún miembro de la directiva. El reverso de esta liturgia racinguista fue precisamente la junta de accionistas de ayer, un nuevo exponente de la soledad del consejo.
Pero es que, al margen de representatividad y del sentimentalismo, el consejo de administración de Lavín ha demostrado una incapacidad absoluta para resolver los problemas del Racing. La gestión ha sido tan lamentable que de la esperanza de regresar a Primera, en la que el consejo confiaba para calmar la tempestad, se ha pasado a la realidad de la caída al infierno de la Segunda B. Tanto el desbarajuste institucional como el fracaso deportivo son responsabilidad directa del tándem Pernía-Lavín. Fue el expresidente quien eligió, al parecer en nombre del desaparecido Alí, a los consejeros, incluidos Manolo Saiz y José Campos, que terminaron marchándose de malas formas. Y también eligió, al menos, a tres de los técnicos y participó en el trasiego de fichajes.
La ampliación de capital aprobada ayer en la convulsa junta de accionistas por la mayoría de Alí, con la que se pretende reunir 4,5 millones de euros para evitar la liquidación del Racing, no cuenta con la indispensable credibilidad entre los pequeños accionistas del Racing y tampoco parece una operación eficaz, salvo que el Consejo maneje la entrada de un nuevo inversor. En todo caso, la normalización institucional y social del Racing pasa necesariamente por la salida del Consejo que preside Ángel Lavín y por el alejamiento definitivo de Francisco Pernía de la gestión de la entidad desde las bambalinas.
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