La cocción de la cocina gigante

Nada como un buen cortometraje para saciar el hambre cinematográfica. Y a la hora de hincar el diente se antoja suficiente esta joyita de grafismo apabullante, lúcido mordisco visual y sencillez narrativa. 'Al dente' tiene el tiempo justo de cocción, deja ver su textura y en sus seis minutos se revela envolvente, dura y tierna a la vez, como corresponde. Una niña vagabunda que busca algo para comer, una cocina mágica y gigante llena de alimentos que adquiere vida propia, desde la pasta hasta el queso y los tomates, y un siniestro cocinero. Todo ello con aire de traviesa ensoñación, sonidos de ópera y aroma italianizante. 'Al dente' es como colarse en una viñeta, recorrer una página de ilustraciones y salir por la contraportada tras haber cometido dos o tres astutos actos de supervivencia.

Un juego de mesa con gotas de humor negro, donde la protagonista es al tiempo comensal e ingrediente, presa y cazadora, aderezo y boca, en un intercambio de dimensiones y sensaciones. Es lúdica, de colores que parecen adherirse a la retina y destila un aura de juguetona persecución con una coreografía entrañable. Su caracterización de los personajes, más el diálogo de iluminación y escenarios, conforman una sabrosa conjugación. El cortometraje de origen francés, creado por Jean-François Barthélémy, Maël François y el colombiano Carlos Felipe Leon Ortiz, fue un proyecto final de graduación en la escuela de animación francesa Supinfocom. Con más de una veintena de premios a nivel internacional, algunos en festivales como Imagina o Siggraph, es una pieza simpática, cuyo virtuosismo resulta empático y deja un ligero sabor que evoca a 'Ratatouille'. El ambiente culinario, la puesta en escena, que caricaturiza al ogro entre fogones e ironiza con la petit víctima, es un delicioso pastel de guindilla alejado de los tópicos del mundo de Disney. Su emplatado de música y color potencia la vibración de su cocina vitalista.