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Un ojo en el pasado y otro en la aplicación contemporánea de las lecciones extraídas. Así de apasionante es la mirada de quienes se afanan en descifrar los restos de yacimientos arqueológicos costeros. Una ciencia que desgranó ayer Asier García Escarzaga, investigador posdoctoral en la Universitat Autònoma de Barcelona. Su ponencia '¿Cómo leemos el pasado en una concha prehistórica?' centró una de las lecciones del curso sobre 'Cavernas y mares del pasado. La Prehistoria a la orilla del mar', que se clausura esta tarde en Ramales de la Victoria con la conferencia que impartirá su director, Manuel González Morales, en la Fundación Orense, a partir de las 20.00 horas.
«Estudiar el pasado no es sólo abrir una ventana al ayer y ver lo que ocurría, sino que esa información tiene su eco en el mundo presente, nos ayuda a entender cuestiones de actualidad. Puede ayudarnos a identificar hacia dónde vamos», afirmó. Para resaltar mejor esta idea, destacó que «podemos llegar a inferir el impacto que tuvieron los cambios climáticos pasados en los grupos humanos, y eso nos puede ayudar a comprender cuáles son las posibles consecuencias para nosotros del cambio climático actual».
No menos sugerente es otro de sus planteamientos. «Un ejemplo muy en boga dentro de la actualidad arqueológica es el tema de si los neandertales tenían o no capacidad simbólica, si hacían arte o no. En el fondo, lo que subyace es una idea de definirnos a nosotros como sociedad».
La forma de interrogar a los restos marinos es muy diversa. «Aplicamos análisis cuantitativos para identificar el número de ejemplares de cada especie; análisis biométricos para tener evidencias de una mayor o menor explotación; también hacemos análisis químicos que nos permiten identificar las condiciones climáticas en el pasado, o hacemos análisis isotópicos que nos ayudan a datar estas muestras», explicó. Y atienden siempre, además, a las condiciones externas. «Los concheros normalmente los encontramos en cuevas y abrigos, zonas de ocupación humana donde aparecen junto a restos de industria lítica, hogares o fuegos y restos de fauna terrestre», relató. Estas conchas pueden aportar bastante información climática «porque cada especie tiene unas preferencias diferentes, y por tanto, si las temperaturas del mar suben o bajan, podemos encontrar unas especies u otras», concluyó.
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